El surrealismo bien al sur

En esta playlist, una selección de tres libros que atraviesan la presencia del surrealismo en América latina y sus apropiaciones, divergencias y descubrimientos.

MARINA WARSCHAVER
“La huida”, Remedios Varo, 1961, óleo sobre masonite.

Contemporáneo de eventos sociales, políticos, científicos, filosóficos de importancia crucial, y precedido en el terreno del arte por el cubismo, el futurismo y por Dadá, el movimiento surrealista nació en París, encarnado y animado por una primera agrupación estrecha de artistas y hombres de letras aún jóvenes, que, rompiendo las fronteras nacionales del arte, va a extender su acción, audiencia e influencia más lejos y más duraderamente que ningún otro movimiento artístico lo hiciera anteriormente. El fenómeno cultural que toma forma en su discurso y en su actuar, así como en la peculiaridad de ambos, fue una forma de reacción, en lo inmediato, a una crisis profunda de la herencia de modos de pensar y de vivir que la Primera Guerra Mundial dejó brutalmente al descubierto o exacerbó hasta el colmo; y, por otro lado, respuesta a aspiraciones y necesidades tan hondamente sentidas como intemporales, pero que adquirieron particular acuidad y urgencia en la época de su nacimiento y de su puesta en marcha. Al escribir “El surrealismo. La última instantánea de la inteligencia europea” en 1928, Walter Benjamin examinó los orígenes del movimiento surrealista, indagando no solo en los escritos de Rimbaud y Lautréamont, sino también en los de Guillaume Apollinaire, a cuyo círculo habían pertenecido los jóvenes André Breton, Louis Aragon y Philippe Soupault. Así, como dice Ricardo Ibarlucía, en el cuerpo y en los borradores del ensayo, tanto como en “Sobre el lugar social del escritor francés en la actualidad” (1934), donde se recuperan algunas de estas notas, se encuentran diseminadas importantes observaciones sobre el papel que Apollinaire jugó en la génesis histórico-literaria y teórico-conceptual del surrealismo en el contexto de los debates de las vanguardias artísticas de las primeras décadas del siglo XX. Esto sería para entender el contexto de un movimiento que todavía hoy tiene su relevancia en las diferentes artes. ¿De qué manera llegó a América latina y de qué manera se inseminó entre los artistas de otros territorios? Estos tres libros pueden ser el comienzo de un recorrido y una forma de entender cómo se transfiguró el surrealismo para ser atravesado por otras búsquedas y otras culturas.

Diccionario Hispanoamericano y Peninsular del Arte Surrealista, Ingenuo y Maravilloso
Claudio Iglesias
(Mansalva)

Desde aquel diccionario escrito en latín por el lexicógrafo y monje agustino Ambrogio Calepino y publicado en 1502, este tipo de obras funcionan como compendio razonado de conocimientos, con su particular forma establecida por el orden alfabético. Ya lo dice Sergio Raimondi en su Lexicón “Tal vez la operación más radical haya consistido/ en la elección de una secuencia alfabética/ favorable para que un artículo sobre teología/fuese continuado por una descripción/ del método para la fabricación de cuchillos.” Que un orden encuentre por azar combinaciones insospechadas podría ser, acaso, una definición del movimiento surrealista. ¿De qué manera el surrealismo circuló en América latina y, en particular, en las artes plásticas del continente? Ese es el recorrido que propone Claudio Iglesias en el Diccionario Hispanoamericano y Peninsular del Arte Surrealista. En una clara tradición que podría tener el Diccionario de autores latinoamericanos de César Aira, Iglesias apunta tanto nombres muy reconocidos como otros que se perdieron o se olvidaron en la historia del arte. En este libro podemos advertir las diferencias, tradiciones y repercusión que tuvo el surrealismo en estas tierras pero también las coincidencias y los ámbitos donde este movimiento tuvo pregnancia.


Cinco llaves del mundo secreto de Remedios Varo
VV.AA
(Atalanta)

Nacida en Cataluña, Remedios Varo se formó en Madrid, participó del surrealismo catalán y parisino en los años 30 y alcanzó su madurez artística con una obra propia e inconfundible en la ciudad de México, donde llegó huyendo del nazismo. Sin duda sus ideas eran surrealistas, pero las ejecutaba de manera diferente: casi no utilizó el automatismo, principio básico del movimiento francés, sino que no dejaba nada librado al azar en su obra, donde más bien aplicó métodos científicos, incluso matemáticos, que comenzaban en una idea que se concretaba a través de minuciosos escritos, bocetos y dibujos bien estructurados como preparación de la pintura. Para entender ese método de producción puede leerse Cinco llaves del mundo secreto. En México se maravilló con el muralismo y respiró aquel ambiente artístico convulsionado a partir de la llegada de Artaud en 1936 y de Breton en 1938. La exploración del inconsciente que estos referentes propugnaban afloró en un arte poderoso y mágico que fusionaba lo europeo y lo nacional. Fue clave en aquel momento la Exposición Surrealista Internacional, celebrada en enero de 1940 en la Galería de Arte Mexicano de Inés Amor, organizada por André Breton (en ausencia) y a cargo del poeta peruano César Moro y del pintor austríaco Wolfgang Paalen, que estaba ya radicado en México.  En el México de los años 40 la obra de Frida Kahlo ya era conocida, y su pintura autorreflexiva, onírica y ejecutada con fino detalle en pequeños óleos sobre masonite puede haber cautivado a Varo. Sin embargo, más allá de su pintura, la figura pública, rebelde, segura de sí misma y liberada de los prejuicios sociales que encarnaba Frida, junto con tantas otras mujeres en México, deben de haber contribuido a que Remedios se sintiera a su vez libre y segura en aquel nuevo país. También en México había nacido Sor Juana Inés de la Cruz, aquella monja erudita y enfrentada a las convenciones de su tiempo que se confinó en una celda de clausura para cultivarse, escribir y componer música y que utilizaba la cocina como laboratorio de experimentos alquímicos.


La valija de fuego
Aldo Pellegrini
Argonauta

Aldo Pellegrini es el gran referente del surrealismo en la poesía argentina. En este libro, que reúne su poesía completa, atraviesa sus obsesiones y búsquedas artísticas en las que el surrealismo resulta innegable. Para el surrealismo, entiende Pellegrini, la poesía constituye el núcleo vivo de toda manifestación de arte y ella le da su verdadero sentido. No es un elemento decorativo o la búsqueda de una abstracta belleza pura: es el lenguaje del hombre como esencia, es el lenguaje de lo inexpresable en el hombre, es conocimiento al mismo tiempo que manifestación vital, “es el verbo en su calidad de sonda lanzada hacia lo profundo del hombre”. En una teoría general de lo poético, esto constituye una cualidad que trasciende los límites de un puro género literario para convertirse en calificativo que abarca todos los modos de expresión denominados artísticos y que puede ir más allá hasta comprender toda actividad humana. Ya lo dijo Francis Bacon: “Como el mundo sensible es inferior al alma humana, la poesía es la que debe dar a la naturaleza lo que la realidad le rehúsa”. En sus poemas, Pellegrini comprende modos que la poesía no es distinta de la naturaleza, de hecho parecería más bien como la esencia misma de ella, como el sentido secreto que se oculta detrás de la muda apariencia de las cosas.

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