Visiones de la periferia
El conurbano es un lugar de transición, el canal que comunica al centro de un territorio con el resto, y es el núcleo de “Conurbe”, antología de textos compilada por Julián López.
DOLORES CAVIGLIA

Seguro que si alguien, cualquiera, se pregunta qué es no encuentra una única respuesta. Buscar lo preciso, aquello de bordes nítidos, a veces no es posible. De hecho, esas mismas veces, esa imposibilidad es justamente la esencia. Cuando eso ocurre, cuando lo que se intenta definir no halla definición, solo resta pensar. Pensar la cosa. Como hace Conurbe. Cartografía de una experiencia, una antología compilada y prologada por el escritor Julián López y editado por la Universidad de Hurlingham que hurga en lo que representa esta zona del país, el conurbano, de tantos países, para distintos autores, entre ellos Claudia Piñeiro, Selva Almada, Camila Sosa Villada, Hugo Salas, Inés Garland, Dolores Reyes, Gabriela Cabezón Cámara y Carla Maliandi.

Cornurbe es la suma de sus partes pero también lo otro, eso que se forma al terminarlo, una idea que como bruma queda rumiando al leer la última frase de la última de sus casi 170 páginas: “Con amor para las que vendrán”. Una idea que no concluye. Es la vida de una adolescente en bicicleta, el sexo primero a las apuradas y al aire libre, es la casa compartida, un cuarto con más de una generación, los colchones en el suelo, el olor de la tarde, el embarazo no pensado, una anciana a la que cuidar, los insectos de día, de noche, el agua sucia, la fe en la religión, el futuro que no se arma, la autopista que separa, una odalisca, el casco amarrillo de un obrero, la infancia como esa felicidad perdida. La mezcla que da lugar a la posibilidad. La vergüenza de ser lo que se es. Un aprendizaje. Una prisión.
Con narradores que cuentan historias en primera, en segunda y en tercera persona, el libro recorre imaginarios y no tanto, también estadísticas. En la Argentina, por ejemplo, el conurbano de Buenos Aires es uno de los lugares más afectados por la inseguridad y hay textos sobre eso. Pero asimismo anécdotas un poco robadas a la biografía. Y más. El libro habla de costumbres, de realidades y de una identidad que se establece por oposición a la capital, a lo capital, pero también por placer. El conurbano propio, el ajeno, no es tanto una zona en un mapa sino una manera de ser, por elección. Dice Selva Almada: “Los patios estaban desiertos excepto por algún perro atado con una cadena, echado a la sombra de una pared, o dos o tres vecinas que aprovechaban el tiempo muerto del horario de la siesta y el alivio de los hijos en la colonia de vacaciones para tomar sol o afeitarse las piernas en una palangana”.

El cornurbano es un gris, es un lugar de transición, es el canal que comunica al centro de un territorio con el resto y por eso es confuso. Un sitio que queda de paso pero en el que muchos se quedan y que está siempre en obra, como sus casas. Nunca termina de terminarse porque no puede, porque está en su origen no parar de cambiar. Por eso a veces es lo que se tapa, lo que no se deja ver o lo que no quieren que se vea, como la lucha de una travesti por ser quien es sin reproches.
El libro además es un viaje por esos rincones que parecen haberse quedado en el pasado porque el conurbano también es el conjunto de los tiempos, de lo que pasó, de lo que jamás será y de lo que se tarda en llegar. Ese punto que está en todas partes, como la sangre en el cuerpo.
Escrito en una prosa sin artilugios pero suave como el polvo que levantan los autos en sus calles de tierra, a veces más, a veces menos, los escritores de los doce relatos de este compendio invitan a formar parte de la experiencia de sentir al barrio, mirado desde todos los ángulos, como una herida, como un corte, y a la vez como un cordón, el cordón del conurbano, el hilo que une los días de una vida. Entre chismes, hábitos, dolores, recuerdos y alguna que otra vez muchas ganas de volver.