La poeta visual e investigadora estadounidense Amaranth Borsuk reflexiona sobre la relación entre la materialidad del objeto libro y la experiencia corporal.

AMARANTH BORSUK

En El libro expandido analizo las formas en que el libro se ha adaptado tanto a los cuerpos como a las necesidades de los lectores y escritores, cambiando de tamaño y forma para adaptarse, por ejemplo, a diferentes tipos de lectura o a diferentes textos, que pueden ser desde biblias de bolsillo hasta los enormes coffee table books. Mi trabajo enfatiza que el libro en sí tiene un cuerpo, a pesar de que a menudo no lo notemos porque hemos sido entrenados como lectores para centrarnos en su “contenido” o en su texto. En El libro expandido propongo, de alguna manera, que para comprender qué fueron los libros antes y en qué se pueden convertir, tenemos que mirar en conjunto la forma y el contenido y analizar la interacción entre ellos a lo largo del tiempo.
En estos momentos me encuentro sumergida en una investigación dedicada a analizar de qué manera los libros están conectados con el cuerpo de una manera más abierta. Por ejemplo, al examinar manuscritos medievales, los lectores pueden detectar los folículos pilosos en una página de pergamino, visibles como pequeños pinchazos que nos obligan a recordar la fuente del pergamino en la piel de los animales. Los libros seleccionados en esta Playlist —históricos y contemporáneos— combinan el cuerpo humano y el libro con piel, cabello, restos, sangre y orina. Me fascinan por la forma en que reflexionan sobre la relación entre libros y cuerpos, invitándonos a reconsiderar lo que sabemos sobre ambos.


Piel: Des destinées de l’âme, Arsène Houssaye [1880s]

Esta copia de Des destinées de l’âme del poeta francés Arséne Houssaye fue regalada por el autor a su amigo, el Dr. Ludovic Bouland, quien la ató especialmente usando la piel de un paciente fallecido cuyo cuerpo nunca fue reclamado. El hecho de que haya guardado la piel de esta mujer es en sí mismo macabro, pero la nota escrita a mano que incluyó en la copia, ahora en la colección de la Biblioteca Houghton de la Universidad de Harvard, agrega una capa poética aún más inquietante a la procedencia del libro. Bouland escribe: “Este libro está encuadernado en pergamino de piel humana en el que no se ha estampado ningún adorno para preservar su elegancia. Al mirar cuidadosamente, se distingue fácilmente los poros de la piel. Un libro sobre el alma humana merecía tener una cobertura humana”. Este particular libro encuadernado en piel combina formas y contenidos de manera única, pero no es el único ejemplo de esa “bibliopedia antropodérmica”, que aparentemente estaba de moda en el siglo XIX. Facilitado por los médicos, que tenían acceso a los cuerpos, se sabe que una serie de libros fueron encuadernados con piel humana, particularmente relatos de las vidas de criminales. Tal vez deberíamos sentir el mismo estremecimiento que tales libros provocan cuando tenemos un volumen encuadernado en cuero o un manuscrito de pergamino medieval.


Pelo: Alisa Banks: Edges (cornrow) [2007] (edición de cuatro libros-objeto únicos)

Este trabajo, Edges (cornrow) es parte de una serie de cuatro libros alterados únicos que la artista visual Alisa Banks, residente en Texas, creó en 2007, en respuesta a un momento de intenso diálogo político sobre inmigración en los Estados Unidos. Usando volúmenes rojos encuadernados en cuero de Las mejores novelas cortas, Banks tejió el borde delantero de cada volumen con hileras de trenzas africanas en cuatro estilos tradicionales. Admiro profundamente la forma en que este trabajo pone en primer plano las resonancias entre el libro y el cuerpo. En las manos de Banks, el borde delantero del códice se convierte en una rayita, el marcador de cinta es una parte decorativa y sus “bordes”, cuidadosamente reunidos, hacen referencia al estilo del pelo de bebé que enmarcan la cara. El trabajo celebra la tradición del cabello africano: en las propias palabras de Banks, “el tratamiento capilar simboliza cuánta actividad, creatividad y vida ocurre en los ‘bordes’ de la sociedad dominante”. Al mismo tiempo, comenta sobre la intolerancia dentro de esa corriente principal, que excluye a otros. El volumen del códice se ha convertido en un objeto mudo, su texto es inaccesible, lo que plantea la pregunta de qué vemos cuando leemos a otras personas. Esta nueva vinculación reencuaderna al libro directamente al cuerpo humano, lo que nos permite ver el cuerpo del libro, pero nos impide encontrar la mente dentro de él.


Restos: Ginger Burrell, Reliquary [2015] (Edition of 10)

Una reliquia religiosa generalmente consiste en una porción de los restos de un santo, mártir o figura sagrada o un objeto con el que están asociados. Un relicario mantiene estos restos como objetos de devoción: preciosos, sagrados, amados. Reliquary de Ginger Burrell consagra los restos de cinco libros, sellados en tubos de vidrio con tapones de corcho encerados. La obra imagina un futuro en el que las últimas copias en papel restantes de obras literarias canónicas como Regreso a Howards End, de E. M. Forster y La letra escarlata de Nathaniel Hawthorne se reparten línea por línea para aquellos que pueden ayudar a preservarlas. Al igual que Banks, Burrell presenta un libro que no se puede leer, pero que aquí adquiere un significado talismánico. Su inaccesibilidad lo convierte en objeto de duelo y admiración. Sin embargo, este trabajo podría ser más ambivalente de lo que parece sobre ese futuro distópico. Después de todo, cuando nos referimos a alguien como una “reliquia”, queremos decir que está desactualizados u obsoleto. La gente ha predicho la muerte del libro desde la aparición del periódico a mediados del siglo XIX, pero el códice sigue siendo útil y valioso para muchos lectores, incluso a medida que proliferan los lectores electrónicos. Este relicario parece hacer un guiño a nuestros miedos mientras juega con nuestros sentimientos.


Sangre: Eleanor Antin, Blood of a Poet Box (1965-68)

Esta caja de diapositivas contiene muestras reales de la sangre de cien artistas, bailarines, escritores y músicos que la artista Eleanor Antin conoció en Nueva York a fines de la década de 1960. Refiriéndose a la película de Jean Cocteau de 1930 Le Sang d’un Poète, el trabajo juega con la sugerencia de que la esencia de un autor podría ser destilada de su cuerpo tanto como de su pluma. Si bien puede no parecer inmediatamente un libro, ciertamente se comporta como tal, con una tapa con bisagras, una tabla de contenido y una serie de páginas de vidrio, cada una etiquetada con un nombre y una fecha de colección. Antin se inspiró al ver la caja verde en un escaparate y la tomó como si fuera una ruina (¿o una reliquia tal vez?). Enseguida empezó una exploración que duró años acerca de la relación metafórica entre poesía y alma, sangre y tinta. Al igual que el Relicario de Burrell, el trabajo se siente al mismo tiempo sincero y cómico. Después de todo, estos especímenes mudos no tienen nada que decirnos: sólo que mostrar. Una vez que se retiran del cuerpo y se conservan, no podemos “leerlos” en ningún sentido convencional. Sin embargo, podemos ver en ellos una gama de colores y una comunidad de nombres, cada uno de los cuales cuenta una especie de historia. Tal vez sugiere que el libro es en sí mismo un contenedor en el cual puede construirse una comunidad.

Antin, Blood of a Poet Box, T14882

Orina: Dieter Roth, Poemetrie (1968) [Edition of 30]

Esta cuarta entrega del periódico Poetrie del artista suizo-alemán Dieter Roth contiene más que poemas. El texto está impreso en ambos lados de veintiún sobres de vinilo transparente, que están llenos de una combinación de pudín y orina (ahora disecado, pero aparentemente aún picante). Según Marcia Reed y Glenn Phillips, los poemas son profundamente abyectos en su contenido y deliberadamente “antipoéticos”, de acuerdo con sus materiales inusuales. Poeta y artista de libros, Roth trabajó extensamente con medios efímeros que incluyen alpiste, chocolate, azúcar, queso, salchichas y heces de conejo. Ambas nociones de la obra de arte como un objeto de belleza intemporal y atravesando el impulso de archivo, sus libros no están destinados a durar, aunque muchas instituciones los han conservado. Es difícil no ver el gesto cuando Roth se ríe de los coleccionistas o, para usar una expresión británica, “taking the piss” [en español podría traducirse esta expresión como “los boludea”]. La mayoría de los lectores tienden a pensar en la poesía como algo etéreo (importante), y escrita durante siglos (como lo atestiguan los sonetos de Shakespeare). Este trabajo sugiere que no todos los libros son expresión del alma, que la poesía podría escribirse tan fácilmente con la orina como con la sangre, y que, al igual que el cuerpo humano, la transitoriedad del libro es precisamente lo que nos fascina.


Amaranth Borsuk es poeta, artista de libros y profesora en la School of Interdisciplinary Arts and Sciences de la Universidad de Washington Bothell, donde también codirige la Maestría en Escritura Creativa y Poéticas. Es autora, además de cinco volúmenes de poesía, de Between Page and Screen, un libro que incorpora a la página elementos de realidad aumentada.