Adiós

El legado artístico de Rosario Bléfari

Hipnótica. Así era ella. Así sigue siendo cada vez que desempolvamos sus discos, guardados como tesoros que le legaremos a nuestros hijos para que entiendan a qué nos referimos cuando decímos que alguna vez fuimos jóvenes. No se puede entender su muerte. Mientras tanto, dejemos sonar su música, ese “Viento helado” grabado en una terraza.

La distorsión y la sensibilidad se cruzaron en la música de Suárez para marcar toda una estética para el indie argentino de mediados de los noventa. Eso es “Guantes de piel”, del disco Horrible (1995).

Como dijo Romina Zanellato en su despedida, Rosario era amiga y era maestra. Su mirada y su sensibilidad pueden advertirse en textos como este que será publicado por Mansalva en el libro Diario del dinero: “A Nina le encanta la lluvia. Me siento responsable, al menos en parte, porque siempre le mostré que uno se puede mojar y no pasa nada. Y si no te querés mojar te tenés que vestir para evitarlo. La lluvia no detiene nada.”

Rosario Bléfari fue la voz de una generación que tuvo su indie con la música de Suárez, las películas de Martín Rejtman y esa literatura emocional y objetivista, profunda, minimalista y sencilla, como si hubiera una manera simple de entender las cosas complicadas.