Cómo hacer la revolución en tetas
En los tiempos del homo videns, Hoja de Lata acaba de reeditar Manifiesto FEMEN, un llamamiento feminista a levantarse en acciones de guerrilla mediática contra el patriarcado.
Ana García Orsi

En Ucrania nacieron muchas cosas. En 1835 nació, por ejemplo, el filólogo Aleksandr Potebnia quien afirmaba que el arte no era más que el pensamiento por medio de imágenes. Para nosotres hoy, ciudadanes de esta polis de memes, es difícil que la definición de Potebnia no resulte laxa y un poco vagoneta. De ese parecer fue también el crítico literario Víctor Shklovski, quien hizo célebre a este oscuro filólogo ucraniano cuando decidió comenzar el “Arte como procedimiento” discutiendo tal definición. Con ese texto de 1916, Shklovski paría al formalismo ruso, toda una revuelta en los modos de leer literatura.

Cuando en Ucrania, en el año 2008, la activista Anna Hutsol inaugure el movimiento FEMEN con una serie de performances contra la explotación sexual de las mujeres va a resonar la lección de Shklovski: la revolución está en el procedimiento.
FEMEN es un colectivo internacionalista contestatario y feminista que lucha “contra todas las formas de alienación de la mujer”. Célebres por saber explotar las mieles de un activismo performático ante el cual los medios de comunicación caen como moscas, las sextremistas —como se autodenominan sus militantes— llevan más de diez años organizando en todas partes del mundo protestas de guerrilla mediática contra el patriarcado y sus “tres pilares: las dictaduras, la industria del sexo y las religiones”. La editorial Hoja de Lata acaba de reeditar su manifiesto de 2015 con traducción de Irene Aragón.
El Manifiesto FEMEN puede leerse como un rito verbal dirigido fundamentalmente a seducir nuevas reclutas. Su retórica enardecida ofrece ante todo un sistema de referencias identitarias: “estamos guiadas por una ideología absoluta, constante e incorruptible” claman en el prólogo. En un mundo que no puede dar ninguna garantía de bienestar a las jóvenes generaciones de trabajadoras, la retórica de FEMEN se adelanta a ofrecer un lugar de pertenencia, pero también un redpilleo feminista, una cosmología teórico-práctica y con ella, un modo de procesar experiencias para las cuales los discursos dominantes no tienen aún palabras disponibles.

Los métodos de FEMEN son tan foquistas como icónicos: mujeres con el torso desnudo pintado con eslóganes, alzando el puño y con la cabeza coronada de flores irrumpen en eventos de relevancia comercial, social, política. Su campo de batalla es la mediatización. “Cada mujer lleva en sí la rebelión” es el lema de este colectivo que tiene por logotipo la letra f del alfabeto cirílico, semejante en su aspecto a los pechos femeninos.
La primera frase del manifiesto es taxativa: “Las mujeres no necesitan reformas, necesitan una revolución”. Y la revolución para FEMEN nace del shock. Los métodos de manifestación y protesta tradicionales no funcionan —afirman— para comunicarse “con el mundo brutal de los hombres”. De ahí que para las sextremistas la manifestación con los pechos desnudos sea “un arma de destrucción del sistema patriarcal opresor”. La equivalencia entre tetas y armas, aunque recurrente a lo largo del manifiesto, también deja paso a otra variante: “nuestros pechos son nuestros estandartes”. ¿Armas o estandartes? La respuesta se vuelve irrelevante porque, como la de los formalistas rusos, la estética de FEMEN es antireferencialista: la clave estaría en revolucionar el procedimiento. “Un pequeño elemento disidente, un escándalo revelado o una situación mediática comprometedora pueden hacer tambalear toda la maquinaria” explica el manifiesto. Precisamente el gran aporte de Víctor Shklovski es su idea de que el arte desautomatiza la percepción. Lo que en nuestra gris cotidianeidad percibimos naturalizado nos es presentado, en la literatura, bajo una nueva luz que nos hace experimentarlo a conciencia: “La automatización devora los objetos, los hábitos, los muebles, la mujer y el miedo a la guerra” —dice el crítico literario ruso en 1916— “el arte nos libera de los automatismos perceptivos”. Si, bajo el régimen patriarcal, el cuerpo femenino desnudo es un bien de consumo, bajo la revolución formal que proclama el sextremismo del siglo XXI, éste se transforma en instrumento de la revolución. Donde el patriarcado explota el cuerpo femenino a través de la imagen y el discurso, el manifiesto FEMEN propone “romper con estas formas de representación ancestrales” para revestir a esos mismos cuerpos desnudos de una postura guerrera.

El libro ha sido escrito de forma colectiva por los distintos equipos de FEMEN Internacional. Se cuenta la historia del movimiento, su ideología, sus objetivos y tácticas pero también sus reflexiones, debates y experiencias. Quizás sean estos los momentos más interesantes del texto: las vacilaciones, las discusiones, los fantasmas que recorren su praxis. La preocupación de esta máquina de imaginar vidas mejores e igualitarias es la asimilación de su discurso por parte del enemigo (políticos tradicionales, empresas y medios hegemónicos). Un fantasma recorre entonces el Manifiesto FEMEN: la reforma, la utilización de sus luchas para otros intereses, la apropiación de sus métodos por parte del enemigo.
La historia nos ha enseñado que el foquismo es económico: produce un alto impacto con un escaso gasto de fuerzas. Pero también nos ha enseñado —tragedias mediante— que a menudo le cuesta leerse a sí mismo y pensar su ubicación respecto de las masas. De ahí quizá que el manifiesto dé cuenta de los avances de las luchas del movimiento a partir de las reacciones de sus detractores: leen en la reacción del enemigo una afirmación del propio valor de verdad, en cada signo de temor de los adversarios, una victoria política. Como si parafrasearan consejos para una Cosmopolitan combativa: no hay mejor espejo para una revolucionaria feminista que los ojos de un macho asustado. Y es que FEMEN ha decidido instalarse en el núcleo del régimen del homo videns 3.0 para enarbolar sus pechos desnudos y gritar sus eslóganes. Hasta qué punto puede hablarse del surgimiento de un nuevo sistema —uno sin explotación de un grupo sobre otro— con el viejo lenguaje del patriarcado es la pregunta que desafía el futuro de FEMEN que es, también, el futuro de las explotadas del mundo.
