Un álbum de personajes

El escritor Luis Gusmán adelanta lo que será “Imborrables”, un álbum de personajes literarios del Río de la Plata.

LUIS GUSMÁN
Larsen, de Marcela Motta
Larsen, el personaje de Onetti pintado por Marcela Motta.

En su poema El cisne, Charles Baudelaire dice que “las formas de una ciudad cambian más rápido que el corazón de los hombres”. Por suerte, pareciera que el empedrado de San Telmo, sus casas, resisten en dirección contraria a la afirmación baudeleriana. Aquí estoy entonces. En la esquina de la librería Club Burton, que ya en su nombre homenajea al traductor de Las mil y una noches que, sabemos, no es sólo un libro sino el arte mismo de contar. Con esto quiero decir que contar y leer implican la posibilidad de salvar y perder la cabeza.
Burton fue de profesión, espía, antropólogo y viajero. Un lector tiene algo de esas tres ocupaciones.
Puedo ver que las paredes exteriores de esta librería tienen algunas pintadas. Eso me lleva a recordar un graffiti escrito en una pared de Avellaneda: “Si no nos dejan soñar, no los vamos a dejar dormir”. Quizás por ese recuerdo me gusten los libros que me desvelan, y los que me hacen soñar. Pero cada lector tiene sus propios desvelos y sus propios sueños.
Si, como afirma Borges, nuestro libro inaugural hubiese sido Facundo, podríamos decir (lo digo) que todo empezó con un graffiti escrito por Sarmiento en un cerro de Zonda: “Bárbaros las ideas no se matan”. Frase que Sarmiento atribuyó a José Gil Fortoul, pero que en realidad era del conde de Volney. Y que aparece firmada por Sarmiento. Es posible, entonces, para decirlo de una manera onettiana, que en esta tierra de nadie la literatura comience, y mucho antes del Pierre Menard, como una atribución errónea.

La Maga, de Cortázar, según María Pinto.

De pie frente a la librería, en esta calle de San Telmo, decido hablar de un libro que aún no nació, un no-nacido que se encuentra en gestación, cuyo nombre es Imborrables, un álbum ilustrado de personajes y temas de la literatura del Río de la Plata. La palabra imborrable alude a lo que no se puede borrar en un escrito o en un dibujo. Parece una contradicción, es cierto, ¿para qué hacer un álbum de aquello inolvidable que no se puede borrar? Quizás para diferenciar el olvido de una mala memoria. Y también porque es posible que el olvido y el recuerdo no sean opuestos sino complementarios.
Un álbum de personajes literarios, porque los personajes siempre están vivos, aunque mueran en la ficción. Vivos, porque cada lector le da la vida que quiere, incluso la propia.
En principio, este álbum en gestación es de personajes y no de autores. En mi generación más de una chica de los sesenta estaba dispuesta a perder al cabeza por ser la Alejandra de Sábato o la Maga de Cortázar. Y más de un muchacho mufado, uno de los locos de Arlt. Eran tiempos en los que la literatura era una conspiración de palabras contra la literatura establecida.

Los personajes siempre están vivos, aunque mueran en la ficción. Vivos, porque cada lector le da la vida que quiere, incluso la propia.

La literatura del Río de la Plata tiene sus personajes: Amalia, Facundo, Moreira, Maldoror, Erdosain, Funes, Ema Zunz, La Maga, La Raba, Larsen, Ema la cautiva, Sandra Opaco o La Poly. Tiene también la cruzada de los niños de una orilla a la otra: el niño proletario, el Carapálida, el niño judío, el niño huérfano, llamado Tabaré, la niña Beatriz.
Tiene sus alter egos: el Renzi de Piglia, el Tomatis de Saer, el Minelli de Martini, ese pretexto que cobija a cada escritor en ese doble que a todos nos acompaña y que es nuestra propia sombra literaria.
Tiene sus dúos. No hay Fierro sin Cruz, no hay Molina sin Valentín, no hay Larsen sin Diaz Grey.
Tiene también los temas, las invenciones. Desde los autómatas de Holmberg a las muñecas de Felisberto Hernández. Los inventores de Arlt, la rosa de cobre, la máquina de Morel, los inventos de moldes tipográficos de Héctor Libertella, el fotógrafo Russel de Piglia mostrando en su truco que toda ciudad se desdobla siempre en una ciudad ausente.
También los lugares. El primero siempre será el desierto. Para Sarmiento, ante el vacío de toda huella de la civilización, lo puebla de citas. Basta leer en Facundo los epígrafes que encabezan cada capítulo desde el desierto en oriente, al de Estados Unidos. En esa tensión entre desiertos diferentes, el real, el utópico, el político y, para decirlo con el título de Arlt, el de utilería cuando el desierto entra en la ciudad.

Emma Zunz, de Borges, por Noemí Spadaro

Siempre me gusta refugiarme en la etimología.  En esta ocasión me sirvo de ella para irrumpir en este álbum en la contigüidad entre lo pintado y lo escrito, colocando entre ambos registros la palabra tensión. Porque esta palabra deriva etimológicamente en “tendido”, en “tono”. Estas acepciones me permiten una apelación a lo cromático como puente entre el color y la música de las palabras. Una poética entre las literaturas de las dos orillas del Río de la Plata.
Este álbum al que decido referirme en esta esquina, está compuesto por pinturas y siluetas que fueron dispuestas de tal manera que no duplican, ni explican, a una por la otra. Y cuando termine de gestarse, cuando el lector por fin abra el libro, entonces se sorprenderá de que muchas veces, el personaje pintado y el personaje leído no se no parecen entre sí.
Por supuesto, decidir que sea un álbum y no un diccionario implica siempre un juego de exclusiones e inclusiones. Hay arbitrariedades, caprichos, el peso de los nombres propios, de la acumulación de libros que a veces llamamos una obra. No es ni una justificación ni una disculpa, es literal. El álbum se hizo sin consignas, es decir dispuso de libertad. Nunca hubo exigencias de estilo o de contenido. Este álbum al que quiero referirme esta tarde, en esta esquina, no hubiera sido posible sin las pinturas de Marcela Motta, María Pinto, y Noemí Spadaro. Tampoco sin las siluetas de las escritoras y de los escritores que también lo hicieron posible. El álbum se abre con un dibujo de Felipe Noé que muestra a Cortázar jugando a la rayuela con una pata suspendida en el aire. También con una bandera, un prócer, dibujados por Liliana Porter que nos recuerdan a las miniaturas a nuestros libros y cuadernos escolares. Estas ilustraciones, nos llevaron mágicamente a ese juego de la infancia, y a este álbum que se fue armando paso a paso, saltando  literariamente de una orilla a la otra del Río de la Plata.

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