Sísifo
¿Qué tienen en común el amor y la política? La respuesta está en uno de los mitos estudiados por Luciano Canfora en La historia falsa (Capitán Swing)
Luciano Canfora

Lucrecio, al que Theodor Mommsen consideraba el mejor poeta romano, pero antes que nada un pensador sumamente original, es también el teórico más explícito y consecuente de algunas imposibilidades radicales. En un texto capital en la historia de la teoría del eros, el final del libro IV del De rerum natura, Lucrecio afirma y argumenta la imposible compenetración de los cuerpos (aplastante derrota de la pasión). Del mismo modo, sostiene abiertamente que la conquista del poder (político) es posible sólo aparentemente, pero es esencialmente inútil.
En la parte final del libro tercero, llega a tratar esto partiendo de un punto aparentemente distante: los castigos infernales son leyendas, no existen. En todo caso, son símbolos. No existe —como se dice en el mito— un hombre llamado Tántalo que, inmovilizado por el terror, escruta la enorme roca que está suspendida sobre su cabeza y que podría aplastarlo en cualquier momento. Esta es, al contrario, la representación simbólica de algo que está aquí y se despliega y arrasa en la tierra, entre los vivos: es la representación del temor absurdo de los dioses, que atormenta y desgasta la vida de los hombres. No existe Ticio que, según el mito, yace en el Aqueronte devorado por las rapaces (las cuales, además —comenta Lucrecio con macabro sarcasmo— difícilmente podrían encontrar dónde hurgar por toda la eternidad dentro de su cuerpo). Esta es, entonces, la representación simbólica de algo que está aquí, vivo, entre nosotros, sobre la tierra: el hombre afligido por la pasión amorosa, despedazado por los buitres de los celos.
No existe Sísifo. O mejor dicho, Sísifo está aquí entre nosotros, en esta vida terrena. Lo tenemos todos los días frente a los ojos: es el político que se molesta en bregar con el pueblo para obtener los fasces y las crueles hachas. “solicitar el poder (potere imperium), que es vano (inane est) y jamás se consigue (nec datur umquam), y sufrir siempre duro trabajo para lograrlo, eso es empujar con ahínco monte arriba una peña que, al llegar a la cima, rueda abajo otra vez y se precipita hacia el llano”. El esfuerzo infernal de Sísifo, efectivamente. Sísifo es el político en cuanto que su objetivo es el poder. Y la referencia no es solamente filosófica, sino también concreta: se refiere a la política y a la lucha electoral en la república romana; al “potere a populo fasces saevasque secures”.