George Grosz

Carl Einstein, el gran crítico e historiador del expresionismo alemán, escribe sobre el arte del extraordinario caricaturista George Grosz.  

Carl Einstein

La formación de ese talento llamado George Grosz empieza con cuadros de carácter literario, para luego pasar al futurismo, el dadaísmo, el constructivismo y lo grotesco romántico hasta concluir en la constatación objetiva, apuntalada con ideologías sociales.

Al principio, Grosz demostró tener una sensibilidad marcada por influencias literarias; este artista talentoso pinta comentarios coloridos sobre un Freud simplificado. Esos primeros cuadros tienen escaso valor pictórico, pero sin duda sedujeron a los escritores que se afanaban en paráfrasis miopes y proponían parloteos ilustrando intuiciones psicopatológicas y psicoanalíticas; esas obras de 1916 y las posteriores están sin duda influenciadas por el futurismo. Las descripciones naturalistas se solapan a toda velocidad, el medio se estira en la dinámica del relato, los relatos se cruzan unos con otros, las líneas compositivas y las zonas de influencia psíquicas se reparten la superficie, la actualidad queda plasmada en el lienzo. El tema está descompuesto de manera más reflexiva que formal: la cultura literaria y la ideología imponen su ley. Freud se propone en modo simultáneo, con escalofríos: un batiburrillo de diablillos manifestando un terror infantil o el miedo al sexo. La gran aventura, la angustia habitada por fantasmas eróticos, la gran ciudad incontrolable, de grandes magnitudes; Jack the Ripper, la prostituta cuyo sexo se ve como por rayos X a través de sus ropas, los reflejos excitados de una virilidad adolescente pueden verse a plena luz. Estas cosas, heredadas del lirismo y de la prosa militantes de los años 1908-1910, van desfilando por los cuadros de Grosz.
Casi no era pintura; el joven debía deshacerse de sus angustias y de sus recuerdos infantiles, forjarse una personalidad extraordinaria; pintaba grandes relatos a medio camino entre la novela policial y un Wedelink o un Strindberg llevados al extremo. Los literatos estaban encantados; sus miserias, poco percibidas, se manifestaban ahora con brío ante el potencial lector. El gran grito, el cúmulo de monstruos de pacotilla, provocan, sí, efectos muy coloridos. Era la época en que Chagall ya había pintado su simultáneo anecdótico, Severini su Jeroglífico dinámico del Bal Tabarin, Delaunay El equipo de Cardiff; Grosz añadió el lirismo, decorándolo todo con violetas sifilíticas. Surge un nuevo superlativo: el sueño americano, el ideal optimista, el sucedáneo normalizado del paraíso, el rascacielo, el cowboy, Chaplin, Gillette, el jazz, Colgate, los bailes grotescos y los boxeadores. Imposible seguir viviendo en Alemania. Así fue como Grosz creó, en Wilmersdorf (Berlin), su América, con cines, bazares y policíacos, la gran aventura; así lo refleja un cuadro sobrecargado y fallido, que podríamos glosar durante horas; el aventurero (el bienaventurado cowboy) en el corazón de una utópica Nueva York. En el último cuadro de esa época, Grosz preanuncia al dibujante político: Alemania, un cuento de invierno. El pintor descriptivo, que no había sabido componer con tal exceso de motivos un cuadro deslumbrante, se aleja de la pintura: acota su talento.

Progresivamente los temas de los dibujos se fueron perfilando: erotismo sórdido, censurado por el prusiano puritano, los paseantes, los marineros, las prostitutas, el gran americano; luego, esas cosas se irán mostrando siempre con más virulencia y menos lirismo. Alemania, un cuento de invierno es una muestra lograda de la temática política: odio del proletario contra el poder, y amor al proletario que sufre. Este cuadro no tiene valor pictórico, pero es un documento que refleja el fracaso de la revolución: la “gentuza” en el poder sigue aprovechándose. Un dibujo animado de los ideales alemanes, un simultaneo de imágenes de casetas de feria; una visión tendenciosa para que todos puedan entenderlo. El arte debe recalcar, señalar, ser un medio de la lucha social; se acabó la psicología privada centrada en el individuo. La pintura como cromo, una reproducción familiar con muchas resonancias; permitir a la gente ver es más valioso que un aficionado al arte que paga por contemplar un cuadro en su casa.
Al terminar la guerra, se había sido dadaísta, se había entendido toda la superchería del mercado del arte, se sabía que todo podía combinarse y probarse. Los papeles pegados de Picasso habían mostrado el humor lúdico, los futuristas habían hecho lo propio con la acumulación anecdótica. El arte debía servir a un único fin: la rebelión; el arte debía convertirse en un oficio útil. Sin duda, con el motivo banal se tiende a caer en la representación convencional; pero hay que ser útil, útil a la revolución proletaria. Una rabia específica, unos perfiles marcados. Precipitar la muerte del sujeto y evitar las tibiezas de la izquierda. La coquetería de la imaginación privada y neurótica es sustituida por una escenificación descriptiva. Del análisis propio de un romanticismo grotesco se llega, pasando por la caricatura hiriente, a la constatación objetiva. El cuadro Alemania, un cuento de invierno es una enciclopedia simultánea de los temas favoritos de Grosz; los motivos ubicados en sus espacios anecdóticos de acción están ligados unos con otros mediante asociaciones literarias. Pues se trata menos de composición que de vinculación literaria; se piensa la imagen. Quizá constatando las propias carencias formales, se acaba adoptando una posición negativa frente al arte y la forma: importan el objeto y el acontecimiento, la descripción respeta la dinámica de los temas, la reflexión enlaza los elementos. En definitiva, una reacción contra el lujo burgués de la decoración. En ese cuadro, nada de colores necios, nada de kitsch; el color es un recurso para caracterizar, hay que renunciar a su uso decorativo. Son referentes Rowlandson, Newton y Hogarth. El color es un recurso ético. La belleza es una tarjeta postal en color, un lujo. Hay que acabar con la pintura: llamamiento que hicieron tanto los dadaístas como los constructivistas.