El corazón y el artificio

Natsume Soseki es el autor moderno, y a la vez clásico por excelencia, de Japón, cuya novela Kokoro es un monumento al arte y la sensibilidad.

FERNANDO KRAPP

Para que nos demos una idea, hasta hace unos años, el rostro de Natsume Soseki, el gran escritor japonés que inaugura la novela moderna en su país, estaba en los billetes con un semblante de prócer. Aunque lejos le liberar a una nación o de establecer las bases políticas imperiales que Japón persiguió durante el comienzo del siglo XX hasta 1945, Soseki tuvo una ambición un poco más modesta: abrir la experiencia de la novela hacia la construcción de un artificio. Poeta, ensayista y autor de novelas cuyas páginas se incluyen en los libros de texto de los niños y adolescentes japoneses de hoy en día, es el autor moderno, y a la vez clásico por excelencia, de Japón.
Su sensibilidad queda patente en las siguientes palabras: «Cuando era niño, me gustaba estudiar los clásicos chinos. Aunque el tiempo pasado en ese estudio no era muy largo, fue de ellos de quien aprendí, aunque de forma algo vaga y oscura, lo que era la literatura… Pero lo que lamento es que pese a mi estudio, nunca llegué a dominarlos. Cuando me gradué, fui invadido por el temor de que en alguna manera yo había sido engañado por la literatura inglesa.»

Anthony Burgess señala que una literatura nueva muchas veces nace de la traducción de una literatura anterior. ¿Y qué es la traducción más que el engaño o la traición de la fuente en función de una forma novedosa? Aunque influido por autores chinos y japoneses, y por la lectura de autores occidentales, especialmente anglosajones, como George Meredith y Henry James, su trayectoria literaria ha seguido un curso aparte de la corriente principal de la literatura japonesa del siglo XX. De sus varias y hermosas novelas que hoy podemos leer en español gracias a la paciente traducción que encaró la editorial Impedimenta, la más famosa es Kokoro.

Kokoro sería algo así como corazón, pero es más que el corazón. Es también la mente, el alma, los sentimientos.

La traducción de la palabra kokoro es compleja y no encuentra un término en español adecuado. Es como hacer el intento de traducir heimat por patria (cuando en alemán heimat es más que la tierra y la nación) o saudade por melancolía (cuando en portugués saudade es más que una emoción). Kokoro sería algo así como corazón, pero es más que el corazón. Es también la mente, el alma, los sentimientos. Un conglomerado de emociones que conforman una constelación, siempre mutable y variable por las inclemencias del sujeto. Para pensarlo en la actualidad, en Japón se está llevando a cabo un estudio sobre el término como aquello que diferencia a los humanos de las máquinas. Aunque la función no sería la de despertar un sentimiento de compasión humanista, en una sociedad cada día más tecnificada y atravesada por la experiencia cibernética, sino la de lograr avances en los estudios de la Inteligencia Artificial y de la robótica.
Kokoro, la novela de Soseki, no menciona el término en el libro. El narrador, que no tiene nombre, lucha por su lugar en la sociedad japonesa de entreguerras. A punto de entrar en la universidad, conoce a Sensei en la playa. La novela comienza con una luminosidad. A lo lejos “yo” ve a Sensei, un hombre mayor, ex profesor universitario, opacado por los años y por la angustia de vivir. Surge entre ellos una relación de maestro y alumno que se vuelve más compleja cuando “yo” viaja a la ciudad de Tokio para estudiar.

La novela narra ese pasaje del campo a la ciudad tan afin a la literatura europea del siglo XIX. Pero, a diferencia de los célebres personajes de Stendhal o de Flaubert, en donde la ciudad se revela con su furia y su intensidad como consecuencia de una modernización arrolladora, el “yo” de Soseki es flotante. Por momentos parece no existir, incluso. La novela sutilmente se desdobla en un juego de cartas y testamentos, y esa experiencia urbana se hace a un lado para dar paso a una experiencia de vida: la vida del sensei y su relación con el Japón del pasado.
La novela fue publicada en 1914, por entregas, bajo el título de Kokoro: el testamento de Sensei. El Japón feudal lentamente quedaba atrás y se abría hacia la modernización de la era Meiji. Las consecuencias morales de esa transición son las que ensombrecen la visión de Sensei; el individualismo imperante, la soledad y las grietas del amor. No hay un mensaje en el testamento que le deja Sensei a “Yo”, tampoco Soseki se encarga de cerrar el libro ni la historia. El final que desde occidente cómodamente podríamos llamar “abierto” es una continuidad entre el Japón que se dejaba atrás y la inestabilidad de un Japón por venir. En esos dos puentes, de frágil percepción, Soseki abrió la puerta de la experiencia literaria hacia una era de percepciones, que pronto sería retomada por la generación siguiente de escritores, hasta el día de hoy. 

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