El siglo de Trilce
A 130 del nacimiento de César Vallejo y a cien años de la publicación de su gran libro, siete rarezas alrededor de la vida y de la obra del gran poeta peruano.
MARINA WARSCHAVER

1
En la familia no lo llamaban César sino Abraham. O le decían Abrahamcito porque era el menor de once hermanos. Hijo de Francisco de Paula Vallejo Benítez y de María de los Santos Mendoza Gurrionero, César Abraham Vallejo nació el 16 de marzo de 1892 en Santiago de Chuce, departamento de La Libertad, Perú, en ese hogar, como dice Enrique Ballón Aguirre, “de raigambre andina, mestiza, religiosa, modesta, de austeridad moral y económica”. Sus padres querían que abrazara el sacaerdocio.

2
Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!
Estos son los primeros versos de Los heraldos negros, el poema que da título al primer libro de Vallejo publicado. Es el tono apesadumbrado en un lenguaje que articula la desolación y los desengaños y en los que se advierte un alejamiento del modernismo. José Carlos Mariátegui dijo que Los heraldos negros, “es el orto de una nueva poesía en el Perú”. En este punto cabe introducirse en ese revelador tomo en el que trabajaron Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi, Ser poeta hasta el punto de dejar de serlo, donde recuperan las reflexiones sobre estética y poesía que compiló Vallejo en sus cuadernos de notas.
3
Trilce iba a llamarse Escalas, Sólo de aceros, Féretros, Scherzando, Cráneos de bronce. Incluso Cráneos de bronce era el título con el que llegó a imprenta Vallejo pero fueron tan brutales las bromas de sus amigos con respecto al peso de la calaveras que al pie de la imprenta decidió cambiarlo: Trilce, eligió. Y los amigos también fueron quienes lo disuadieron de no adoptar el seudónimo de César Perú para escribir a la manera en que lo había hecho Anatole Thibault con Anatole France.

4
No se sabe con certeza el origen del nombre Trilce. Abril Xavier, en su aproximación crítica a la obra de Vallejo, explica que puesto a tener que cambiar el título del libro dadas las bromas de sus amigos y teniendo que reimprimir el primer pliego cuyo costo ascendía a la suma de tres libras, entonces, en un proceso mental y fonológico pasaría de las tres libras a tres, treses, trisses, tril, trilsso hasta llegar a Trilce, como sugirió André Coyné. “Ningún título de libro de poemas obtuvo mayor suceso que Trilce”, dice D. G. Helder. Ni Prosas profanas, ni Misas herejes, ni Altazor, ni En la masmédula. Trilce es un título raro, neológico, revulsivo, eufónico cuyas “coordenadas son la poesía y Latinoamérica, aunque bien podría ser la literatura y el idioma español, sobre la base en todo caso del lapso comprendido entre el Modernismo y nuestros días”. Keith McDuffie ofrece otra interpretación arriesgada para el significado del neologismo: “Líquido implica agua, símbolo bíblico y trílcico de la fuente de la vida. La poesía de Vallejo presenta la fundación del ser poético, o nueva visión de la realidad por medio del lenguaje.”

5
Luego de publicar Los heraldos negros y siendo ya reconocido por sus pares y por parte del público, se ve envuelto en un incidente político que incluye amotinamiento, muerte, incendio y robo. Vallejo es acusado de instigador intelectual de lo sucedido y el 7 de septiembre de 1920 es detenido. Es allí donde Vallejo empieza a escribir Trilce, un libro subversivo e incómodo.
6
Trilce es portador de un lenguaje “dislocado”, como entendió José Bergamín en el prefacio a la segunda edición del libro en Madrid en 1930. Dislocado suena atronador, mucho más si es leído desde la normalidad, desde lo pautado, desde el orden del discurso a decir de Foucault, en la episteme que registra, archiva y cuida la lengua dominante de la invasión de los bárbaros. Esa materia lírica experiencial, a la que aduce Américo Ferrari, más que experimental implica que los poemas tienen movimiento y son dinámicos, más allá del ajuste y el anclaje escriturario, sus sentidos se propagan con cada lectura e interpretación, por lo tanto “la expresión poética los traduce en un lenguaje violentamente contrastado”.
“Quién hace tanta bulla y ni deja
Testar las islas que van quedando.”
Ese comienzo cumple este mes cien años.

7
Bonus track: en octubre de 1960, Rodolfo E. Fogwill escribe un poema que permanecería inédito dentro de su obra. Se titula “César Vallejo”, escrito a máquina de escribir, y podría haber formado parte de los reconocimientos que el escritor hace en su primer libro, El efecto de realidad. Prefirió descartarlo:
“América de tan dormida amaneció Vallejo
un día cualquiera de la Historia
Era
César
Donde el imperio poesía se hace Inca
Gris en el Ande
Rojo en la resurrección
Y América fue una voz herida a fondo: César
Muerto en París con aguacero un día muerto
Se fue un pedazo de los hombres.
Eso es todo.
La poesía había hecho escala en su sien.”
