Desandar los caminos
Una lectura del nuevo libro de relatos de Cristina Iglesia
Sandra Gasparini

Parajes es ante todo un conjunto de observaciones sobre el paisaje. Como haikus amplificados, estos fotogramas de una naturaleza en movimiento proponen fragmentos de sucesos a medio narrar, de historias que quedan truncas o abordadas in medias res.

Ese territorio anfibio y ominoso que es el ámbito rural correntino, sobre el que Cristina Iglesia ya había incursionado antes en Corrientes (Beatriz Viterbo, 2010) y Justo entonces (Beatriz Viterbo, 2014) se expande como una mancha que impregna otros lugares, como Balvanera, Berlín y Nueva Orleans. La narradora se desplaza en sus recuerdos, en apuntes que bocetan crónicas entre distintos espacios que irá transformando en lugares a partir de esa voz que desanda los gestos del costumbrismo, la crónica urbana y la autobiografía. Casi en conversación con los lectores, como Lucio V. Mansilla (no casualmente citado en “Un día alemán”), en diálogo con un Sarmiento que Iglesia conoce y ha estudiado como nadie (“Más afuera”) los parajes lejanos se unen entre sí con hilos sutiles e invisibles que las narraciones van enhebrando. El pensamiento crítico de Iglesia traza, también, algunas coordenadas: Juan Moreira es un gaucho hecho de palabras mientras que Antonio Gil le huye al relato (“Rojos II”).
El mito de origen de la escritura propia en “Horses”, la infancia en la isla del Cerrito en un episodio ya narrado parcialmente en textos anteriores pero ahora desde otra perspectiva (“Isleña”), una charla por celular que recupera la materialidad del ruido urbano, opuesto a la música de las garzas o al silencio aplastante del campo, o a lo no dicho (“Nada que ocultar”), la figura del padre, a la que siempre se vuelve (“Desembarco”, “Isleña”), las lecturas en bares, en las que la intriga de una novela de Larsson queda salpicada por retazos de frases de estudiantes de Psicología (“Mahon”) son todas excusas para desgranar una prosa de una delicadeza inusitada. Iglesia logra que miremos y escuchemos con ella, que nos asomemos a las filigranas de un lenguaje macerado en la literatura decimonónica y pulido en las calles y campos del mundo. Paraje por paraje, este libro habla de literatura.