El universo intelectual de William Butler Yeats y las influencias estéticas de su poesía.
VICTORIA D’ARC

En una casa del número 5 de la avenida Sandymount, en Dublín, el 13 de junio de 1865 nació William Butler Yeats, el más grande de los cuatro hijos que tuvieron John Butler Yeats y Susan Pollexfen, ambos miembros de la clase alta protestante. La infancia de Yeats transcurrió entre Dublín y Sligo, donde la familia materna –de comerciantes prósperos- tenían algunas propiedades. En 1867 John Butler Yeats, librepensador y ateo, abandona definitivamente su profesión de abogado y decide dedicarse plenamente a la pintura. Se convierte en un artista plástico que durante años pintó y retrató a muchos de los más importantes exponentes de la Irlanda y la América de su época. ¿Era un gran artista?, se pregunta William Michael Murphy en la biografía dedicada a su figura, Prodigal father. La respuesta es terminante: no lo era. En todo caso era un artista correcto que años después, por ejemplo, publicó un libro: Who’s who in America. Pero con el objetivo de crecer y dejar un poco la periferia del imperio es que el pater familia decide que los Yeats se trasladen a Londres, donde el joven William permanecerá durante trece años, interrumpiendo su estadía apenas para visitar en los veranos a los abuelos Pollexfen en Sligo.
La gran casa de los Yeats en Bedford Park fue “la más grande y elegante de las casas en la que vivieron los Yeats en su vida como familia”, escribe Murphy. Tal vez esta satisfacción también residiera en que en un mundo de mediocridad suburbana ellos vivían con un estilo creativo, entre artistas, profesionales y militares retirados. Yeats tomó a “la casa” como tema para su poesía. Encontró en la metáfora del país-casa, en ese paisaje, lecciones de cultura y nobleza para un presente degradado.
De regreso a Irlanda en 1881 asistió al Erasmus Smith High School en la Harcourt Street, en el centro de Dublín. Es en este tiempo en el que comienza a nacer dentro de él una nueva persona (el poeta que será). En la escuela tenía un aire reservado, observador pero también distraído. No hablaba demasiado y no poseía talento para los idiomas extranjeros (tenía una ligera forma de dislexia y un escaso oído musical, dificultades que Yeats siempre intentó rectificar durante su vida). Estaba fascinado por la entomología, manifestaba una fuerte habilidad para Euclides y el álgebra. Y siempre fue una persona bastante miope. Era un poco más grande que el resto de sus compañeros de clase y siempre entraba en elaboradas conversaciones y discusiones que tenían como tema, por lo general, la vida y el arte. En esas aulas habló sobre T. H. Huxley y sobre Herbert Spencer. Poco después de terminar el colegio en diciembre de 1883, pidió prestado a un alumno mayor el Esoteric Buddhism (1883) de A. P. Sinnett, un libro al que lo había introducido su tía Isabella Pollexfen.

No se puede comprender la importancia de una obra como la de William Butler Yeats sin entender su tiempo, sus luchas, sus ideas. Y las discusiones que se llevaban a cabo en el seno de la intelectualidad inglesa de aquellos años. Fueron años de malas cosechas, epidemias y revueltas populares ante las indignantes condiciones de vida. De a poco, Inglaterra empezaba a convertirse en capital del mundo financiero a medida que el imperio británico se consolida. Pero paralelamente el proletariado crece en importancia y surgen las ideas socialistas. El fin de siglo lo marcan nuevas huelgas, guerras, el movimiento sufragista y la lucha constitucional. A este contexto debería sumarse otro elemento fundamental que revolucionaría el pensamiento de la época: en 1859 Charles Darwin publica El origen de las especies, marcando el comienzo de una nueva época polémica. Entre 1860 y 1890 se sitúa el momento más agudo del conflicto entre ciencia y religión. Darwin comprendió que sus teorías se enfrentaban con la versión ortodoxa de la historia del mundo, pero eso no le preocupaba. Thomas H. Huxley (1825-1895), quien sirvió de guía a los intelectuales y artistas atraídos por las nuevas teorías científicas, sembró un elemento agnóstico, que ya existía, lo mismo que la noción de la supervivencia del más fuerte refuerza el individualismo que surge de las teorías de Bentham y de la revolución industrial. El ámbito intelectual debía reaccionar ante las manifestaciones del supuesto “progreso” y de hecho en el segundo período victoriano aparece una corriente medievalista que se opone a la mayoría de las ideas de la época. Se manifiesta en muchos órdenes de la vida, por ejemplo, en la arquitectura y en el socialismo gremial y descree del progreso. A tal corriente se adscribe el Oxford Movement, que constituye el fermento intelectual más poderoso de la primera mitad del siglo. Fue un intento de aclarar la confusión religiosa existente, tanto como una lucha contra la indiferencia en cuestiones dogmáticas y el racionalismo de Bentham. El utilitarismo, que alcanzó su apogeo en la mitad del siglo, sirve de fondo a la ideología científica, ya que cuando aquella doctrina invade el campo de la religión y de la moral, el industrialismo, aliado del utilitarismo, provoca el escepticismo.
Yeats encontró en la metáfora del país-casa, en ese paisaje, lecciones de cultura y nobleza para un presente degradado
El abanico de influencias que absorbe William Butler Yeats en su juventud comienza con el crítico y ensayista inglés Walter Pater (1839-1894) quien, dado su marcado escepticismo en materia religiosa, reemplazó los dogmas cristianos por el culto al Renacimiento italiano, lo que lo llevó a convertirse en uno de los principales apóstoles del esteticismo. En el caso específico de la poesía, Pater tomó como objeto de estudio la obra temprana de William Morris. De ella resaltó su atmósfera remota y frágil, sustentada por las emociones y la belleza, planteando ese modelo como ideal para la poesía en general. William Butler Yeats, que en un primer momento –como la mayoría de sus contemporáneos– se sintió atraído por ese ideario, más tarde lo criticó por excesivamente irreal.

Por otra parte, otro elemento que influenció a Yeats fueron los llamados “prerrafaelistas”, un grupo de artistas ingleses –entre los que se contaban Dante Gabriel Rossetti, Holman Hunt, John Everett Millais y Thomas Woolner, y otros- que se constituyeron como hermandad en 1848. Surgieron como reacción al arte victoriano. Este se manejaba únicamente en términos formales y trataba de olvidar o reprimir la vida pasional. Los prerrafaelistas, en cambio, proponían la adhesión a la realidad emocional que la obra quiere comunicar. Para ello, su objetivo consistió en recobrar para la pintura los principios teóricos y las prácticas consideradas como representativas del arte italiano anterior a Rafael: fidelidad a la naturaleza, sinceridad y cuidado extremo en la terminación de la obra a través de sus ínfimos detalles. En términos temáticos, recurrieron a la historia legendaria y caballeresca de la Inglaterra cristiana, a Dante y a los pintores del Renacimiento italiano, cuyo simbolismo erudito impregnó sus obras. Fueron atacados por la crítica académica, pero, hacia 1851, encontraron en John Ruskin a su principal defensor. Con él coincidían en la vuelta a la sencillez de la naturaleza como representación de la verdad. La escuela prerrafaelista tuvo también su correlato en la poesía. Sus principales exponentes fueron Dante Gabriel Rossetti (1828-1882) y William Morris (1834-1896).
Yeats supo leer también a los poetas decadentistas o crepusculares, más que un grupo, una serie de individualidades surgidas a partir de las ideas de Pater y de las polémicas alrededor de la idea del “arte por el arte”. No se trata de un fenómeno exclusivamente británico, sino de una suerte de reacción continental que, en cada país, tendrá sus respectivas representaciones. La más importante tiene lugar en Francia con el simbolismo que, como señala el crítico italiano Mario Praz, “apuntaba a restaurar el poder sugestivo y mágico de objetos, palabras y sonidos en reacción contra los métodos pedantemente documentales de los naturalistas y realistas”. En Inglaterra, los autores más representativos del decadentismo fueron Algernon Charles Swinburne (1837-1909) y, algo más tarde, Oscar Wilde (1854-1900). Como dice Antonio Rivero Taravillo, traductor al español de la Poesía reunida publicada por Pre-Textos, Yeats fue un escritor que asistió al nacimiento de Irlanda como país independiente y proporcionó a la lengua inglesa la amplitud del simbolismo en la poesía.