Horacio, la gran conversación

Sociólogo, crítico cultural, docente y exdirector de la Biblioteca Nacional, Horacio González fue un referente indiscutible del pensamiento argentino. En la semana de lo que habría sido su cumpleaños, una serie de registros inéditos que muestran su lucidez y ambición crítica.

ELENA DONATO Y VALENTÍN DÍAZ


Mientras la muerte esté sucediendo, y no suceda nada más, lo que se escribe no es un pensamiento ni tiene otro destino que el de un destello perdiéndose en la espiral de imágenes que comienzan a girar en torno al centro de vacío, como un instante de horizonte luminoso que hiciera visible la oscuridad. Lo que podamos pensar con Horacio González, lo que podamos pensar todavía, es una incógnita que nos espera en el futuro que sea capaz de interrumpir su muerte. Ahora sólo necesitamos seguir escuchando su voz, con esa cadencia que parece alejarse cuando se aproxima, alejarse ferozmente como montado en las resonancias que escuchaba en la ironía de una palabra de la lengua literaria o popular, del acontecimiento cultural, potencias libertarias que esperan en los desvíos de los sentidos impuestos, potencias insurreccionales en actos de resistencia desconocidos u olvidados, actos de imaginación sublevada que agitan la lengua y resuenan en la literatura, en la escritura de la historia, para volver al presente en que lo escuchamos estremeciéndolo, interrogando esos misterios, aventuras de quienes alguna vez se entusiasmaron con la posibilidad de una humanidad no humillada.


Lo que perdemos con Horacio es una memoria entera del mundo en la que un detalle de la vida desemboca en la palabra, en la intervención que ante cada torsión del presente esperamos de Horacio –¿viste lo que dijo Horacio?, ¿leíste el texto de hoy de Horacio?– y que luego de un par de giros desembocó tantas veces en un libro. Cada uno de esos detalles es condición, experiencia que da peso y poder de evocación a cada una de esas palabras meditadas y elegidas, menos como palabra justa que como palabra necesaria y urgente. Eso es algo de lo que vibra en sus textos y en su voz, en la pausa que se oye no sólo como recomienzo del pensamiento sino también como proceso en el que ese pensamiento se pliega sobre sí mismo para poder leerse, una ética que logra medir todo lo que se pone en juego en cada elección, en cada nombre, en cada conexión. Así Horacio sostuvo durante tantos años un discurso sin perder nunca de vista lo que está en juego en el acto mismo de sostenerlo y en la tradición que retomaba al intentar sustraer ese discurso a la reproducción de un poder y a la arrogancia tecnócrata.


Por eso elegimos publicar dos registros de video de conversaciones que mantuvimos con Horacio en los últimos años, como un modo de seguir escuchándolo. Su participación en junio de 2018 en París, en un coloquio sobre la Universidad como acontecimiento y que se proponía conmemorar en conexión el centenario de la Reforma universitaria de 1918 y el medio siglo de mayo del 68. Diálogo con Senda Sferco y Martín Cortés, que vale como anticipo de un libro que aparecerá en los próximos días en Francia, La philosophie interrompue: venir après. La Reforma Universitaria de 1918 et mai 68, bajo edición de Patrice Vermeren, Alexis Chausovsky, Elena Donato y Agostina Weler, por la editorial l’Harmattan (colección «La philosophie en commun») y en el que se incluye esta entrevista traducida al francés, episodio de una conversación que, a lo largo de casi cuatro décadas, Horacio sostuvo con Patrice. Escuchamos la voz del profesor universitario, el profesor no profesoral, que lee el Manifiesto de la Reforma de 1918, lee la escena y los nombres, los atrevimientos, y sale de él para recordarnos las preguntas que no se hace hoy la universidad, que no se hacen quienes la gobiernan, y sin embargo son las que deberíamos poder hacer.


En el segundo, grabado a fines de junio de 2019, Maximiliano Crespi, Sebastián Hernaiz y Fernando Alfón dialogan con Horacio sobre su entonces recientemente aparecido Borges. Los pueblos bárbaros. Horacio había escrito en julio de 2016 una contratapa en Página/12 titulada “¿Cuál Borges?” en la que un gesto que una lectura apresurada podría considerar, a esta altura, intemporal –escribir un libro sobre Borges–, revela haber estado, por el contrario, y aún cuando en ese libro confluyeran lecturas de toda una vida, inscripto radicalmente en una disputa en la que se superpone la coyuntura política y los más antiguos debates argentinos. Allí, sin embargo, Borges no es un puro medio para hablar en realidad de otra cosa ni tampoco un botín de guerra, sino un modo de tomar posición y seguir sosteniendo un pensamiento situado. “Todo hecho, acto o elemento cultural –escribió Horacio a propósito de Viñas pero bien vale como exposición del propio método– es interrogado según el amplio mundo al que pertenece, la secuencia que lo contiene, la derivación a que da lugar, la serie que integra, el reemplazo que produce, el desplazamiento hacia la fachada o hacia el corazón de las ideologías de dominio. En fin, ningún acontecimiento cultural está estable y quieto en la gran conversación”, en Horacio.

Registro de la grabación a cargo de Diego Cousido.

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