Un monstruo de imposibilidades

El “Libro del desasosiego” es un autorretrato de Fernando Pessoa, una puerta abierta a su cabeza y a su original manera de entender la poesía.

LEO LOBOS
Daniel Dan
ph: Daniel Dan.

«Soy un monstruo de imposibilidades anclado en la realidad» qué mejor definición para describir a un poeta con la forma de una galaxia, el portugués Fernando Pessoa, de quién su alter ego Bernardo Soares decía: «su voz era opaca y temblorosa, como la de las criaturas que no esperan nada, porque es perfectamente inútil esperar». 

Fernando Pessoa (Lisboa, Portugal 1888-1935) es uno y es ninguno, es plural, contradictorio, enigmático, indefinible y uno de los principales responsables de la renovación del arte luso del siglo XX. Con apenas 24 años de edad publicó una serie de artículos en los que vaticinaba un nuevo renacer de la cultura portuguesa, encarnado en la figura de un poeta, él mismo, que anunciaba su deseo de modernizarlo todo, un llamado a constituirse en una de las grandes figuras de la poesía europea contemporánea. Una de sus premisas era «sentir todo de todas las maneras»; en otras palabras ser uno y el otro, conjugar lo propio y lo ajeno, hacer de la contradicción una bandera y del eclecticismo un arte. Como, por ejemplo, su sentir patriótico, el orgullo de ser portugués y a la vez querer formar parte del mundo entero. En los dos libros que publicó en vida queda plasmada esta dicotomía, un libro de poesía y el otro una guía escrita originalmente en inglés destinada al visitante extranjero; quizás por esas maravillosas razones son miles los turistas que abrazan diariamente la escultura de Pessoa que esta frente al café La brasileña de Lisboa, es el icono en nuestros días de una ciudad de moda. Pessoa es Lisboa. Desde hace algunos años todo el mundo parece reconocerlo, ha cobrado una dimensión relevante en las letras universales, su fama es póstuma. En sus diarios insiste en su lenguaje recursivo: «No sé quién soy ni sé cómo es mi alma. Hablo con sinceridad y reconozco con sinceridad que no sé de qué hablo cuando hablo de mí. Soy distinto de esos otros que tampoco sé si existen. Me siento múltiple». Tanto es así que Pessoa escribía cartas a Ofélia Queirós, su única amada, que firmaba con los nombres de algunos de sus heterónimos, más de un centenar de personalidades y personajes inventados, entre ellos los aclamados poetas Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Antonio Mora, Alvaro de Campos, Bernardo Soares considerados por Pessoa como «otros de él mismo», personajes autónomos que le han acompañado en el curso de su vida-obra y que vivían fuera de él, una rúbrica, una biografía, una caligrafía, una vida propia, un retrato dibujado de alguno de ellos. Los personajes de Pessoa son escritores con voces y temperamentos distintos, grandes y complejos, fascinantes, que polemizaban y discutían públicamente, que se intercambiaban prólogos amigables y refinados tratándose de usted.

El poeta Fernando Pessoa, que se ganaba la vida traduciendo cartas y contratos comerciales gracias a su impecable inglés y su dominio del francés, tejió todo un reino de personajes de ficción e introspección, todo esto sin salir de su estimada y periférica Lisboa, adonde regresó a los 17 años tras pasar su infancia en la ciudad sudafricana de Durban. «Nada existe, no existe la realidad, sino sensaciones. Las ideas son sensaciones, pero de cosas no situadas en el espacio ni el tiempo», dice Pessoa, autor del Libro del desasosiego, su obra más importante, un texto fragmentado escrito como un diario íntimo de una gran profundidad: el libro que mejor refleja la complejidad de su mente. Es la obra que más se aproxima al propio Pessoa, es un autorretrato, una puerta abierta a su cabeza y a su original manera de entender la poesía, el mundo y a sí mismo. Este libro es una de sus más notorias aportaciones intelectuales, obra que grabó definitivamente su nombre en la historia de la literatura cuando fue publicado en los años ochenta. En palabras de la poeta chilena Jessica Atal: «es una reflexión agudísima y escéptica de la condición humana».

En este libro describe, como nadie, el desasosiego del alma, la intranquilidad que sufren los seres más sensibles, los inadaptados. Es realmente muy difícil de clasificar, fue escrito a lo largo de más de veinte años, desde 1912 hasta 1935, y en el momento de la muerte del escritor se hallaba todavía en un estado informe, sin ordenar, sin completar y lleno de pasajes dudosos que no impiden disfrutar la lectura de la voz de un personaje sentimental e hipersensible de la clase media lisboeta de comienzos del siglo XX. La voz de un hombre lleno de inquietud e intranquilidad que se acerca a una depresión profunda y tranquila, según sus propias palabras. Un inadaptado que, dramáticamente, rechaza soñar y de esa insatisfacción destila la esencia de su ser, de sus decepciones, de sus proyectos fracasados, de sus utopías irrealizables, de sus penas y angustias. Una escritura de extremada lucidez y de un gusto por el fingimiento y la paradoja.

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