La lección del maestro
Mecanismos internos reúne una serie de ensayos del Nobel sudafricano J. M. Coetzee sobre grandes autores del siglo XX, una muestra de solvencia y precisión.
FLAVIO LO PRESTI

Mecanismos internos es una compilación de veintiún ensayos del premio Nobel sudafricano John Maxwell Coetzee. El origen de las piezas (artículos solicitados por The New York Review of Books o prólogos para ediciones en inglés) parece marcar para todos un mismo tono neutro, casi gris, que disimula la evidencia de una gran autoría involucrada en su confección. Pero el conjunto (como señala en el prólogo Derek Attridge) deja ver intereses recurrentes de Coetzee como lector: un primer bloque está dedicado a autores afectados por el desguace del Imperio Austrohúngaro, el impacto de la Primera Guerra Mundial y el desastre de la Segunda (Svevo, Walser, Musil, Benjamin, Bruno Schulz, Joseph Roth, Sándor Márai); una parte central se dedica a autores europeos de la segunda mitad del siglo XX, que lidian por una parte con los efectos de la guerra (el proceso de la culpa y el derecho a la condición de víctima en el caso de los alemanes retratados por Günter Grass; la complejísima relación entre la poesía de Celan y la experiencia traumática inmediata) y con los mundos supervivientes en la Europa democrática de la segunda mitad del siglo XX (los casos del melancólico Sebald y el poeta belga Hugo Claus); finalmente una serie de retratos de autores en inglés que van de Whitman a Naipaul, con una concesión al castellano de su “colega” en el Nobel Gabriel García Márquez, a propósito de una novela menor como Memoria de mis putas tristes.

Quizás el caso de García Márquez sirva para ilustrar el tipo de lectura que sostiene Coetzee: un libro menor es escrutado en relación a una obra mayor como El amor en los tiempos del cólera, como una forma de corregir un elemento no del todo resuelto, como el final del amor de Florentino Ariza con la adolescente América Vicuña, un tema dostoievskiano en opinión de Coetzee que García Márquez se saca de encima de forma liviana en un marco formal (el de una comedia) que no puede contenerlo. La exploración del deseo inadecuado de un cuerpo joven por parte de un anciano, un tema cada vez más “escandaloso” para tratar como materia artística, es auscultado por Coetzee como una versión de los cultos a la virgen, pasando por el lugar central que el Quijote promueve para la representación de ese tipo de vínculo en la cultura de nuestra lengua. La conclusión de Coetzee es ambigua: por un lado, la explícita tensión con la novela La casa de las bellas durmientes de Yasunari Kawabata muestra del lado del autor japonés la persistencia del misterio de la ingobernabilidad del deseo, de la distancia irreductible, mientras que en el caso de García Márquez la traducción del deseo en una devoción casi casta promete la posibilidad (más “alegre”) de una nueva forma de correspondencia. Pero Coetzee no puede permitir ese ensueño sin señalar que la otra posibilidad, después del abrupto final de la novela de García Márquez, es el asco y el desagrado con que la joven esposa mira a su viejo marido tras consumar su matrimonio en el cuento del mercader de Geoffrey Chaucer.
Al margen de lo específico en el ensayo, decíamos que muestra el modo general de operar de Coetzee. Enfoca, en primer lugar, un tema socialmente urticante, algo solidario con la idea de que el artista es, quizás, quien debe extremar la experiencia (como el estudiante Törless en el caso de Musil: “está claro que, en su confundida juventud… Törless es la figura del artista en los tiempos modernos, que visita las orillas más distantes de la experiencia y vuelve con un informe”); esa experiencia es una incomodidad más o menos grave (una incomodidad con la lengua como en el caso de Svevo, una incomodidad con el mundo como en el caso de Walser, con el propio tiempo histórico y con el entorno como en el caso de Benjamin); esa incomodidad y ese forzamiento del límite de la experiencia ingresa en una compleja trama cultural que involucra soluciones formales siempre muy complejas, y que Coetzee desarma desde dentro (como promete el título) y remitiendo con una enorme solvencia y conocimiento a distintas formas de lo exterior a la obra (la biografía, la historia, la cultura).

El listado de los autores (además de los nombrados, Graham Greene, Samuel Becket, Nadine Gordimer, William Faulkner, Philip Roth, Saul Bellow, entre otros) con los que se encara constituye un mapa que se abre al interior de los ensayos de manera constante, hasta abarcar una porción significativa de la literatura occidental (con algunos desvíos) de los últimos dos siglos. El volumen constituye una especie de lección injusta. El reseñismo argentino ha sido vituperado en los últimos tiempos y las acusaciones de amiguismo, precariedad económica e intelectual y resentimiento encubierto que han terminado por conformar una caricatura secreta del autor de bibliográficas no siempre son contradichas por los ejercicios puntuales. Los textos de Mecanismos internos son un ejemplo no traumático de solvencia y precisión, y si bien es muy probable que las condiciones en las que fueron producidos sean muy distintas a las nuestras, contienen un muestrario de recursos cuya observación no puede dejar de beneficiar a los que tienen la suerte o la desgracia de complementar el IFE con reseñas en los medios.