Las historias ocultas detrás de cada lector pueden cruzarse en dos interesantes libros recientes: Ejemplares únicos de Patricio Rago y ¿Hay alguien ahí? de Peter Orner.
FERNANDO KRAPP

Quien haya recorrido librerías de usado por la ciudad de Buenos Aires se ha visto en la incómoda situación de despersonalizarse. Eso implica frenar la búsqueda alocada por alguna perla exótica del pasado a un precio de aconsejable para abajo, para verse ahí, encorvado o encorvada sobre un anaquel, hombros caídos, monitoreando la mochila, buscando con los dedos índice entre bateas de libros, como un personaje sacado de algún libro viejo. Uno cree que pasa desapercibido, se mantiene anónimo; pero no. Patricio Rago se tomó el trabajo de auscultar a esa casta de lectores anónimos para volcarlas en sus crónicas de Ejemplares únicos (Bajolaluna).
Su posición en ese sentido es privilegiada. Dueño de Aristipo, la librería de usados de la avenida Scalabrini Ortíz, que va camino a ser un clásico de la constelación –entre las que podemos mencionar a “El Gaucho” de Boyacá en Flores, cuyo dueño re taguea los precios cada vez que te acercás con un diamante en bruto (maldito Mercado Libre), o “De La Paz” en la esquina de Estados Unidos– Rago ve desfilar por su librería diariamente a decenas de personajes extraños, exóticos, descompensados, maniáticos, obsesivos siempre y siempre entrañables. Puede detectarlos porque, claro, Rago fue uno de esos cuando, en sus años de mocedad, se educó, según cuenta, en las librerías de viejo y de usado de la calle Corrientes.

De todos ellos, Rago hizo una selección pormenorizada; los que para él son realmente los ejemplares únicos de su galería. Narrados con agilidad y humor, los cuentos se articulan, como dice Hernán Ronsino en la contratapa, como pequeños disparadores policiales. Rago plantea la situación y en un determinado momento dice: “hasta acá la cosa”. Y ahí, describe, con habilidad de narrador oral, cuando una historia trasciende lo anecdótico para convertirse en relato; desde un hombre que reparte con sus amigos su biblioteca para irse a vivir con un único ejemplar preciado al norte de Brasil, hasta una señora mayor que pasa por su librería para llevarse libros; desde un editor reconocido y consumado que le roba libros hasta una timba de libros usados.

Los momentos más bellos de Ejemplares únicos son cuando Rago penetra en las bibliotecas ajenas para comprarlas. Por lo general, son los herederos quienes desconocen el valioso tesoro que se esconde puertas adentro de la casa del recién difunto. Y Rago pasa de ser el detective Dupin en su guarida de libros a un espía de los comportamientos ajenos. ¿Qué intenta rescatar de las bibliotecas que los muertos dejan en manos indeseadas? Algo básico; el valor transicional del libro, ese pliegue amoroso que todo lector pone en cuanto ejemplar suma a su biblioteca. Es el amor hacia ese libro que pasará a nuevas manos, a una casa que sepa apreciar su verdadero valor simbólico y misterioso; una casa adoptiva.
El libro de Patricio Rago se puede leer en tándem con ¿Hay alguien ahí? Apuntes sobre vivir para leer y leer para vivir del escritor norteamericano Peter Orner publicado por Chai editora y traducido por el escritor Damián Tullio. Un ensayo muy coqueto sobre algunos libros caprichosos que formaron a Orner como lector. Relato autobiográfico y meta-literario en la estela de la obra de Enrique Vila-Matas, Orner intenta devolverle a cada uno de sus libros el contexto de lectura. “Todo lo que me sucede me recuerda de una u otra manera a un cuento”. Así, se enamora del personaje principal de To the lighthouse de Virginia Woolf mientras está con amigos de camping arriba de un bote. Tira un libro de Julian Barnes por la ventana porque lo irrita, y vuelve una y otra vez a los cuentos de Eudora Welty cada vez que no entiende algo que le pasó en su vida.

Como en un ejercicio de autoanálisis, busca entender qué pasaba por su cabeza y por su cuerpo cuando conectó con un libro. Restituye el acto físico de leer; pone al cuerpo como un factor determinante para procesar un cuento. Como un Montaigne de los suburbios californianos que, encerrado desde una torre, inventó el género del ensayo a partir de la construcción de un yo que establece con el mundo un vínculo mediado por la experiencia de la lectura, Orner está encerrado en su garaje, entre pilas de libros que no ha leído y otros que ha amado, acorralado por las necesidades del mundo exterior.
Ese mundo exterior que lo acecha es lo que de algún modo le da sentido a la lectura. Orner repasa su vida en Praga cuando su esposa descubrió que padecía una enfermedad psiquiátrica, su separación y la paternidad, la relación con los referentes literarios, y sobre todo el vínculo con su padre hasta el día de su muerte. El libro de Orner termina siendo un relato de luto; una forma sutil y muy bella de procesar la muerte de un ser querido por intermedio de la lectura.
Dice Orner: “En un seminario que dicté hace unos años, recuerdo haber insistido en que es fundamental preguntarse por qué uno querría contar su historia. Hoy eso me parece una idiotez. Al menos aprendí eso. Dejar de dar dictámenes. Los cuentos no tienen un por qué. Lo único que necesitan es respirar un poco en la página”. Peter Orner podría ser, también, un personaje de Ejemplares únicos de Patricio Rago. Uno de los tantos lectores anónimos que pasan por una librería, no solo para buscar un libro, sino para tener una charla pasajera con su librero amigo. La literatura también da lugar a esos encuentros imaginarios.