A pesar de ser uno de los grandes artistas de la historia, que trabajó con maestría en todos los soportes, Rembrandt ilustró un solo libro con sus grabados.
GUADALUPE FERNÁNDEZ MORSS

Es una rareza. El libro se llama Piedra gloriosa o de la estatua de Nebuchadnesar, con muchas y diversas authoridades de la S. S. y antiguos sabios, fue publicado por Samuel Manasés Ben Israel enAmsterdam, en 1655, y fue el único que tiene ilustraciones de Rembrandt Harmenszoon van Rijn. El rabino Manasés y Rembrandt eran amigos y por eso le hizo el pedido al artista: sería el primer libro impreso en hebreo en Holanda y sus páginas relatan una serie de cuentos místicos donde se evoca la interpretación del sueño de Nabucodonosor, rey de Babilonia entre los años 625 al 602 aC, por el profeta Daniel, exiliado en sus dominios y admitido en la corte. El reinado de este monarca marcó el apogeo del imperio neobabilónico. Rembrandt hizo cuatro estampas grabadas sobre una misma plancha, que se dividió en cuatro trozos casi inmediatamente después de su conclusión.
Para quien no conozca la historia, el libro de Manasés analiza las profecías de Daniel en favor del pueblo judío y el próximo advenimiento del Mesías: “Resulta incontrovertible que la estatua de Nabucodonosor es el símbolo de las cuatro mayores monarquías […]: los babilonios, los persas, los griegos y los romanos [es decir, un reino de oro, de plata, de bronce y de hierro]. La piedra es el Mesías, y saldrá de una gran montaña sin ser lanzada por la mano del hombre […]. Y del mismo modo, también el Mesías destruirá todas las otras monarquías con su imperio temporal y terrenal. […] Es así como el Mesías y el pueblo de Israel, reunidos en esta última monarquía, serán los señores temporales, terrenales y eternos del universo, según la infalible interpretación de Daniel.”

Y digo que el libro es una rareza aunque Rembrandt haya sido el mayor artista que trabajó el papel en Holanda porque no sobresalió en la ilustración de libros. Está claro que Rembrandt era bueno en todo: durante su vida produjo cerca de seiscientas pinturas, trescientas aguafuertes y mil cuatrocientos dibujos y es considerado como uno de los grandes pintores de todos los tiempos y sin embargo no pudo llevar su arte a los libros como sí lo hizo Durero. El problema radicaba en que sus grabados eran demasiado finos para soportar una reproducción constante, y en algunos de los libros que ilustró, su trabajo fue reemplazado por el de otros artistas en ediciones posteriores.
Rembrandt tenía su propia imprenta y una importante colección de grabados maestros de toda Europa. Hizo su propia impresión para poder controlar la imagen final y, a veces, hizo varias mordidas de ácido de diferentes períodos de tiempo para crear líneas más ligeras y más gruesas. A veces dejaba tinta en parte de la plancha para una zona de sombra. Hacia el final de su vida, por razones que siguen siendo un misterio, produjo muy poco. A veces se menciona la depresión, pero algunos historiadores creen que simplemente estaba tratando de pasar a una nueva idea que nunca encontró. Debido a la falta de trabajo y la falta de ingresos, se vio obligado a vender tanto su prensa como su colección de impresos.

Un dato sobre la materialidad en la obra de Rembrandt relaciona la brújula china y el comercio. La historia es así. Aprender a usar la brújula china convirtió a los holandeses en los grandes comerciantes internacionales del siglo XVII. La habilidad holandesa en el uso de mapas y cartas náuticas también había mejorado constantemente desde el siglo XVI, en gran parte gracias a las obras maestras del cartógrafo flamenco Gerardus Mercator, quien acuñó la palabra “atlas”. Mercator es famoso por su mapamundi de 1569, impreso a partir de veinticuatro grandes planchas de cobre, con ingeniosas proyecciones que explican la curvatura de la Tierra mientras mantienen los cursos de navegación en línea recta. Un año más tarde, su amigo el geógrafo Abraham Ortelius, conocido por los colores brillantes de sus grabados en madera, produjo el Theatrum Orbis Terrarum, un libro de cincuenta y tres mapas que se considera el primer atlas verdaderamente moderno.

En 1602 se estableció la Compañía Holandesa de las Indias Orientales para permitir el comercio con Asia y, en los años siguientes, Ámsterdam se convirtió en el puerto desde el que Europa finalmente comenzó a aprender sobre China y sus vecinos. Hasta entonces, la mayoría de los europeos todavía no sabían casi nada sobre el Lejano Oriente y todavía creían que ellos —o, como sugirieron algunos más generosamente, los árabes— habían inventado el papel. Se pensaba que el papel había evolucionado a partir del papiro egipcio, razón por la cual la palabra papel en la mayoría de los idiomas europeos proviene de la palabra “papiro” o de la palabra griega khartes, que significa papiro.
Sin embargo, en el siglo XVII, cuando los comerciantes europeos comenzaron a frecuentar China y Japón, se sorprendieron al saber que sus pueblos usaban papel. Su suposición inmediata fue que los asiáticos de alguna manera habían recogido, pero no perfeccionado, el arte europeo de fabricación de papel. Los asiáticos escribían con pincel en lugar de pluma como los europeos, lo que significaba que el papel asiático requería un acabado diferente; la pluma funcionó mal en este acabado. Los comerciantes europeos en Asia recurrían al papel local cuando se les acababan los suministros, pero se quejaban de su “inferioridad” y suplicaban a sus oficinas centrales que les enviaran más papel “del bueno”.
Los comerciantes casi nunca se molestaron en enviar el llamado papel de calidad inferior de los asiáticos a Europa. Nadie lo querría. Pero los holandeses, que disfrutaron de un monopolio virtual del comercio con Japón desde 1639 hasta 1854, trajeron papel japonés dos veces a Ámsterdam, en 1643 y 1644. Rembrandt, que recorría la ciudad en busca del mejor papel para sus dibujos y grabados, encontró algo de este papel japonés y lo compró. Delgado y, sin embargo, fuerte y flexible con sus largas fibras, el papel tenía una particular forma de agarrar la tinta. Las planchas se podían entintar más ligeramente, lo que producía imágenes muy delicadas. Rembrandt comenzó a hacer muchos de sus grabados en papel japonés.
El resto del mundo del arte tardó siglos en darse cuenta del descubrimiento de Rembrandt sobre la calidad del papel japonés y recién en el siglo XIX se empezó a enviar papel japonés a Londres y a París, y artistas como Whistler, Edgar Degas, Paul Gauguin y Édouard Manet incorporaron ese papel a sus grabados.