Literatura impura
Una poética de la impureza en la crítica en Pietro Citati
Giorgio Manganelli

¿Es una crítica real? Esa pregunta circula todo el tiempo por el libro de Pietro Citati sobre Kafka. ¿Es lícito mezclar biografía, narración, resumen, crítica conceptual, recortar una carta privada aquí, una página de diario allá, interpretar un libro, un aforismo, una frase, una novela?

El libro de Citati es en ese sentido un libro “impuro”. Crea la cálida intimidad de un diario personal con Kafka como tema; tiene la densidad errática de un epistolar, un cuaderno extenso alrededor de un tema; pero, al mismo tiempo, es un libro construido criteriosa e ingeniosamente, como se construye una novela o una autobiografía (no una biografía). Porque, a pesar de las citas textuales y las referencias fácticas, el libro de Citati no es exactamente una biografía. Pero, entonces, ¿qué es? Digámoslo sin rodeos y sin vergüenza: es literatura. En ese sentido es uno de esos casos que confirman mi vieja pero sólida creencia personal de que la crítica es sólo literatura sobre literatura. Que la crítica no explica, no juzga, no identifica ni califica valores, ni tiene nada que comprender o justificar; es simplemente una gestión (y a veces una congestión) de palabras sobre palabras.
Pero la crítica es toda literatura. Es aquella literatura cuya narración y cuyos personajes son las palabras de un libro, una carta, un poema; pero también otros libros, cartas, poemas, que van bajo un mismo nombre. Si se escribe un libro sobre Kafka, el personaje de la narración no es Kafka, sino todo lo que lleva ese nombre: los escritos, las anécdotas, lo publicado, el secreto, una dirección, las dos ediciones de un cuento, el pasaje de ese cuento de un libro a otro. Si algo me confirma un libro como el de Citati es que Kafka no existe. Hay hechos, a veces escritos, a veces vividos, que en su conjunto hacen posible una historia, un relato, una ‘crítica’. Se hacen biografías dedicadas al yo empírico, pero en el caso de Kafka, y quizás de cualquier escritor, el yo empírico es inestable, precario, delgado; lo que existe en su lugar es un ego impersonal, feroz, fatal, que tortura la fragilidad del ego empírico. En este sentido, lo que hace Citati en este libro y también el sensible libro dedicado Katherine Mansfield es todo lo contrario al género biografía: construye ensayos sobre la imposibilidad de existir de un personaje que, llamándose a sí mismo “Kafka” o “Mansfield”, debieron ser autores de libros que los exceden en todo sentido como simples personas biográficas.

Por supuesto: escribiendo esto sobre Citati yo también estoy haciendo literatura sobre la literatura; en este caso, literatura de tercer grado; pero la literatura está dispuesta a retirarse infinitamente: sin dejar de ser siempre ella misma. La crítica, género literario similar al soneto se inspira en lo arbitrario y en lo riguroso al mismo tiempo. El rigor y la maestría residen, como en el relato de La vida breve de Katherine Mansfield, en el artificio con que conecta una serie de puntos elegidos con la más perfecta arbitrariedad: la literaria. Un texto de crítica se compone pues tanto de presencias como de ausencias, de citas como de omisiones, de fragmentos diurnos y fragmentos nocturnos en partes iguales. La idea de que puede haber una crítica comprensiva es tan valiosa como la de imaginar un soneto comprensivo. El crítico habita la Arcadia, ¿o es el Parnaso? —¿no se ha prodigado aun ese grado de irresponsabilidad apolínea? ¿O es dionisíaco?— sin la cual no hay literatura. La crítica no tiene una tarea vicaria respecto de la llamada literatura creativa; a pesar de sus limitaciones, es ella misma creativa y, por eso mismo, impura. Prueba de ello es que usa y se funda en palabras, y las palabras son inmundas; las palabras contienen un ruido de nocturnidad irreparable, una negrura lasciva que es la marca, el susurro íntimo de la literatura. No explica ni esclarece nada. Al contrario: introduce una oscuridad real donde hay claridad ilusoria, trae noche donde se cuece el simulacro del día, hace visible el error donde aparentemente se da relevancia al acierto. Creo que es una tarea maravillosa leer el error, la noche, el negro en una novela falsamente exacta y engañosamente clara como Los novios. Un cuento de las mil y una noches. Quien hace suyas las fosforescencias nocturnas que llevan el nombre de Kafka como personaje tiene la tarea de un encantador: de esos misteriosos animales nocturnos que hacen dibujos, hexágonos, rombos, ruedas de Santa Catalina, figuras de artificio que, como la literatura, se apoyan ellas también en los brazos firmes de la irresponsabilidad.
La crítica es un género que produce extrañas justificaciones y sus extravagantes privilegios. ¿Recuerdan al personaje de Jorge Luis Borges que copiaba al Don Quijote palabra por palabra? Quizá no fuera un gran narrador, pero fue sin duda un excelente crítico. No es una ocurrencia aislada; uno de los grandes libros del género “crítico” en Italia en el siglo XIX fue Crestomazia italiana del conde Giacomo Leopardi: unos cientos de páginas de citas, recortes de texto, sin más intervención que el ensamble arbitrario. En la literatura italiana, De Sanctis, ese siniestro genio de la omisión y la cita inexacta, demostró ser un novelista mucho más cautivador que Cesare Cantù. Leemos a Sainte-Beuve, Taine, Chesterton, Edmund Wilson porque son impuros, porque hacen literatura: porque son, como debe ser para los hombres de letras, arbitrarios y porque son, de hecho, para terminar la discusión, como el admirable Citati, los verdaderos poetas del error.