Una historia de la “basura blanca”
La historiadora Nancy Isenberg articula en “White trash” cuatrocientos años de las clases bajas estadounidenses y trata de entender aquello que las constituye.
RAFAEL S. CRUZ

Cuando Rust Cohle y Martin Hart, en la primera temporada de True detective, recorrían en auto esos parajes desolados de un Estados Unidos profundo entrábamos en el núcleo de una historia construida sobre el nihilismo, la degradación y la violencia. De eso se trataba la serie. De la mano de esos dos oscuros detectives interpretados por Matthew McConaughey y Woody Harrelson, acompañados por los rasguidos de “Far from Any Road”, de The Handsome Family, somos conducidos, como espectadores, a las obsesiones de esos personajes, a la brutalidad y a la tensión que se palpitan en esos devastados paisajes de Louisiana. La serie de Nick Pizzolatto tenía como trasfondo una región geográfica, pero más que nada una historia social densa y de una complejidad bastante particular.
Durante la campaña que llevó a la presidencia a Donald Trump, muchas veces el periodismo recorrió ese territorio para tratar de entender la forma de pensar de su electorado: las clases bajas blancas de la profunda Estados Unidas. Lo conocíamos por True detective, pero también por el cine de David Lynch, las novelas de William Faulkner o el grotesco norteamericano de Flanery O’Connor: una literatura de la frontera llena de personajes disparatados tan cómicos como terribles.
La historiadora Nancy Isenberg pretende entender la formación, el desarrollo, y, en última instancia, esa forma de pensar reaccionaria, conservadora y violenta de un sector que permanece olvidado hasta que la clase política, el progresismo y los medios de comunicación se dan cuenta de que ellos también votan. Y en muchos casos son mayoría. ¿Quiénes son? ¿Cómo piensan? Es lo que se conoce como los White Trash (o la escoria blanca), concepto que le da título al voluminoso libro que articula cuatrocientos años de su historia.

Desde el principio, Isenberg se propone desarmar muchos de los mitos y prejuicios de las clases sociales estadounidenses con el objetivo de ubicar su recorrido social e ideológico. Entre estos mitos que Isenberg apunta a cuestionar está la idea de que el Nuevo Mundo, para los colonos ingleses, era un territorio de libertad y posibilidades. Los primeros hombres que llegaron quizás encontraron una tierra fecunda, pero también un espacio jalonado por inmensos páramos, aguas estancadas repletas de malas hierbas y fangales fríos e inservibles.
A su vez, Inglaterra encontró una ocasión única para vaciar sus prisiones y deshacerse de miles de reclusos: un desagüe para desagotar indeseables, vagabundos y delincuentes. Lo que buscaba Inglaterra era que cada uno de los viajeros al nuevo continente contribuyeran al engrandecimiento del imperio británico. Nada más. Por eso, la imagen real de los pioneros distaba bastante de la mítica imagen que se tiene de “los padres peregrinos” y que la historia y la cultura estadounidense supo construir y repetir como un cuento de esperanza y fortaleza.

La intención de la autora es blanquear la historia colonial de Estados Unidos y para eso desestima la idea de que los colonos del Nuevo Mundo fueran la presunta encarnación de la movilidad social, y a pesar de que los padres peregrinos se encuentren en la base de la “venerada fe en la libertad” estadounidense, los norteamericanos del siglo XIX terminan por alumbrar, como plantea, “un exuberante abanico de regios estratos democráticos”. Y en ese sentido, para entender el pasado y un presente que llegó a encumbrar a personajes nefastos como Trump resulta fundamental leer este libro.
El español Iván de los Ríos, doctor en Filosofía y uno de los coordinadores del libro True Detective. Antología de lecturas no obligatorias (Errata Naturae), señala que la serie es un juego de espejos articulado en torno a la idea misma de la obsesión. “No el crimen, la verdad o la muerte, sino la pérdida, la herida y el trauma son el auténtico trasfondo de True Detective: la familia perdida, la familia muerta, la familia expulsada. El amor como única expiación posible ante la culpa de haber nacido, ante el abandono delictivo del fondo indeterminado de todas las cosas.”
