Narrativa de batalla

El escritor Diego Sasturain presenta en exclusiva el proceso que lo llevó a escribir su nueva novela, “La idea bélica”, que en noviembre será novedad de Mardulce.

DIEGO SASTURAIN

La idea bélica me llevó más de un año de ocupación intermitente. La dejé durante meses, la olvidé, pero ella persistía. Quizá ponerle “idea” al título le rinda honor al libro, o al proceso de escritura. No era el que tenía mientras las escribí. No me gusta la idea de “trabajo” asociada a la de escritura. Esta debería ser lo otro total del trabajo, aquello que sea que uno hace para procurarse el sustento y plusvalía para otros. Por eso estoy contento con que el término “idea” figure en el título, con tanta carga teórica, que abarca desde la ontología occidental a cambiar una luz de lugar en casa o alguna otra ocurrencia feliz o afortunada.

Es conocido que los libros no se escriben con ideas –y ése es el problema– sino con palabras. Las ideas, mientras no las nombremos, pueden ser nuestras (una escena, un recuerdo, lo que sea). En cuanto las traducimos a pensamiento y las ponemos en palabras el daño está hecho y pasan a ser de todos; o simplemente a ser.

Por eso, tal vez, una idea lo es todo, y lo que queda de su realización, es muy poco. Al tiempo que se concreta en palabras, en oraciones y párrafos, hasta en un objeto de papel, como un libro, poco queda de aquella chispa original. En cambio, queda un texto, que es mucho más rico que aquella “idea” original, pero no se le parece. Y eso sí, es el efecto del trabajo. Queda otra cosa totalmente distinta. Es un proceso extraño, por el cual aquello que podía ser “todas las cosas” se convierte en un resultado concreto. Pierde aquella potencialidad infinita para realizarse en una serie de palabras ordenadas.

En este caso, la frase inicial no tuvo que ver con idea, sino con “guerra civil”; en segundo lugar, no tenía que ser lo que hoy se conoce como “narrativa” y que cubre como paraguas todo devenir al que se quiere dar un sentido, por más forzado que sea, desde una carrera política hasta una marca de gaseosa. Toda “marca” tiene que narrar su propio “llegar a ser”, el proceso de su realización. Hayden White pensó otra cosa cuando hablaba de “narrativismo”, se proponía oponerse a una historia monolítica desde el relato, no de “hechos alternativos”. 

Porque las narrativas –las ideas realizadas, desplegadas– son totalizadoras, completas, ofrecen como resultado una completud, bajo la forma de un producto y una fórmula conocida y repetida millones de veces. Entonces, ¿cómo se escribe una historia? Empezando por la siguiente oración (siempre hubo oraciones anteriores) como si fuera la primera y la última. Olvidando la idea –que ya está operando– y olvidándose de la eficacia. Escribiendo lo que uno tiene ganas y dejando de lado lo que no.

Entonces el proceso consistió en ir concretando o realizando en su pobreza esa “idea bélica” (no su manifestación, su despliegue y realización –su triunfo, en última instancia– sino su persistencia) que es el tema del libro y que figura en el título. Es decir, impidiendo que se concrete como totalidad y dejando que se disemine y se difunda, insida en la trama como un gránulo irreductible y tenaz. En tanto autor, y en relación a la práctica concreta de la escritura, haciendo caso a los deseos, los desvíos, el elemento excedente gratuito y lúdico: los nombres, por ejemplo, la proliferación de los nombres, o las vueltas de la trama, o los paseos. Retomando lo dicho más atrás, la novela está plagada de “hechos alternativos”: incontrastables e indeterminados, algo así como un realismo desfondado, falaz o siempre sorprendente. Quien necesita de ese tipo de certezas no necesita de la literatura, sino de otras narrativas más eficaces y eficientes.Tal vez digan: “Pero para todo, y ahora más que nunca, se necesitan, más que nada, historias. La misma repetida al infinito: para ello necesitamos reyes viejos, princesas deseables y jóvenes, príncipes, bárbaros y civilizados; millonarios crueles, o buenos, pobres y vagabundos, magia, laberintos, casonas y castillos. Necesitamos tomas aéreas, grandes panorámicas, fondos digitales, mares, temporales, borrascas y tempestades. Serán necesarias millones de velas, pieles de animales, muebles Luis XIV, Luis XV, sillas romanas, ánforas egipcias. También fusiles de chispa, cañones y armaduras. No importa si se nota que son falsos: los creemos”.

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