¿Creer en las brujas?
La extraordinaria investigación de Luis Bonilla García en torno a la magia y lo sobrenatural
Alejandra Guzmán Almagro

Historia de la hechicería y de las brujas no es un título común, uno más, de la conspicua bibliografía existente sobre brujería. En primer lugar, porque su autor, Luis Bonilla García, es prácticamente desconocido. Los datos que figuran en el registro de la Biblioteca Nacional indican que nació en 1912, (no consta fecha de fallecimiento) y que publicó quince títulos entre los años cincuenta y setenta del siglo pasado. Todos ellos, parecen ser una aproximación histórico-antropológica a determinados fenómenos, con una atención particular a las creencias: Leyendas y tradiciones de Castilla (1956), La danza en el mito y en la Historia (1964), Mitos y creencias sobre el Fin del Mundo (1967), Los peregrinos: sus orígenes, rutas y religiones (1965), y el sugerente Magia y sociedad de consumo (1974). Asimismo, redactó una Historia de la esclavitud; el ensayo La mujer a través de los siglos (1957) y El amor y su alcance histórico (1964). Podemos considerarlo un ensayista polígrafo de ámbito no académico, pero con el suficiente rigor como para publicar sus títulos en editoriales como Biblioteca Nueva, Revista de Occidente, o Ediciones Guadarrama. En segundo lugar, las fechas en las que Bonilla publica algunos de sus libros son tempranas en ámbito hispano. En concreto, la Historia de la hechicería y de las brujas, aparecida en 1962, es una de las primeras monografías en español sobre el tema y la primera en hacer una aproximación histórico-antropológica de tipo comparativo y diacrónico. Nunca antes se había hecho un recorrido por la fenomenología de la magia desde la prehistoria hasta la contemporaneidad a través de diversos temas que abordaban desde prácticas religiosas hasta tópicos literarios. Téngase en cuenta que Las brujas y su mundo del antropólogo Julio Caro Baroja, título en español referente, apareció en Revista de Occidente en 1961 y fue reeditado por la editorial Alianza justo cuando la obra de Bonilla salía a la luz. Asimismo, la obra de Caro Baroja se centraba únicamente en el fenómeno de la brujería en España, y en concreto analizaba los akelarres del norte de España: con Baroja aprendimos sobre las (después) famosas brujas de Zugarramurdi.

En el año de edición de la Historia de la hechicería y de las brujas, la antropología comparada «a lo Sir James Frazer», que establecía paralelos entre culturas lejanas, entre el Pacífico, Oriente y Occidente, seguían en pleno vigor, si bien la antropología social centrada en los procesos históricos acontecidos en lugares concretos se estaban abriendo paso en Europa. Sin embargo, es muy difícil hallar un ensayo general que realice un viaje desde la prehistoria, a través de los siglos, para tratar de comprender mejor la fenomenología mágica. Por contra, la arqueología en España era una disciplina aventajada en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, ya que tuvieron lugar las principales excavaciones de la Hispania antigua, con temas tan sugerentes como el mundo prehistórico, ibérico o tartésico. En este sentido, el presente libro recoge todo ese interés arqueológico por el pasado de la península y se hace eco de los estudios más significativos en los primeros capítulos. De este modo, lo que el lector puede aprender no es solamente una interpretación, si se quiere, superada de los hallazgos arqueológicos de la época, sino la historia misma de la investigación arqueológica en España. Arqueología, pero también mucha historiografía y fuentes literarias, que dan cuenta de un estudio mucho más transversal del que se suponía a un libro editado en el año 62. El lector encontrará una buena muestra el acervo literario clásico en los capítulos dedicados al mundo griego «antiguo», donde se recurre a la maga Circe descrita en la Odisea de Homero, pero también a la ya referida bruja Ericto de la Farsalia de Lucano, entre otras muchas referencias y citas de textos. Menos conocida es la época visigoda, que el autor de este libro se atreve a abordar en otro capítulo comenzando con las descripciones del campo semántico de la magia de san Isidoro de Sevilla. Como decimos, el abordaje del tema mágico en la España visigótica es sorprendente, baste con decir que es una de las tendencias de investigación de los últimos años. Más estudiada ha sido la impronta del mundo islámico en la Edad Media, capítulo muy sugerente no por el detalle de prácticas esotéricas musulmanas, sino por el enfoque del autor: en este punto se escribe, desde la perspectiva nacional católica del franquismo, que dejó una impronta innegable en los estudios históricos sobre el periodo, cómo la fe católica supo arrinconar las supersticiones islámicas pero mantuvo la hechicería de brujas patrias, reivindicando así una especie de magia folklórica nacional. Aquí esta Historia de la hechicería y de las brujas cobra un valor doble: como ensayo erudito sobre prácticas mágicas y como documento histórico. En la misma línea, pueden leerse los capítulos sucesivos dedicados a ese folklore patrio que incluirá episodios tan curiosos como la llamada «Cueva de Salamaca» o escuela de Toledo, una especie Hogwarts hispano medieval, si me permiten los lectores la licencia.

España ocupa, de hecho, una buena parte de los episodios medievales y barrocos, donde se encuentra un enfoque novedoso para la época y tendencia de investigación contemporánea: la relación entre la literatura del Siglo de Oro y las supersticiones y hechicerías. Como sucede desde el inicio de los tiempos y como hemos venido señalando en estas páginas, la magia encuentra un espacio entre lo culto y lo popular, entre los más bajos estratos sociales hasta las más altas esferas de poder. Y Luis Bonilla dedica varios capítulos al influjo de la magia en la política. El lector encontrará, en definitiva, un sumario de los principales momentos, personajes y documentos del fenómeno de la magia en España, aunque también hallará a Marco Polo –que descubra por sí mismo qué tiene que ver el comerciante italiano con la hechicería.
En definitiva, este libro, escrito hace más de medio siglo, es un documento en sí mismo por los motivos que hemos subrayado. Ello es aún más evidente en los capítulos finales, donde encontramos la persistencia de las creencias en el folklore popular en la contemporaneidad del autor e incluso un capítulo dedicado a la psicología junguiana. También se hace evidente su valor testimonial en la bibliografía, que selecciona lecturas heterogéneas pero que configuran el estado de diversas cuestiones en la época en la que el libro fue redactado. Por último, esta Historia de la hechicería y de las brujas que se reedita felizmente en nuestros días, está ilustrada por fotografías, una práctica cada vez más rara en la edición de libros, pero que presenta un sugerente recorrido visual, tal y como concebía Warburg. Algunas son imágenes extraídas de otros libros, si bien descatalogados o difíciles de encontrar, en otros casos, se trata de obras de arte fácilmente localizables. En cambio, otras imágenes resultan únicas, como las fotografías de tribus africanas contemporáneas, que fueron proporcionadas por el archivo de la Sociedad misionera de los Padres Blancos. Estos misioneros desarrollaron su misión en África desde el siglo XIX y fueron pioneros en los estudios etnográficos sobre el continente. No se pierda el lector los pies de foto, puesto que ahí también queda al descubierto el punto de vista del autor desprovisto de toda objetividad.
En definitiva, este libro será del interés tanto de un público general como especializado: aquellos interesados en el universo mágico como «realidad» en sí mismo, como aquellos escépticos que quieran conocer más acerca de un fenómeno presente en todos los tiempos y culturas. Un fenómeno, por otro lado, presentado y analizado bajo el prisma de otra época, la segunda mitad del siglo XX, ya considerada parte de la historia reciente.