Los diciembres de Sylvia Plath

Analizar las cartas de adolescencia de Sylvia Plath permite leer en perspectiva sus inquietudes y construcción como poeta.

MARINA WARSCHAVER

Es domingo y es 24 de diciembre. A pesar de esa combinación irremediable, Sylvia Plath encuentra el entusiasmo necesario para escribirle una carta a Hans-Joachim Neupert, su amigo alemán por correspondencia, donde le cuenta que está pasando navidad y año nuevo en su casa, en un descanso de los agitados días de universidad. Sylvia había terminado su trabajo en la granja y había recibido una beca para estudiar en el Smith College que cubría la mayor parte de los gastos. Por eso tenía que estudiar mucho para mantener sus notas y poder renovarla. De otro modo nunca hubiera podido estudiar en esa institución. Sylvia parece contenta. Es una de las 2500 alumnas que estudia literatura francesa, botánica, historia europea, arte, inglés y en ese lugar hasta la “obligan a hacer educación física”. (Sylvia era una de las nuestras.) “Lo único malo es que los estudios nos tienen tan ocupadas que nunca tenemos suficiente tiempo para mantener todas las conversaciones que nos gustaría tener sobre la vida”, escribe Sylvia. Antes hablé de entusiasmo y justamente eso es lo que se advierte en esa carta de diciembre que puede encontrarse en el volumen uno de la correspondencia de Sylvia Plath (que abarca el período que va de 1940 a 1951) publicado en español por la editorial Tres hermanas.

Retrocedamos un poco en el tiempo. 
Tres años antes de esa carta, Sylvia estaba exactamente en la mitad de su vida. Era sábado y también era diciembre. Quienes admiran la poesía de Sylvia Plath siempre hacen esa misma cuenta que acabo de hacer: si vivió del 27 de octubre de 1932 hasta el 11 de febrero de 1963, la buena de Sylvia estuvo en este mundo 11.064 días; o tan sólo 30 años, 3 meses y 15 días. La mediana edad de Sylvia Plath fue, entonces, de 5.532 días y ese día fue el sábado 20 de diciembre de 1947. Tenía 15 años, 1 mes y 23 días, estaba en su primer año en el Gamaliel Bradford High School, el mismo año en que tomó su primera clase de literatura con el profesor Wilbury Crockett (el dato es relevante si tenemos en cuenta que cuando Sylvia publicó The Colossus and Other Poems en Inglaterra, le envió una copia a Crockett con esta dedicatoria: “Al Sr. Crockett, en cuyo salón de clases y sabiduría tienen raíces estos poemas”). Suele prestarse mucha atención a los últimos siete años de la vida de Plath: los poemas y otros escritos, las cartas, el drama de su encuentro con Ted Hughes, su matrimonio y su ruptura, y todo lo que conocemos alrededor de ese final trágico pero este primer volumen de cartas permite adentrarnos en el resto de su universo y comparar las inquietudes y sentimientos que Plath presentó como adolescente de lo que fueron los intereses, la participación y las opiniones político-históricas posteriores de Plath.

Volvamos al comienzo.
A esa carta dirigida a su amigo alemán. Sylvia le cuenta que a pesar del estudio incesante también tienen algun momento de diversión, algunos bailes y fiestas los fines de semana pero entonces aparece en su espíritu el miedo. Es la época de la guerra fría. Tiempos en los que el imaginario estaba amenazado por la bomba atómica. “El miedo latente a la guerra me molesta tanto que nunca puedo ser completamente yo misma en esa alegre vorágine artificial –escribe Sylvia–. El miedo a no poder vivir nunca en paz y amor con mis amigos y mi familia está siempre latente. Mucha gente se siente como yo y sacrificarían muchas cosas por la paz. Pero luego están los demás, los tontos que creen que para terminar con la amenaza comunista hay que comenzar una guerra. No entiendo cómo alguien es capaz de creer que la bomba atómica va a ahuyentar a los demonios. La democracia y la libertad no sirven de nada en un mundo de escombros y rayos radioactivos”. Casi al final se advierte que Sylvia no quiere caer en esos pensamientos oscuros y empieza a despedirse de su amigo de esta manera: “¡Quizás deberíamos dejar de preocuparnos tanto por el futuro y disfrutar cada vivencia del presente al máximo!”
Como decíamos: es impresionante leer estas cartas de adolescencia de Sylvia Plath con la perspectiva de lo que fue toda su vida y toda su poesía.