Poesía del dinero

“Un corazón gorila”, el libro de poemas de Leticia Ressia, es un canto al tiempo perdido en la fila de los bancos.

FLAVIO LO PRESTI

Un corazón gorila, el libro de poemas de Leticia Ressia, parece escrito a partir de una de esas consignas escolares que nos exponían a la incertidumbre formal de un no género: la composición. En este caso, el tema disparador podrían ser “los bancos”, pero ¿qué podía decirse sobre el dinero, sobre la rutina trituradora de almas de la fila, sobre la espera purgatoria, sobre los bancos, sobre Bertold Brecht? Fogwill repetía una máxima publicitaria según la cual si no había mucho para decir sobre un tema (o el tema estaba sobredicho, sobreinterpretado) había que cantar, y es lo que Ressia decide hacer (antes que ensayar) con la encomienda vital de escribir sobre el casi inevitable paso del tiempo en esas catedrales banales.

La lírica más contemporánea, la que recorre las redes sociales como fantasmas de estados de whatsapp, de tazas y de remeras, a veces funciona como vehículo de las distintas morales progresistas o de una economía afectiva de la reparación: no es el caso de Ressia, que ha decidido cantar una suerte de ópera bufa cuyos parlamentos están impulsados por el insidioso goteo del turnero. Los E136, los E222, los E577 empujan a un ritmo desparejo y exasperante reflexiones que, disparadas en la conciencia de unx derrotadx jocosx, van en la dirección o de la furia frustrada (“al cielo de los frustrados/ladrones de bancos/ héroes nuestros caídos en combate/ por intentar vulnerar un sistema/ que cuida más el dinero que la vida”), o de la simple resignación, o de un tremendismo religioso (intertexto recurrente con oraciones cristianas) en clave paródica, que parece destinado a herir el ethos cordobés.

De hecho, uno de los imperceptibles detalles de color local que asoma en estos poemas es un profeta loco que hace una década recorre las inmediaciones de la plaza principal de la ciudad, atormentando cordobeses con la promesa de una calamidad escatológica. Esa combinación de las claves alfanuméricas del turnero, el mínimo personaje y detalles del paisaje (sumadas a las fotografías que integran la edición) nos ubica de inmediato en la sucursal Catedral del Banco provincial, escenario perfecto (por ser el nudo geográfico de la ciudad) para esta diatriba rapsódica, tenue y alunada contra esa sensibilidad, cruce entre la maquinaria abstracta de las finanzas mundiales y las particularidades patéticas de una provincia como Córdoba (un territorio cuyo principal insumo ideológico son las antenas envenenadas de Cadena 3).
Con este fondo (por un lado, la córdoba maldita y rutinaria de la radio estridente y las doñas y el marido internado y la charla de la cola; por otro, la progresivamente agresiva expoliación de las grandes masas de la humanidad en el proceso de acumulación de un dinero cada vez más lejano) los versos de Ressia sortean el discurso engolado y religioso con el que parece amenazarnos registrando el aburrimiento, la banalidad evidenciada en el deterioro de los símbolos (las casas del zodíaco convertidas en las cajas del banco) y jugando jocosamente con las referencias a mitologías pop (Superman, la holliwoodizada obra de Tolkien) mientras salta sobre los peores males del mundo prepandémico: el empobrecimiento de la mayoría de la humanidad y la administración criminal de un activo inapreciable, el tiempo.

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