Espíritu salvaje
La Generación Beat proponía un descarnamiento de los nervios en sus textos y la palabra Beat reflejaba un estado mental. Así es la obra de autores como Jack Kerouac, Allen Ginsberg, William Burroughs, Neal Cassady, Gregory Corso y Gary Snyder.
MARINA WARSCHAVER

En noviembre pasado se cumplieron setenta años del artículo que John Clellon Holmes publicó en The New York Times presentando a la Generación Beat. Así empezó el mito. Holmes explicaba la génesis de este movimiento formado por su amigo Jack Kerouac, y también Allen Ginsberg, William Burroughs, Neal Cassady, Gregory Corso, Gary Snyder, Lawrence Ferlinghetti, Michael McClure y él mismo. En el artículo, el autor de la novela Go, decía que si bien era muy complicado encontrar una palabra que resuma las características de una generación, ellos encontraron en la palabra “beat” un nombre perfecto. Beat no significaba tanto hastío sino descarnamiento de los nervios. Clellon Holmes afirmaba que esta palabra describía un estado mental en el que uno se había despojado de todo lo innecesario, quedando receptivo a todo lo que lo rodeaba pero impaciente con las obstrucciones triviales. “Ser beat es estar en el fondo de la personalidad de uno mirando hacia arriba. Ser existencial, más en el sentido de Kierkegaard que en el de Jean Paul Sartre”. La diferencia que existía en los personajes que inundaban las páginas de En el camino –justo aquello que hacía irritar a los críticos– era la insistencia de Kerouac en que ellos estaban en la búsqueda y que el objeto específico de esa búsqueda era espiritual. El verdadero viaje de los personajes era hacia adentro; y si parecían traspasar muchos límites legales y morales, era sólo por la esperanza de hallar del otro lado algo en qué creer. “La Generación Beat es básicamente una generación religiosa –reconocía Kerouac. Y luego agregaba: “No somos bohemios; Beat significa beatitud, no abatimiento; eso se siente en el batir, en el jazz o en un buen número de rock.”

Así como Hermann Hesse escribió Demian en 1919, al finalizar la Primera Guerra Mundial, la Generación Beat surge en los años posteriores a la Segunda Guerra y se ubican en oposición al modo de vida de la sociedad burguesa estadounidense que, para ellos, se identificaba con la destrucción y la guerra. En 1919, Hesse se convirtió en el maestro de la juventud rebelde, maestro de aquellos que querían descubrir el mundo y los sentimientos. Marcó el camino (y no es casualidad utilizar esta palabra) hacia su concepto de salvación, al conocimiento del profundo yo, el camino para no aceptar falsas dicotomías, ni morales erradas; aceptar al ser humano como es y tal como los demás son, el camino de la superación del miedo a la libertad, los convencionalismos del mundo y al fin, la llegada al gozo de la comprensión total. Por su parte, la Generación Beat pretendía unir la renovación y la protesta literarias con el inconformismo social. Apuntaban a llegar al arte casi de un modo surrealista, sin la mediación del intelecto, “escribir haciendo que las palabras fluyan, dejando libres las imágenes”.

Fue una generación que apuntaba a las experiencias trascendentales a través del alcohol y las drogas, el budismo zen y el tantra, y el contacto con las sociedades primitivas. En este punto habría que marcar la palabra libertad. Norman Brown decía que “el miedo a morir ha reprimido al hombre haciendo simplemente que viva mal”. Brown entonces sostenía que no debería sublimarse la vida sino aceptarla de manera plena: “aceptar la vida en su totalidad supone asumir la muerte como algo natural, como un estadio más del proceso biológico”.
Esta idea tenía relación con las filosofías orientales tan de moda en la época como el taoísmo que surge en China y donde se excluye el concepto de ley para sustituirlo por el de orden. El Tao es el nombre global que se le da a este orden. Los ideales chinos no implicaban ni Dios ni Ley, el increado organismo universal era reflejado en la sociedad humana por una idea universal de bien mutuo y entendimiento, un sutil régimen de interdependencias y solidaridades que nunca podría basarse en ordenanzas incondicionales, es decir en leyes. La relevancia en el nivel social de esta concepción taoísta del mundo reside en que coincide con el gran movimiento filosófico de la época para rectificar el mundo mecánico de Newton, incorporando hipótesis sobre el significado de la organización natural.

En su teoría, Brown entendía que se triunfa estando en el tiempo y no contra él. Es decir que, según Brown, para aceptar la vida totalmente debe crearse un yo-dionisíaco y, como bien apuntaba Nietzsche, desarrollar todas las potencias del cuerpo: la sensación, el goce, el instinto, la pasión. Será en ese momento cuando el instinto de muerte dejará de provocarle miedo al hombre. En ese cuerpo exaltado el hombre vivirá en la eternidad, vivirá la realidad total de la visión y de la poesía. La Generación Beat, entonces, podría ser un estado espiritual rodeado por los paraísos artificiales de Baudelaire y las cartas del vidente de Rimbaud.