Residencia del amor
Sobre la primera novela de Fernando Fagnani
Luis Gusmán

De Residencia permanente, la primera de Fernando Fagnani, me atrajo especialmente cómo va sorteando los lugares comunes que la acechan. Un tal Benítez, de profesión dudosa, podemos decir, es un intermediario. Se encuentra en Perú en un asunto turbio que compromete a funcionarios, gente del poder, contrabandistas de armas, etc. La novela va sorteando esas pistas, esas huellas de lo obvio que nunca dicen demasiado.
Benítez está en una ciudad acechada por grupos armados; oye las palabras fuertes de sus ancestros que amenazan con tomar el poder. En toda la primera mitad de la novela, la trama se demora, se hace esperar. Amenaza con ser una novela política; pero no lo es. Sus personajes no muestran su ideología, aunque no carecen de ella.

La descripción del paisaje de la ciudad y de los enfrentamientos es tan atrapante que uno como lector no tiene idea que rumbo va a tomar. Pero la descripción no responde a una mirada de la nouvelle roman, donde todo lo descripto parece equivalente. La selva exuberante impide cualquier denotación. El sol, el olor, la pólvora, la tierra son pura connotación de una física “latinoamericana” que se impone y entra por los orificios de a nariz, por los ojos, por la boca, por el aire que se respira, pero que detiene en el punto justo. Casi como estuviese calculado.
Como Graham Greene, Fagnani construye las escenas de su novela en el contexto de una ciudad amenazada por la insurrección que avanza. Benítez, su personaje central, huye cuando se comienza a ser acechado y se refugia en el lugar menos pensado. Como en Un caso acabado: retorna aquí ese locus de la peste que es el leprosario. Siguiendo a Greene (por quien sabemos que no hay nada peor que las buenas intenciones, ya que son como un leproso que se pasea por el mundo si campanilla), estamos fuera de la moraleja y lejos del chantaje de las Causas Justas.
Hay una escena crucial en la novela. Una búsqueda. Es cuando Rosa uno de los personajes le pregunta a Benítez porque busca a una mujer llamada Rebecca Linz. ¿Por amor o por venganza? Cualquiera fuera la respuesta, nada hace pensar que Benítez no pueda mentir. En ese diálogo la trama de la novela pega un giro. Esa búsqueda podría suceder en cualquier lugar. Primero no es detectivesca no pareciera un Lev Archer buscando a “La bella durmiente”, no parece el deambular de Marlowe. Casi adquiere una morosidad onettiana donde pareciera que Larsen fuera tras de esa pregunta. No estoy hablando de influencias. Estoy hablando de un clima que se instala en medio de una ciudad acechada por la insurrección armada.
La novela no toma posición; no necesita hacerlo porque no se plantea como la transmisión de un mensaje o una ideología. Es una búsqueda por amor. La literatura nos ha regalado muchas: Oliveira buscando a la Maga, el cónsul Firmin en Bajo el volcán buscando las cartas que le ha escrito a Ivonne y que ha extraviado en su borrachera, etc. Sobre final de la novela, una carta es quemada y las cenizas se deshacen en el viento. Aunque, cuando se deja hablar al viento, no necesariamente es el paraíso —como nos dice el verso de Pound.
Las citas y las alusiones no responden a ninguna angustia de las influencias (no están en la novela, sino en el lector). El “estilo clásico” en que está escrita la novela es realmente preciso. Lleva, no desde el punto de vista de la intriga o del argumento sino del peligro de los lugares comunes que la acechan, la narración hacia otro destino. Residencia permanente es en ese sentido una suerte de estafeta postal. Lo que de hecho justifica la presencia de las cartas que circulan en la trama como testimonios de que no siempre uno se encuentra con lo que realmente busca.
Una escena particular de la novela podría iluminar este aspecto. En ella, antes de despedirse, Benítez le pide a esa mujer que suba por una escalera porque la primera vez que la vio fue bajando de ella. Ella se sonríe, lo besa y sube la escalera. Como en una carta que llega a destino, el misterio de una vida entre dos puede estar simplemente condensado en esa escena.