Villancico nipón
Un sugestivo libro de ensayos sobre la decadencia de la imaginación bajo el macrismo
Paula Puebla

“La literatura del macrismo se atiene a la conformidad”, dice Thomas Rifé. Nacido en 1993, Licenciado en Letras, publicó este año Navidad en Japón, un libro de ensayos de gran carga narrativa que orillan con curiosidad y nostalgia la esencia masculina del siglo XX. Violencia, filiación, patria y liderazgo son algunas de las constantes de los textos reunidos por Ediciones Paco.
—¿Por qué ensayo y no ficción?
—El ensayo es un género sobre el que vengo practicando. Siento que va más en directo con la lectura, que tiene que ver más con escribir sobre lo que uno lee, con lo que se apasiona en el momento, con lo que persigue también en videos o películas o documentales. Siento que el ensayo es la forma en la que uno encuentra la posibilidad de poner en práctica otra forma de lectura o de consumo incluso. Como cuando vi la película de Senna y me dieron ganas de escribir sobre eso. También me pasó cuando leí que el hijo de Mussolini vivió en Argentina y empecé a tirar del hilo. El ensayo es ese espacio donde puedo poner en marcha ideas y temas que se me presentan caprichosamente. A veces puede ser de una manera más académica, otras veces de manera más narrativa, pero es el género ideal.
—¿Sentís que la ficción de algún modo te condiciona?
—Me parece que la ficción pone en juego otros niveles de creatividad que tal vez no tengo. Pensando en la novela o el cuento, creo que necesita de otro pulso, que tienen formas más establecidas que hay que respetar y tener más aliento. El ensayo es un género que parece más formal pero, cuando empezás a jugar con él, encontrás mucha apertura. La ficción demanda otro laburo con el material y es un género con el que hay que ser más disciplinado, puede ser inclusive más riguroso que el ensayo.

—¿Qué pregunta se esconde detrás de cada texto de Navidad en Tokio?
—La pregunta detrás de los ensayos es una sobre el siglo XX, sobre la masculinidad. Son interrogantes que me hago como hombre en relación a lo que sucede con la masculinidad hoy. Escribo sobre hombres que me interpelan, no desde un lugar necesariamente de fijación o desde un lineamiento ideológico, sino desde una llamamiento estético. Ayrton Senna, los toreros, Kalashnikov, inclusive los nazis drogados. Me interesa qué impulsaba a estos hombres a matarse, a ponerse en juego en una plaza de toros en Sevilla, a subirse a autos que van a 300 kilómetros por hora, ¿no? Me gusta esa épica del siglo XX que tal vez no veo ahora en las formas de masculinidad que se están tratando de dibujar. Después supongo que también hay preguntas más personales, más ligadas a mi vida, a mi familia y otras cosas. Son temas que me convocan.
—Hay un hilo conductor en Navidad en Japón y es la figura del hombre líder, el hombre fuerte, competitivo, capaz de lidiar con la violencia y, al mismo tiempo, volverse un hombre de familia. Puede ser Mijaíl Kalashnikov, un torero, Benito Mussolini y sus hijos. ¿Pensás que es un libro que melancoliza la figura masculina del siglo XX?
—Sí, totalmente. La estetiza, la busca, la añora incluso. Aunque retomo personajes más espectaculares, cuando leo otras historias, como cuentos de Carver y sus figuras masculinas del siglo pasado, hay algo del hombre sin ser pensado, sin ser atravesado ni siquiera por cuestiones de género. No sé si quiero ser como alguno de estos hombres sobre los que escribo pero sí me gusta cómo fueron ellos, cómo vivieron su tiempo y su siglo, lo que proponían, lo que ponían en juego. Si me voy a poner a escribir, quiero escribir sobre gente que sea espectacular.
—Juan Terranova, en la contratapa, te señala como un conversador ágil, y menciona a Michel de Montaigne. Al mismo tiempo, habla de una lengua compartida. ¿Con quién o quiénes dialogan este grupo de ensayos? ¿Con quiénes quisiera dialogar?
—Quería contar estas historias que a mí me apasionaban y tratarlas de una manera en la que alguien las pudiera recuperar, que cualquiera pudiera leer los textos y conocer una historia que no conocía o sí conocía pero no con todos esos detalles. Hay algo de la lengua compartida, de la palabra del otro, que trata de dialogar con los que hemos escrito en Paco o escribimos ahí. Aposté a un tipo de narración que salga del lugar del yo, de hacer preguntas por fuera de algunos lugares comunes. Suena un poco pretencioso dicho así.
—¿Hay una dificultad del ensayo para llegar al lector? Hoy pareciera que se lee y se escribe poco ensayo.
—Sí. La familia o los amigos que me preguntan de qué es libro, les digo que es un libro de cuentos y la mayoría no me cuestiona cuando lo lee. Supongo que la palabra ensayo no remite a un género que haya sido enseñado, ni a algo que desde el mercado se promueva. Por más que uno esté leyendo más ensayo de lo que cree en la prensa gráfica, pero no está definido como tal de antemano. Ni siquiera a los que hemos estudiado Letras se nos ha incentivado a leer demasiado ensayo en la universidad. Tampoco hay tantos talleres que ofrezcan el espacio para pensarlo. Sin embargo, los que leen ensayo encuentran que es un género bastante amistoso y ameno como para pasar una tarde leyéndolo. Chesterton los domingos al sol me parece un planazo.

—Tu prosa ensayística es muy suave y confortable, tiene una textura más propia de la narrativa. ¿Hay algún secreto para dosificar la idea, el dato, la lectura y la información con el lenguaje más del orden de la sensible? Por ejemplo, el último ensayo, sobre Mussolini y sus hijos, tranquilamente podría ser un cuento o una nouvelle familiar.
—Primero, me sucede que no tengo ideas tan originales sobre el material que leo, sino que me gusta más ordenarlo y contrastarlo con datos, con información y ponerme a contar la historia como yo la percibí o la viví, dependiendo el caso, con los detalles con los que la viví. Me acuerdo de que cuando leí el libro de Tomás Richards, Los motivos sensibles, sentía que estaba leyendo ensayo pero también cuentos, y me di cuenta de que yo también quería generar algo así con un fuerte componente narrativo. Los temas empezaron a aparecer en detalles. Cuando vi “Imola 94”, sobre la muerte de Senna, no sabía que se había muerto otro hombre ahí en ese premio, en esa carrera. Entonces vi que giraban otras historias y la manera que encontré de ponerlas en orden fue a través de una narración. Escribo ensayos sobre cosas que quizás me gustaría escribir ficcionalmente.
—Entre los ensayos, aparece infiltrada una especie de crónica de viaje en la que apelás a la primera persona. ¿Cómo te sentiste ahí y qué te parece la preponderancia del relato individual en el contexto de la literatura actual?
—Es curioso porque es el único texto que está en primera persona y el que pone el título al libro. Lo que intenté en ese texto no es tanto poner en juego mi yo sino mi experiencia en un ámbito extraordinario como es un viaje a Japón. También tenía el objetivo de sacarme de encima lo desagradable que me había parecido ese país. Incluir el texto era también ponerme en orden, en un gesto bastante narcisista, con estos otros hombres que admiro, y contar mi pequeña aventura o fracaso en Asia.
Después, sobre el estado de la literatura, por supuesto, siento que todos estos relatos individuales son muy abúlicos. Sobre todo cuando no se sustentan ni siquiera en la creatividad. No espero que, para que hables de vos mismo, te hayan pasado grandes cosas como ir a la guerra, pero sí que por lo menos haya una voz interesante para narrarte. Ese camino medio transparente que se busca en esas formas de literatura que están circulando —llamadas del yo, de no ficción, de autoficción— ni siquiera apelan a una forma de creatividad sino a una manera muy llana y que considero profundamente anti literaria.
—Casi como si eso que se contara no pasara por la máquina de hacer literatura. Con relatos filo-terapéuticos.
—Creo que va por ahí. No hay un ejercicio literario de la experiencia. No es que yo sea un estilista, pero pretendo que lo que se cuente esté bien contado. Y ni siquiera eso se encuentra.

—En una entrevista muy interesante, publicada en La Nación en 2021, Pola Oloixarac dijo que el peronismo y el kirchnerismo —ella los considera lo mismo— había quedado anquilosado en una estética artística y literaria que se posicionaba desde la moral, la respetabilidad, el bien, la superioridad, hecha por y para “gente como uno”. Mientras que, te cito palabras de la autora, “del otro lado [hay] un macrismo que no tiene idea de qué hacer con la cultura”. Me gustaría conversar sobre esto, ver qué podés sumar en base a tus ideas sobre la literatura macrista.
—Es un buen señalamiento de su parte. Para todos los que escribimos, sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires, sabemos bien por dónde va el circuito de la literatura o la cultura macrista. Sabemos en qué concursos anotarse, en cuáles no hay chances porque están arreglados, cómo se llega a las programaciones en festivales o premios en bienales, qué apellidos se repiten en las gestiones, etc. No hay que decir mucho. Todo eso, obviamente, no repercutió en ninguna idea estética o literaria, o por lo menos la idea que hay es muy abúlica y llana, de literaturas transparentes del yo, que no bordean ni siquiera ningún tipo de compromiso.
Hace poco terminé de leer Ventanas rotas, de Agustina González Carman, y me pareció super interesante para pensar en cómo escribir hoy en día. Desconozco qué de lo que escribe la autora sucedió, qué de todo el material es algo propio, y de hecho no me interesa esa distancia. Pero, al contrario de lo que dice Pola sobre el moralismo de la literatura kirchnerista o peronista, siento que es posible pensar una literatura que busque márgenes desde la ficción. Lo que hace la literatura del macrismo es una literatura que no explora ningún borde sino que se atiene al centro, a la conformidad, al bienestar. No veo ninguna idea sobre nada que no sea la propia ansiedad, el capricho y esta forma de aburrimiento.
—¿Qué es un libro para vos?
—Un libro es algo que se compra, al que se le saca una foto y se sube a Instagram. También algo que la gente pone en la biblioteca o regala. Me gustan, me encantan los libros, son lo que elijo todos los días. Pero a mí me interesa lo que está dentro de esos libros: la literatura.