El otro animal

Con El matrimonio de los peces rojos, ganador del Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero, Guadalupe Nettel indaga sobre el sentido y el destino de la vida animal.

Mariano Granizo

El matrimonio de los peces rojos, libro ganador de la edición de 2013 del Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero ha vuelto a llibrerías de la mano del sello editor español Páginas de Espuma, dirigido por Juan Casamayor. En él la reconocida narradora mexicana Guadalupe Nettel pone en evidencia aquello que las personas pueden percibir en los animales para poder comprender sus propios procederes y decisiones en el ámbito naturalizado de lo social.

Cinco cuentos le bastan a Nettel para poder retratar lo que pasa por la cabeza de aquellas personas que deben encontrar dónde colocar el interés para no enfrentar el desinterés en lo propio y así, finalmente, lograr comprender lo propio por lo otro. Ese otro siempre se manifiesta en una animalidad pura, que muestra su esencia, algo que a los personajes de los cuentos de Nettel les cuesta encontrar en sí mismos. Si el otro humano (sea bebé, marido, padres, jefes, amantes, etc.) complejiza la vida, cuando ese otro es un animal (un pez, una gata, las cucarachas que por ser todas iguales parecen una sola inmortal y replicada, hongos vaginales o una serpiente) lo único que hace es mostrar en su esencia, en su vivir simple y desacomplejado, guiado por el instinto y las necesidades básicas, las carencias y problemas de quien observa. Los personajes de Nettel, aquellos que llevan la narración sobre sus hombros, pertenecientes todos a una clase media poseedora orgullosa de cierta educación universitaria solo son capaces de verse reflejados en un otro alegórico/animal; una alegoría fácil, simple como toda alegoría, con el fin claro de hacerle primar algo, la única lectura posible de una historia, para aquel que no puede pensarlo por sí mismo, por cobardía o incapacidad. La hipótesis de lectura que propone es la de la alegoría y lo que resta es leer, no dicha alegoría, sino su propuesta como forma expresiva cerrada. Esa cobardía o incapacidad, en los cinco relatos que componen el libro, Nettel se la atribuye como constitutiva a la propia clase media/alta que se muestra erguida por sobre el resto de las clases, tanto humanas como animales.

En el régimen utilitario del cuento clásico, cuento en el que lo que se narra siempre sirve para algo, cumple una función, es el instrumento para mediatizar una idea: esta puede ser tanto la lucha de clases como la descomposición de un matrimonio, la contradicción de los deseos maternales o la dependencia de otro para evitar ser libre. Así como contar la descomposición de la descomposición a secas podría no funcionar u obligar al narrador a cruzar límites autoimpuestos, contar a partir de lo que percibe en los otros sirve para hacerse cargo, el personaje narrador, de lo que le ocurre. Personajes algo tontos, cobardes, o ingenuos, precisan del afuera como espejo para poder reflexionar sobre lo propio, para explicarse a sí mismo lo que le ocurre, su putrefacción, su insatisfacción, el aburrimiento, el agobio, y no hay nada más afuera de lo humano que lo animal.
Lo cotidiano alegórico, porque a la clase que Nettel describe no le gusta llamar a las cosas por su nombre (ese espacio en que existe la vocación para no hablar de duros determinantes de clase), es la única posibilidad de reconocer las percepciones de las cosas mínimas de propia vida; todo está fuera de la propia vida, lo otro es lo que permite adivinar el propio desastre, que por propio se torna irreconocible. En este libro de la la ganadora del Premio Herralde Novela por Después del invierno, el cuento funciona como intento de comprender, controlar y poner en palabras el mundo al cual se pertenece; personajes con una añoranza del mundo como algo nuevo para percibir, todo para encontrar dónde colocar el interés para no enfrentar el desinterés en lo propio, otro interesante como materia de investigación para no habitarse a sí mismo, para no habitar su espacio. Pero el otro, y en estos cuentos ese otro animal, no existe como tal, sino como uno reflejado. Es en el desfile de miembros de clase media que Nettel construye relatos alegóricos para la identificación de sus problemas. Ya en la decisión de los títulos de los cuentos, Nettel obliga a una lectura con la atención puesta en la otra parte, en lo animal, como reflejo explicativo de lo humano. Hombres y mujeres, adultos y niños, dependen de la manifestación de lo otro (animal) para encontrar las claves de lectura del mundo que siempre han estado ahí nomás.