Una biblioteca hacker
McKenzie Wark, en El capitalismo ha muerto, analiza las causas y consecuencias de la nueva economía política de la información y aquí seleccionamos una serie de ensayos que ya desde el legendario “Un manifiesto hacker” articulan esa biblioteca de pensamiento contracanónico.
MARINA WARSCHAVER

En 2004, cuando se publicó A Hacker Manifesto (traducido como Un manifiesto hacker y publicado por Alpha Decay), McKenzie War se erigía como un intelectual cyberpunk que planteaba ideas que aún eran difíciles de observar. Una de los principales planteos de Wark radica en qué o quiénes se ubican como opuestos al sueño hacker de un mundo donde la información sea libre: y a esos los denomina como la clase “vectoralista”, bautizados así por su control sobre los vectores (es decir, varias vías y redes por las que fluye la información). La clase vectoralista son los gigantes corporativos modernos, el régimen turbo-capitalista transnacional, que posee los medios de producción y, por lo tanto, monopoliza las abstracciones. Mantienen el control librando “una lucha intensa para desposeer a los piratas informáticos de su propiedad intelectual”, impuesta por una serie de leyes de patentes y derechos de autor que se utilizan para separar a los piratas informáticos de los frutos de su trabajo.

El capitalismo ha muerto, su más reciente ensayo, quizás sea una demostración de que se cumplieron muchas de las cosas que había dicho, incluso todas las ideas plasmadas en ese manifiesto de 2004 y analizadas con perspectiva, para ver qué de todo aquello era cierto, e incluso cuán peor es el mundo actual que el que había imaginado veinte años antes. Resulta interesante, entonces, plantear una biblioteca hacker con la que Wark construyó su plataforma intelectual y advertir la vigencia de esas lecturas en un momento en el que la “clase vectoralista” gobierna las decisiones humanas. Aquí, una playlist de esos textos comentados por la misma McKenzie Wark.

El tiquet que explotó
William Burroughs.
En la línea que se extiende desde el faro solitario que es Lautréamont hasta el dadaísmo, los surrealistas, el Fluxus, los situacionistas, Art & Language, o hasta grupos contemporáneos como Critical Art Ensemble, también puede incluirse ese aspecto de los beats –Burroughs, Alexander Trocchi, Brion Gysin– que experimenta con formas de creación colectiva que pueden existir fuera de la propiedad. De hecho, lo que podría conformar la base de una especie de sucesión contracanónica, desde Lautréamont hasta Kathy Acker, Luther Blissett y Stewart Home, una literatura para la clase hacker, sería justamente el intento de inventar, fuera de la forma de propiedad y de la forma vectorial de su tiempo, una productividad libre no meramente azarosa.
Gundrisse, Karl Marx
El medio material por el que la relación de intercambio se extiende por la superficie del mundo es el vector de la telestesia. El vector es a un tiempo material y abstracto. No tiene necesariamente coordenadas espaciales. Se trata de una forma abstracta de relacionalidad que puede ocupar cualesquiera coordenadas. Mientras que en los márgenes de Grundisse Marx descubre la significación de la comunicación, no la integra en el núcleo de su teoría. Cuando habla del equivalente general, por ejemplo cuando habla de abrigos y de algodón y explica que lo que crea su relación abstracta es el equivalente general, el dinero, se pregunta dónde encuentra exactamente esa relación abstracta su forma material, que es precisamente en el vector.


Tactical Reality Dictionary, Konrad Becker.
El texto de Becker trabaja volviendo el lenguaje de la investigación de la comunicación contra sí mismo. Sube el volumen de su retórica pseudocientífica para que se puedan oír los parásitos del poder. Este texto no pretende “decirle verdades al poder”. Prescinde de la ideología del descrédito de ideologías. Para Becker, la lucha es más bien la de descubrir quién o qué controla los mecanismos que definen la verdad y la ilusión. Becker sigue de cerca el giro postilustrado en la retórica empresarial de la clase vectorial, que podría fomentar la “democracia”, la “libertad”, la “rebelión” y la “diversidad” como ideología oficial, pero que sobre todo se dedica a mantener el control patrimonial sobre su campo semántico.
Medios sin fin: notas sobre la política, Giorgio Agamben, traducción de Antonio Gimeno Cuspinera, Pre-textos.
El pensamiento marxista en su vertiente postalthusseriana fue incapaz de idear la imagen que adoptaría la mercancía, en la que los valores de cambio eclipsan el valor de uso, de modo que el espectáculo puede ser la enajenación del lenguaje mismo, la expropiación del logos, de la posibilidad de un bien común, pero Agamben percibe correctamente una solución. Lo que nos encontramos en el espectáculo es nuestra naturaleza lingüística invertida. Es un lenguaje enajenado en el que se revela –o puede revelarse– el lenguaje mismo. El espectáculo puede ser el desarraigo de todos los pueblos de su morada en el lenguaje, la destrucción de los cimientos de todas las formas de estado, pero esa misma enajenación del lenguaje nos lo devuelve como algo que puede ser experimentado como tal, «lleva el lenguaje mismo hasta el lenguaje«: una tercera naturaleza. Agamben descubre la crisis emergente del estado en esta enajenación total del lenguaje. El estado existe ahora en un permanente estado de emergencia, donde la policía secreta es la última de sus agencias que funciona. El estado puede reconocer cualquier identidad, de manera que proponerle nuevas identidades no es desafiarlo. Las nuevas identidades pueden empujar al estado hacia más abstracciones, pero le reconocen un conocimiento básico que en realidad el estado no posee como autoridad definitiva sobre los tipos de ciudadanía que pueden existir en su interior. La lucha subsiguiente no es por controlar el estado, sino por sobrepasarlo y escapar de él, hacia lo irrepresentable.


El antiedipo: capitalismo y ezquizofrenia, de Gilles Deleuze y Félix Guattari.
Esta ejemplar obra criptomarxista intenta inventar y aplicar herramientas de análisis por todo el ámbito económico, político y cultural mediante la identificación de planos de abstracción y vectores de movimiento. Se trata de una obra muy de su tiempo, que emerge de las cenizas del Mayo del 68 y apunta hacia los diversos errores que infestarían el pensamiento radical desde la década de 1970 en adelante.