Una forma de método
La obra filósofica de René Descartes confluye en la poesía de Fabián Iriarte para articular una serie de textos donde lo mundano se vuelve trascendente.
VICTORIA D’ARC

En sus Discursos de sobremesa, Nicanor Parra convierte al discurso en un metagénero poético. “En “Palabras textuales”, por ejemplo, dice:
“Quien haya estudiado a fondo
El mundo actual
No puede dejar de hacerse comunista
Quien haya estudiado a fondo
El partido comunista
No puede dejar de hacerse anarquista
Believe me
No ser idealista a los 20
Es no tener corazón
Seguir siéndolo a los cuarenta
Es no tener cabeza.”
Está claro: ejerce la crítica política, pero también, a los largo de sus poemas, ejerce la crítica literaria y filosófica; formula la anécdota, el apotegma, el verso didáctico-moral, la agresión amigable y el insulto directo.
El epígrafe con el que Fabián Iriarte abre su libro El método del discurso es la quinta regla que Descartes planteó en sus Reglas para la dirección del espíritu y funciona como síntesis estética para el trabajo poético.
“Todo el método consiste en el orden y disposición de los objetos a los que debemos dirigir la penetración de la inteligencia para descubrir alguna verdad. Y lo seguiremos con fidelidad si reducimos gradualmente las proposiciones complicadas y oscuras a otras proposiciones más simples, y si después partiendo de la intuición de las más simples, tratamos de elevarnos por los mismos grados al conocimiento de todas las demás”.

En la inversión del título, Iriarte se apropia de la influencia de Parra y la pone a funcionar con esa misma impronta: el cruce entre lo mundano y lo mitológico, atravesado por la historia y la filosofía, confluye en una poesía intelectual sin proposiciones complicadas, directa y sin pretensiones. El impulso de poetizar puede partir de una cita, una anécdota, una imagen o una conversación entre amigos. “Busco los signos que usamos para demostrar nuestras pasiones. Todas las noches tenemos mil pensamientos”, escribe Iriarte. En su libro construye una poesía de ideas que nace en la resonancia magnética de las palabras: se propone un paneo eléctrico con el que conecta elementos dispersos del fluir de la conciencia hasta amalgamar esta serie de “discursos” que pueden ir desde las transformaciones del agua hasta la ebriedad. Iriarte, al igual que Parra, formula la anécdota y llega hasta el verso donde encuentra esos “nudos en los tallos del junco”.
“Toda la conciencia de los hombres no consiste sino en distinguir
bien las nociones primitivas, que son los patrones sobre los
que moldeamos todos nuestros restantes conocimientos: el ser,
el número, la duración. La extensión. también. Alguna persona
creyó que el color verde brillante de las plumas de su loro
doméstico eran signos evidentes de la divinidad. Cuando el
loro murió, lo adoraron como a Dios. Pero lo único que pasó es
que las palabras incoherentes ya no se oyeron más.”
En estos poemas de Iriarte, René Descartes respira invertido, pensado, desarmado y a la vez reconstruido.