La escena poética
La escritura como motivo en poemas de René Daumal, Roberta Iannamico e Inés Busquets.
VICTORIA D’ARC

Hace unos días, en la entrevista pública que le hicieron a Carolina Sanín en Malba, la escritora colombiana dijo que apuntaba a escribir sin narrar, lograr escribir algo sin necesidad de contar ningún cuento: algo así como menos peripecia y más poesía. Escribir sobre el mismo proceso de escritura, entender de qué manera se atraviesa el tiempo en ese trance. Se parece, en algún sentido, a ese escritor de principios del que se habló en estas páginas, o al germen de esas “charlas breves” de Anne Carson. Dice la poeta que “temprano una mañana faltaban las palabras” y que antes de eso no faltaban sino que existían hechos y existían caras. Dice: “Me puse a copiar todo lo que se decía. Las marcas construyen gradualmente un instante e naturaleza, sin el aburrimiento de un relato. Hago hincapié en esto. Hago cualquier cosa con tal de evitar el aburrimiento. Es la labor de una vida. Nunca se sabe lo suficiente, nunca se trbaja lo suficiente, nunca se usan los infinitivos y los participios de manera suficientemente enrarecida, nunca se abandona la conciencia con la suficiente rapidez.” Lo cité completo porque amerita detenerse en esa fascinación por la palabra y por el uso de las mismas de una manera “suficientemente enrarecida”. Allí, en ese mecanismo, Carson se aleja del relato para adentrarse en la maleza poética del bosque oscuro. ¿Cuál es la diferencia entre la luz y la iluminación?, se pregunta en “Charla breve sobre el final”. Y se refiere a un grabado de Rembrandt llamado “Las tres cruces”. “Es una imagen de la tierra, del cielo y del Calvario. Cae un momento sobre ellos como lluvia, la placa se oscurece. Se oscurece. Rembrandt te despierta justo a tiempo para ver cómo la materia se tambalea hasta perder la forma.”

“La imagen es la primera manifestación, como una primera hipóstasis, del acto poético”, escribió René Daumal en Pequeñas claves de un gran juego poético: es la Materia-Aliento captada por la Forma-Palabra. “La imagen inmediata es, en la duración de un relámpago, el único aspecto del mundo para el poeta”. Distanciado casi por cien años y por una cantidad de densidad poética me gustaría relacionar a Daumal con uno de los más recientes poemas de Roberto Iannamico. Es de 2021, del libro El arte de escribir al sol y que integra su obra reunida en Rosa. El poema que le da título al libro dice así:
“el arte de escribir al sol
se llama po
hace milenios que se practica
encontré una birome divina
pero le falta el interior
una pena
de aire serán mis poemas”

En la escena de escritura, la poeta habla de su contexto y de su materialidad: y a partir de esos elementos construye una metáfora delicada y conmovedora. Ese último verso (“de aire serán mis poemas”) resume toda una postura frente al hecho poético que puede ser naif pero también es de una delicadeza asombrosa. No son muchos los poemas donde Roberta describa su escena de escritura porque no es un tema para ella escribir: la escritura brota de la intimidad y de la naturaleza, en un tándem que se nutre y tambalea, se excita y se transforma hasta la revelación. Sencilla. Silenciosa. En armonía con el entorno. Quizás porque desde el título me remitía a Roberta, Inés Busquets hace lo propio en El lenguaje de las mariposas. Y este sí es un libro donde la escritura es el motivo. Girri lo supo y lo cito al maestro denostado porque es un poeta de taller y el taller es el nacimiento de los poemas de Busquets:
“La realidad es que salgo del taller con la poesía revuelta
siento el instinto atáviso
de aquella tribu a la que pertenecí no tengo chamán,
pero organizo mis días según lo que sueño.”

La metáfora del poema y las palabras con las cáscaras de mandarina y el abono de la tierra atravesadas por las lecturas (Saer, Casas, Nietzsche, Lispector) constituye en Busquets elementos de una búsqueda permanente que Roberta Iannamico supo hacer estética. Ambas lo logran a su modo. Es interesante el paso de la naturaleza a la cultura, el poema-ensayo a la mejor manera de Tamara Kamenszain es lo que Busquets articula con gracia y profundidad. La escena de escritura otra vez:
“Abrí los ojos
busqué un lápiz, cerca de la cama al alba
un sueño me anuncia
el preludio de mi próxima preocupación.”