Las manías del señor Fisher

En Lo raro y lo espeluznante (Alpha Decay), Mark Fisher explora esas dos zonas de la producción cultural en un recorrido al mismo tiempo preciso y caprichoso por discos, libros y películas.

FLAVIO LO PRESTI

Mark Fisher es una figura querida entre nosotros. Con dos libros que resumieron al mismo tiempo el malestar frente a la aparente irreversibilidad del estadio actual del capitalismo (Realismo capitalista) y la posibilidad de, en medio de la depresión endémica, devolverle a la vida una esperanza de movilidad (Los fantasmas de mi vida), los dos escritos en una amena pero precisa prosa de bloguero, consiguió un pequeño éxito que coincidió con su desaparición trágica: fue casi al mismo tiempo alguien que se volvió familiar y se nos hizo forzoso extrañar.

El tema de Lo raro y Lo espeluznante parece llevarlo por un camino diferente, orientado directamente a la estética (o a la crítica estética de artefactos culturales: discos, libros y películas) pero en todo el desarrollo de la argumentación aparece el fantasma del capitalismo filtrado entre las líneas que dibujan los krakens, las cortinas, los pozos, las playas desoladas y los océanos interplanetarios que pueblan estas páginas: “Ahora nos hallamos en posición de responder por qué es importante pensar sobre lo espeluznante. Teniendo en cuenta que lo espeluznante es un aspecto clave en el problema de quién o qué realiza la acción, está muy relacionado con las fuerzas que rigen el mundo y nuestras propias vidas. Debería quedar especialmente claro a aquellos que vivimos en un mundo capitalista globalmente interconectado que tales fuerzas no son del todo accesibles a nuestra aprehensión sensorial. Una fuerza como el capital no existe en ningún tipo de sentido sustancial, pero es capaz de provocar efectos de casi cualquier tipo”. 

De todos modos, el objeto concreto de este ensayo es aquello que está cerca de lo humano y familiar pero no lo es, que a veces es una exterioridad absoluta y otras un elemento interior que excede el dominio subjetivo, en estas dos vertientes que en inglés se dicen con palabras que, quizás, tengan una tradición más específica: lo Weird (lo raro) y lo Eerie (traducido como lo espeluznante). En un esfuerzo por delimitar esas zonas en la producción artística (aunque no exclusivamente en este dominio) Fisher recorta lo raro y lo espeluznante en primer lugar de lo terrorífico (ya que lo raro y lo espeluznante pueden provocar pavor, pero no necesariamente), y en segundo lugar del concepto freudiano de unheimlich, ya que lo raro y lo espeluznante no consisten en hacer familiar lo desconocido ni enrarecer lo familiar. 

Lo raro, en primer lugar, es la aparición de algo que no debería estar “allí”: algo que trae a lo doméstico un elemento irreconciliable. Mientras lo raro, entonces, se constituye a partir de una presencia (una presencia a veces “rebosante”) lo espeluznante, por su parte, lo hace a partir “de una falta de ausencia o por una falta de presencia”, un efecto sostenido en algo ausente en lo raro: el suspenso. La pregunta a la que nos arroja lo espeluznante es la del misterio por el origen de algo que está donde no debería (la falta de ausencia, como la huella de Viernes en Robinson Crusoe)  o por una falta de presencia (¿por qué no hay fines detrás de las acciones del océano del planeta Solaris? ¿Es como un niño que interpreta mal nuestros deseos o es un psicópata que nos atormenta?). 

Fisher utiliza este esquema para hacer lo mejor que podría hacer: un recorrido personal y caprichoso por los vastos territorios de lo raro y lo espeluznante, que incluye un puntapié inicial en la obra cada vez más valorada de Lovecraft (Fisher lo compara con Borges y le da la ventaja al oscuro hombre de Nueva Inglaterra), una lectura en clave de simulacro de una novela poco comentada de Philip Dick (transformado por Fisher antes en un etnógrafo del American Dream que en un profeta), la exploración de las obras de Lynch, Tarkovsky y otras figuras enormes y conocidas de la cultura occidental del siglo veinte, pero también secretos a los que internet nos da acceso inmediato. Después de leer Lo raro y lo espeluznante es difícil no correr a ver si existe traducción de la novela Red Shift, de Alan Garner (que parece una versión intensa y lírica de Todos los fuegos el fuego) o a ver Debajo de la piel (una película protagonizada por Scarlett Johansson de la que en particular no tenía noticias), o la película australiana Picnic en Hanging rock, o escuchar las canciones de The Fall. Además del preciso escrutinio de las formas que asume lo raro (el viaje en el tiempo, la presencia monstruosa, la simulación, lo grotesco) o lo espeluznante (el paisaje desolado, el impulso tanático, la disociación de cuerpo y “alma”) el ensayo de Fisher es, como todo exhibidor de manías, una máquina de abrir puertas desconocidas.

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