La mujer que revolucionó a Yeats
Feminista y revolucionaria, Maud Gonne fue una de las personalidades más fascinantes de la convulsionada Irlanda de principios del siglo XX.
GUADALUPE FERNÁNDEZ MOORS

El amor o el desamor siempre funcionaron puntos de quiebre en la obra de los poetas. A pesar de su genialidad como poeta, William Butler Yeats tenía una consideración para empezar cuestionable sobre las mujeres: las consideraba apenas como “bellos objetos”, por lo tanto, éstas debían abjurar del intelecto, de las opiniones políticas y de la razón crítica. Según recuerda el poeta Louise MacNeice, pionero en el estudio de la obra de Yeats, “su disciplina debía ser la del espejo”. Sin embargo, en 1889 Yeats conoce a la mujer que sería su musa en muchos de los poemas: la revolucionaria Maud Gonne, para quien escribiría su obra de teatro La condesa Cathleen (1892), al año de proponerle matrimonio por primera vez (lo hizo varias veces más, cuenta Taravillo, cosechando sus correspondientes negativas).
Hija de un oficial del ejército británico y de una rica heredera inglesa, Maud Gonne, desoyendo los mandatos de su origen, muy joven se hizo actriz y militante de la causa revolucionaria irlandesa. Su empeño y sus fuertes puntos de vista contra Inglaterra y los ingleses —que no despreciaban la violencia— la llevaron, en 1900, a fundar la organización nacionalista y feminista “Las Hijas de Irlanda”. Con la misma llevó a cabo acciones contra el reclutamiento del ejército británico de voluntarios irlandeses para la guerra de los Boers, manifestó contra la visita a Dublín del rey británico Eduardo VII y recaudaba fondos para distribuir alimentos entre los niños pobres de Dublín. En 1905, llegó a formar parte del Consejo Nacional de Sinn Fein.

Yeats creyó ver en ella la reencarnación de sus creencias místicas, sin embargo, a pesar de su amor y en virtud de lo que creía sobre las mujeres, tuvo serias dudas en cuanto a lo que ella representaba en tanto militante política. Según MacNeice, “como la mujer no podía ser separada de la agitadora política, para Yeats era difícil distinguir lo que admiraba en ella, de lo que deploraba. Lograba entenderla cuando la consideraba una criatura de otro mundo, cayendo una vez más en la doctrina de Pater sobre el ‘cuerpo hermoso’”. Yeats escribió: “Yo era sedentario y pensativo, pero Maud Gonne no lo era. Noté que antes de algún gran acontecimiento no pensaba, sino que se volvía excesivamente supersticiosa. No son muchos los que, como ella, en los momentos de grandes crisis, son conscientes de la presencia de un poder superior a su inteligencia. Su poder sobre la multitud se encontraba en el pináculo (algo de ese poder procedía de su facultad de mantener viva su propia inteligencia, aun cuando luchara por algún principio abstracto. Así, cuando hombres y mujeres se le entregaban, lo hacían no porque fuera hermosa, sino porque su belleza sugería gozo y libertad. Parecía vivir en una civilización antigua, en la cual todas las manifestaciones superiores, tanto del cuerpo como de la mente, fueran parte de un ceremonial público.”

Maud Gonne representó Cathleen ni Houlihan en 1902. Ella era la protagonista, trasunto o personificación de Irlanda. El 5 de mayo de 1902 Yeats escribe sobre la pieza en The United Irishman: “El tema de la obra es Irlanda y su lucha por la independencia”. Las funciones se hicieron en lo que se llamaba el Salón de Santa Teresa, y el éxito de ésta llevó después a la apertura del dublinés Teatro de la Abadía. Yeats ya había conocido a Lady Augusta Gregory, la autora de Cuchulain de Muirtheme, en 1894, a quien visitó dos años después en su mansión de Coole Park, en el condado de Galway, donde fue recibido en varias ocasiones posteriores (en el poema “Coole Park, 1929”, Yeats escribe: “Medito sobre el vuelo de una golondrina,/ sobre una anciana y su vieja mansión” y después “Allí fue Douglas Hyde, antes de forjar en prosa/ aquella noble espada que le dieron las Musas,/ allí uno que ostentaba una pose viril/ a pesar de ser tímido, allí un hombre pausado/ y pensativo, John Synge, pero también aquellos/ hombres apasionados, Shawe-Taylor y Hugh Lane,/ hallaron el orgullo basado en la humildad,/ un escenario idóneo y mejor compañía”). Lady Gregory fue la benefactora de Yeats, quien le prestó el dinero para que pudiera abandonar el trabajo periodístico con el que Yeats se ganaba la vida. En 1902, Yeats asumió la presidencia de la Irish National Dramatic Society y se dedicó a conseguir fondos para fundar un teatro que dirigiría, dando a conocer importantes dramaturgos jóvenes. En poco tiempo, el Teatro de la Abadía se convirtió en uno de los más prestigiosos del mundo, y Yeats fue definitivamente consagrado como director y dramaturgo.
Con su proyecto teatral concretado, Yeats volvió a concentrarse en la creación poética. En 1904 publicó el libro de versos En los siete bosques, donde refleja los resabios de la melancolía por el amor perdido.

Para Yeats, Maud Gonne era inaccesible y eso la volvía profundamente atractiva. Pero, con los años, se fue decepcionando de ella y eso lo llevó a decepcionarse también de la idea de Irlanda que ella representaba y que él mismo se había forjado para sus propios fines. Al año siguiente de que Maud Gonne interpretara Cathleen Ni Houlihan, ella se casó con John MacBride, matrimonio que se rompió en 1904. Ante los rechazos de Gonne, Yeats retomó una relación interrumpida con Olivia Shakespear, prima de Lionel Johnson y cuya hermana, Dorothy, se casaría en 1914 con Ezra Pound, que entre 1913 y 1916 sería secretario de Yeats. Poco a poco la poesía de Yeats comienza a cambiar. No es que deje de mencionar el mundo fantástico de la Irlanda legendaria, sino que comienza introducir en él elementos cada vez más terrenales y, desde una perspectiva metafísica, más filosóficos. Yeats le dedica el poema Amigas del libro Responsabilidades (1914) a tres mujeres importantes de su vida: a Olivia, a Lady Gregory y a Maud Gonne. “Ahora debo elogiar a estas tres:/ tres mujeres que me han proporcionado/ cuanto de dicha haya habido en mis días./ Una porque ningún pensamiento,/ ni esos desasosiegos que no pasan,/ no, nunca durante estos quince años/ en tantas ocasiones turbulentos,/ jamás se pudo interponer/ entre una mente y otra mente encantada;/ y otra porque su mano/ tuvo fuerza para desatar/ lo que nadie puede comprender,/ lo que nadie puede tener y prosperar,/ la sutil carga de la juventud,/ hasta que tanto me cambió que vivo/ esforzándome en el éxtasis./ ¿Y qué decir de aquella que cogió/ todo hasta que se fue mi juventud/ sin tan sólo una mirada de lástima? / ¿Cómo podría elogiar a ésta?/ Cuando comienza a despuntar el día/ considero mis bienes y mis males,/ sin conciliar el sueño a causa de ella,/ y recordando lo que tuvo,/ qué mirada de águila ostenta aún,/ de la raíz del corazón/ asciende una dulzura tan inmensa/ que tiemblo de pies a cabeza.”
El verso “¿Y qué decir de aquella que cogió/ todo hasta que se fue mi juventud/ sin tan sólo una mirada de lástima?” es una referencia a Gonne mucho más clara en inglés: “And what of her that took/ All till my Routh was gone/ With scarce a pitying look”.

El rechazo que le provocó una y otra vez Maud Gonne (el último fue después del Levantamiento de 1916, cuando fusilaron al marido de ésta como se verá en la siguiente entrada) llevó a Yeats a casarse en 1917 con Georgie Hyde Lees, a quien doblaba en edad. “La tarde del 24 de octubre de 1917, cuatro días después de mi matrimonio, sorprendí a mi esposa haciendo pruebas de escritura automática. Lo que surgía en frases inconexas, con una letra casi ilegible, era tan emocionante, a veces tan profundo, que la convencí para que dedicara una hora o dos diarias al desconocido escritor; y tras media docena de estas sesiones ofrecí consagrar el resto de mi vida a explicar y articular esas frases dispersas. ‘No –se me contestó– hemos venido a facilitarte metáforas para la poesía”, escribe Yeats en la introducción al extraño volumen Una visión (1925, pero edición revisada de 1937). Georgie era médium y para Rivero Taravillo no puede entenderse este libro sino la influencia de ella. Yeats le escribe a Ezra Pound diciéndole que le envía “la introducción sobre un libro que, cuando esté terminado, proclamará una nueva divinidad”. La nueva divinidad de la que habla es la poesía. Durante toda su vida, como ya vimos, Yeats se sintió profundamente atraído por la mística y el ocultismo, pero hasta después de su casamiento no había alcanzado una experiencia directa y definitiva que daría el sentido que buscaba para todos sus escritos. A través de la escritura automática practicada por su mujer durante años, y de “las voces de unos misteriosos instructores que se le manifestaban en sueños”, Yeats dio forma a un sistema de símbolos y diagramas que conjugan elementos astrológicos y herméticos con el pensamiento de Platón, Plotino, Blake, Swedenborg o Böhme. En esta ensayo, Yeats desarrolla la teoría de la constante oposición del yo y el anti-yo. Yeats creía que el hombre busca siempre la personalidad diametralmente opuesta a la suya. En su caso particular, se trataba de la lucha permanente entre el yo pasivo y soñador y el deseado anti-yo, militante y activo. Estas fuerzas opuestas recorren toda su obra.