El lugar del nombre
A más de 50 años de haber recibido el Premio Nobel, Pablo Neruda está siendo cuestionado desde todos los frentes. Incluso por su decisión de elegir un nom de plume.
GUADALUPE FERNÁNDEZ MORSS

En las últimas semanas, varias revistas literarias alternativas de Chile han planteado “el problema del nombre” de Pablo Neruda. Hace tiempo que el gran poeta chileno está siendo cuestionado, con razón, por su misoginia, su machismo y por ese eterno y cuestionable verso “me gusta cuando callas porque estás como ausente”. Esto último resulta indefendible pero el tema del nombre abre otras discusiones. Varios de lxs columnistas planteaban por qué despreciar de alguna manera su origen, sus raíces, la singular combinación de tradiciones que ese nombre trazaba. Esta semana me puse a pensar también en eso. El crítico italiano Giuseppe Bellini dice que Neruda “ha sido efectivamente el intérprete de un siglo. Ninguno como él lo ha vivido con tanta intensidad y pasión. Podemos decir todo lo que parezca en torno a su ‘humanidad’, criticarlo por sus equivocaciones políticas, de las que a veces, con bastante torpeza, intentó justificarse o rescatarse, pero nadie puede negarle función de intérprete de toda una época”. Es por esa combinación dialéctica de esperanzas y desilusiones, logros y errores, posturas dignas y algunas indignas, que el poeta fue, según Gabriel García Márquez, “el mejor poeta del siglo XX, en la lengua que sea”. Nacido el 12 de julio de 1904 en Parral, ciudad de la región centro sur de Chile, Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto, conocido más tarde como Pablo Neruda, fue el hijo único de Rosa Neftalí Basoalto y José del Carmen Reyes. Se dice que el futuro escritor no había cumplido los once años cuando le acercó a sus padres una postal escrita por él: “De un paisaje de áureas regiones/ yo recogí/ para darle querida mamá/ esta humilde postal”. Años después, Neruda diría que esas fueron sus “primeras palabras semirrimadas, pero extrañas a mí, diferentes del lenguaje diario”. El padre tomó la postal distraídamente y distraídamente leyó y distraídamente preguntó de dónde la había copiado. El padre de Neruda fue, quizá, el primer lector de su poesía, y de él tuvo que escaparse el poeta para llegar a ser poeta. Dice Neruda en sus memorias: “Cuando yo tenía 14 años de edad mi padre perseguía denodadamente mi actividad literaria. No estaba de acuerdo con tener un hijo poeta. Entonces, para encubrir la publicación de mis primeros versos me busqué un apellido que lo despistara totalmente. Encontré en una revista ese nombre checo, sin saber siquiera que se trataba de un gran escritor, venerado por todo un pueblo, autor de muy hermosas baladas y romances y con monumento erigido en el barrio Mala Strana de Praga”. Nunca logró ser demasiado preciso sobre esta anécdota.

En 1969, cuando Clarice Lispector le pregunta si el nombre Neruda fue casual o fue inspirado por Jan Neruda, el poeta se limita a responder: “Nadie consiguió averiguarlo”. ¿Un olvido en una persona que recordó siempre hasta las circunstancias en que fueron escritos sus poemas? Para el poeta Miguel Arteche, en una nota publicada en la revista chilena Hoy de 1981, conjetura que Neftalí no habría tomado el apellido Neruda del escritor checo sino de una famosa novela de Arthur Conan Doyle, Estudio en escarlata, la primera de la serie de Sherlock Holmes, adonde se alude a un músico llamado Norman Neruda. Sin embargo la mención de “una revista” en la que el joven Neruda lee ese nombre distrae a los historiadores. Será un médico chileno, Enrique Robertson, quien devele, posiblemente ese misterio y partiendo de este supuesto compositor que aparece en el libro de Conan Doyle. En realidad esa revista sería una partitura de una obra de Martín Melitón Sarasate que en 1878 legaliza el que hasta entonces había sido su seudónimo: Pablo de Sarasate. Y en realidad, una de sus mayores amigas es la extraordinaria violinista (una de las más famosas de la época) Wilhelmine Neruda, que a los 25 años contrae matrimonio con Ludwig Norman, director de la orquesta de la Opera de Estocolmo. Así surge el Norman Neruda de Conan Doyle y así, leyendo esa revista (que termina siendo una partitura disponible en el Chile de aquella época) es que Neftalí Reyes se convierte en Pablo Neruda.Nombrar será siempre un verbo fundamental en el código de comportamiento poético de Pablo Neruda. Para Hernán Loyola, nombrarse (autobautizarse) es por tanto un acto cuyo significado va mucho más allá de aquella proclamada necesidad de esconder al padre los pecados de la poesía. El rechazo del nombre originario cifra, además, la precoz orientación de Neftalí hacia la búsqueda del nombre definitivo para sí y para su quehacer. Porque no se trata sólo de una firma: nombrarse significa dar nombre a su obra, a su texto. Pablo Neruda vivirá para llenar ese nombre (ese texto) de existencia y validez literaria. En cierto modo, para mitologizarlo.