La mujer partida

La primera novela de Andrea Márquez

Karen Garrote


Pero una línea me divide el vientre en dos mitades.
Soy una mujer partida.

Plan de parto (recientemente editada por Mardulce) es la primera novela de Andrea Márquez. Más que de un plan se trata de una construcción: se construye una casa, se construye un deseo, se construye un bebé. Una pareja compra una casa en ruinas en el extranjero (una casa en llamas) y comienza a refaccionarla. En medio de este proceso dos rayitas en un test desatan la risa de la protagonista solo para transformarse en ganas de llorar. No se puede ubicar a ese nuevo ser: ¿qué hago con este hijo?, ¿dónde lo pongo?
En un mar de cajas entre un marido y una hija de tres años, un embarazo. Levantarse temprano (siempre, como un soldado obediente y aplicado) y constatar la respiración de los que se ama. La narración nos sumerge en un gran pulmón, la casa respira y resiste, la hija y el marido respiran aún dormidos y el mundo comienza cuando ella se levanta y comprueba que si ella no está sus seres queridos no despertarán jamás. La casa es el comienzo y el fin en esta historia que transcurre entre los antiguos despojos y un andamiaje que promete el ingreso a algo del orden de lo diferente. A medida que la refacción avanza el deseo también lo hace, se disfraza, se solapa, se reprime bajo el halo de la buena madre que se debe ser. La madre que empolla un huevo y no debería desear a otro hombre en contraposición a la “mala madre”, la zorra, mitad perra y mitad loba, el instinto. Márquez nos arrastra poco a poco a la contradicción: no quiero abrazar un sacrificio sino una contradicción y este deseo que ahora me hace aullar.
La novela transita entre el relato de lo cotidiano y una suerte de “literatura adjunta” por fuera del cuerpo del texto que se ofrece al lector a modo de información. Instrucciones de uso del test de embarazo, una aplicación en el teléfono que brinda información semana a semana sobre el crecimiento del bebé (tu bebé ya tiene el tamaño de una semilla de sésamo. Todavía no se parece mucho a un bebé, se parece más bien a un renacuajo), cómo actúa el instinto en los animales, cómo se aparean los equinos, qué es el Ramadan. Instrucciones e información separadas de la narración que en principio provocan un efecto de extrañamiento, pero que poco a poco se incorporan a la historia y al texto que se escribe en tiempo real hasta fusionarse.
La novela es un origami: cada doblez tendrá un sentido en la composición final. No hay comienzo ni fin, lo que hay es un reinicio perpetuo. El inicio se transforma en un loop que ofrece diferentes perspectivas a medida que se avanza en la lectura. La escritura del texto que se lee se produce en tiempo real, leemos a medida que se escribe, a medida que la protagonista escribe impulsada por dos sensaciones: tengo que escribirlo todo ahora porque voy a morir en el parto y este texto me transforma en la medida que lo escribo. Jamás leemos el texto en esta novela: la leemos a ella.
Se empieza por la casa. La construcción de la casa y del hijo que vendrá se transforma en una repetición de la que hay que salir. No hay afuera, prácticamente no hay relato de lo que sucede fuera de la casa excepto aquel que se esconde bajo la forma del recuerdo del pasado.
Se termina siempre en la casa. La única posibilidad ante esta repetición es ser otra, muchas otras. Hay que huir del polvo suspendido de este hogar, hay que huir de esta atmósfera de encierro. El texto va perdiendo cuerpo y lo único que quedará finalmente será un compendio de listas y notas.

Para llevar puesto:
Pulóver gris
Calzas negras
Botas de cuero
Bombacha nueva
Corpiño con florcitas
Chal de mohair

Para el hijo:
3 bodies de mangas largas
medias, mitones y gorrito
astronauta
muselinas
pañales