Personalidades de todo el mundo firman una “Carta abierta” donde critican los manejos de la Premio Nobel, Louise Glück, y su agente Andrew Wylie hacia la única editorial en español que había confiado en su poesía cuando era una absoluta desconocida.
VICTORIA D’ARC

Poetas, narradores, ensayistas, traductores y editores –desde Beatriz Sarlo a Luis Chitarroni, desde Margo Glantz a Dana Gioia, presidente del National Endowment For The Arts (algo así como el Fondo Nacional de las Artes estadounidense)– manifestaron públicamente esta semana, en una categórica “Carta abierta”, su descontento y su preocupación por el desprolijo manejo que tuvo la flamante Nobel de Literatura, Louise Glück, y su agente, Andrew Wylie, con la prestigiosa editorial española Pre-Textos. “Durante catorce años –dice la letra de la carta– la editorial Pre-Textos publicó a la poeta estadounidense Louise Glück –exactamente, siete libros traducidos por poetas traductores de distintas provincias de la lengua castellana–, apostando empecinadamente por ella cuando prácticamente nadie fuera del mundo de habla inglesa la conocía.”

Uno de los promotores de la carta fue el poeta argentino Jorge Fondebrider quien, en el blog del Club de Traductores de Buenos Aires, contó esa historia que tiene a Manuel Borrás como protagonista: el reconocido editor español había llegado a la obra de Glück por intermedio de un amigo neoyorquino que le regaló un primer libro que él leyó fascinado y que motivó la compra de otros, que lo llevaron a recomendarles a sus socios la publicación inmediata de la autora. A su vez, Glück había visto en casa de su amigo Mark Strand, otro poeta estadounidense a quien Pre-Textos ya había publicado, una hermosa edición de uno de sus libros y manifestó su interés por ser editada de esa manera. Ese entusiasmo, “casi por arte de magia” –a decir de Borrás– hizo que Andrew Wylie se anticipara a ofrecerles los derechos de la poeta.

Fueron años de insistencia con Glück, de publicarla a pesar de las pérdidas y del silencio de los medios sobre sus libros, al punto que ninguno de ellos se agotó en la edición en castellano. “Son libros que, pese a las pérdidas económicas que representaron, se sucedieron uno tras otro, abonando un extenso territorio, en el que lectores que, antes de la existencia de esas traducciones, nada sabían de Glück fueran paulatinamente “colonizados” por la autora, gracias al esfuerzo de Manuel Borrás, Manolo Ramírez y Silvia Pratdesaba”, dice la carta. Así fueron publicándose Ararat, Averno, El iris salvaje, Las siete edades, Praderas, Una vida de pueblo y Vita nova. Fondebrider entendía, de esta manera, que “el Premio Nobel de Literatura fue entonces una amable recompensa para el único editor europeo (y ya no de la lengua castellana) que había confiado en ella. Pero hete aquí que, cuando los libros de Glück empezaron a venderse, Pre-Textos se encuentra con que, al querer renovar los derechos de aquellos cuyos contratos habían caducado, las condiciones habían cambiado. Y mientras seguían discutiendo, extraoficialmente –a través de varios colegas españoles–, se enteraron de que la Wylie Agency estaba ofreciendo los derechos de toda la obra de Glück al mejor postor.”
La carta abierta concluye inteligentemente con un llamado a la reflexión: “Creemos que editores y autores deben ser aliados en las buenas y en las malas”, plantea y de esta manera, los firmantes manifiestan su descontento “por una práctica cada vez más frecuente que denigra la confianza, conspira contra la lealtad y condena a la literatura a ser un producto más del mercado, relativizando los valores humanos de los que se supone debería ser portadora”.