Los mayores peligros de la pandemia, según el sociólogo Boaventura de Sousa Santos, son el fortalecimiento y la reafirmación del capitalismo, el colonialismo y el patriarcado.
VICTORIA D’ARC

A principios de año, cuando la noticia de la pandemia recién empezaba a recorrer el mundo como un fantasma en Europa, se viralizó una cita a un capítulo de Los Simpsons, una más de la larga serie de predicciones contenida en la creación de Matt Groening. El capítulo se llama Marge in Chains (S04E21) y comienza cuando azota la ciudad un virus conocido como la “Gripe de Ozaka” que vino en las cajas de una máquina exprimidora producida en Japón que varios residentes de Springfield compraron: entre ellos, desde luego, Homero, primera víctima de los programas de televentas. De manera esquemática (con un marcado sesgo discriminatorio), se relacionaba a la escena de los trabajadores japoneses tosiendo antes de cerrar la caja de la máquina con lo sucedido con la propagación del Covid19. El capítulo se estrenó en Estados Unidos en mayo de 1993. Aunque cambia el país de origen del virus, los ojos rasgados hizo que toda Asia fuera un mismo espacio (el “pensamiento termo” que postula el latiguillo “ pero si son todos iguales”). Me acordaba de esa viralización y del mito construido alrededor de ella: todo había empezado con una sopa de murciélago que alguien comió en un mercado de Wuhan. Esa cristalización aún hoy permanece, desde la “gripezinha” de Bolsonaro al “virus chino” de Trump.
Pensaba en esto mientras leía un breve ensayo del sociólogo Boaventura de Sousa Santos: La cruel pedagogía del virus, publicado en la Biblioteca Masa Crítica de Clacso. No por breve el texto es menos revelador. La narrativa sobre la pandemia que se construyó desde los medios (y que permanece, de alguna forma, en el inconsciente colectivo) demonizó a China desde el principio: las malas condiciones higiénicas en sus mercados eran el origen del mal. De este modo se alertaba también del peligro que significaba que China, la segunda economía a nivel mundial, pudiera crecer aún más. A pesar de toda esta idea construída, la Organización Mundial de la Salud todavía no pudo determinar el origen del virus. Lo que sabemos, plantea el autor, es que existe una guerra comercial feroz entre China y Estados Unidos (hagamos un poco de archivo y analicemos cuándo sucede el bloqueo de Huawei dictado por Trump). Lo cierto es que desde el punto de vista de los Estados Unidos, “existe una necesidad urgente de neutralizar el liderazgo de China en cuatro áreas: la fabricación de teléfonos móviles, las telecomunicaciones de quinta generación (inteligencia artificial), los automóviles eléctricos y las energías renovables.”

A los 79 años, el portugués Boaventura de Sousa Santos, doctor de Sociología del derecho por la Universidad de Yale y conocido principalmente por sus teorías sobre la “descolonización del saber”, presenta a la pandemia como una alegoría. El significado –dice– es el miedo caótico generalizado y la muerte sin fronteras causados por un enemigo invisible, pero expresa mucho más que eso. Este ensayo articula tres conceptos y encuentra algunos de los significados posibles: el todopodersoso invisible puede ser infinitamente grande (el dios de las religiones escritas) o infinitamente pequeño (el virus). Pero también ha surgido un todopoderoso invisible que no es ni grande ni pequeño sino deformado: el mercado. Al igual que el virus, es insidioso e impredecible en sus mutaciones. “A diferencia de dios, el mercado es omnipresente en este mundo y en el más allá. Y, a diferencia del virus, es una bendición para los poderosos y una maldición para todos los demás”. Dios, virus y mercado son las formulaciones del último reino, el más invisible e impredecible, el reino de las mediaciones entre lo humano y lo no humano. Lo más interesante que observa De Sousa Santos es que desde el siglo XVII los principales modos de dominación en el mundo fueron el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Esos tres “unicornios”, como los llama, son imprudentes y feroces y a pesar de ser omnipresentes en la vida de los humanos y las sociedades, son invisibles en su esencia. “La invisibilidad proviene de un sentido común inculcado en los seres humanos por la educación y el adoctrinamiento permanentes”. A veces me pregunto si acaso Los Simpsons no tienen una característica propia del capitalismo: la de asimilar las críticas y devolverlas funcionales al mismo sistema. En definitiva, la crisis producida por el virus, según el autor, fortalece a estos tres modos de dominación y vuelve aún más débiles a los débiles: mujeres, inmigrantes, personas en situación de calle, discapacitados, ancianos y trabajadores informales. Por eso, luego de este diagnóstico plantea algunas lecciones anticapitalistas y ecologistas. La única manera de que la vida humana (y el planeta tal como lo conocemos) en este contexto pueda sobrevivir.