Un paseo por el lado oscuro

Mansalva reeditó Cine Bizarro (+ de 100 años de películas de terror, sexo y violencia), un libro imperdible de Diego Curubeto sobre películas a las que el subtítulo exime de adjetivos

FLAVIO LO PRESTI
“Plan nueve del espacio exterior” (1959, Ed Wood).

La enciclopedia de cine bizarro que es Cine Bizarro (+ de 100 años de películas de terror, sexo y violencia), de Diego Curubeto, tiene un recorrido que ameritaba su recuperación: en los años 90, después de su primera edición, educó a fanáticos de estas zonas arrinconadas de la imaginación y la pulsión escópica a través de su presencia en las bibliotecas de los cineclubes, circuló como un dato que prestigiaba el nombre de su autor, y se extinguió en la bruma del mito. Reeditada ahora por Mansalva con la colaboración de Mariano Kairuz y Matías Orta, sus páginas de presentación (con las precisiones terminológicas que definen el coto en el que se moverán las entradas de esta “enciclopedia”, la definición de su funcionamiento como artefacto y algunos detalles de la historia del autor en relación con el material) apenas preparan para lo que sigue: un festín a toda máquina escrutando casi cada rincón de las películas que contienen “terror, sexo y violencia gratuita”, pero mucho más que eso. Ayudada por la historia de la máquina de los sueños, la enciclopedia de Curubeto es un muestrario monstruoso de la imaginación humana, un muestrario fascinante, desmedido, inagotable, en el que el lector puede entrar por cualquier parte sin pérdida, porque cada página explota de sorpresas comentadas con precisión, pasión y un humor inevitable.
La delicada línea que la corrección política ha dibujado para nosotros hace muy difícil comentar el libro sin ofender a nadie, incluso citarlo. Uno se encuentra, por ejemplo, con las películas de Charles Browning descriptas en estos términos: “Hay que destacar The Unknown como una de las mejores películas del dúo: Chaney [el actor de cine mudo Lon Chaney] es Alonzo, el hombre sin brazos, en realidad un contorsionista que sabe ocultar sus extremidades, secreto solo conocido por el enano cojo. Además, el protagonista tiene dos pulgares en las manos y ha asesinado al padre de su amada, una bellísima Joan Crowford con una fobia a ser tocada por los hombres. Por su amor, Alonzo chantajea a un cirujano para que le corte sus brazos y poder casarse con su chica sin que ella tema ser tocada. Pero durante la convalecencia ella pierde su miedo y se deja tocar por el forzudo del circo. The Unknown es una  las más bizarras historias de amor jamás filmadas, y es una pena que sea tan poco recordada”.  El nivel de patetismo que uno imagina en una película semejante es casi intolerable, pero al mismo tiempo la intrincada bizarrerie que se transparenta en la condensación descriptiva mueve a risa, como casi todo en el libro.

De todos modos, Curubeto no es un consumidor irónico en absoluto: es un apasionado, un erudito en el género, y los artículos están escritos con una muy contagiosa curiosidad, apoyados por imágenes y por citas extraordinarias (vg., “Toda película debe tender a demostrar que el mundo es un lugar brutal, hipócrita e injusto”, Luis Buñuel). El muestrario produce la fascinación de toda clasificación, en el sentido borgeanamente conocido de la insuficiencia y la arbitrariedad (lo que también provoca en la lectura continuada momentos de comicidad involuntaria), pero la profusión de data y de nombres no impide una lectura de corrido del volumen, que sería imposible comentar en detalle. El paseo sobre la frenética actividad de técnicos, obsesos, pseudoeducadores, estilistas, soñadores, estafadores y cuasi criminales (porción muy minoritaria) que constituye esta historia en gajos del cine bizarro deja, sí, algunas inesperadas highlights memorables en primer plano. Cada uno tendrá las suyas, y en mi caso me quedo con el extraordinario genio del gimmick publicitario William Castle, el bizarro (llamarlo así en este contexto da una idea de su tamaño) José Mojica Marins, inventor del bizarro (ídem) Zé do Caixao (en la entrada “Brasil”, en donde está este retrato, nos enteramos de que Emilia Mazer estuvo dos horas metida en un cajón de sangre en una película de Faudi Manzur), el repaso de la filmografía del prolífico Jess Franco, la filmografía interesantísima y para mí desconocida de Emilio Vieyra (director de la primera de los superagentes Tiburón, Delfin y Mojarrita, pero también de cinco joyas del terror que se volvieron películas de culto en Estados Unidos, entre ellas La venganza del sexo, vista como precursora del cine de Cronemberg), y el retrato de Ed Wood.

Poster de “La venganza del sexo” (1966, Emilio Vieyra).

La “enciclopedia” de Curubeto no es una explicación de qué lleva al ojo a ver con fascinación los pezones arrancados de una sospechosa de brujería, como sucede en una de las películas de Paul Naschy, pseudónimo de Jacinto Molina Álvarez (el “hombre lobo español”, otro favorito de quien escribe), y eso queda claro en la entrada sobre Wood: “Para explicar el fenómeno de Ed Wood  se puede recurrir a varias teoría. Una de estas tesis es la del “antigenio” que se podría sintetizar en que cuando un artista carece de la más mínima dosis de talento, realiza obras tan extrañas y originales que se vuelven tan fascinantes como las realmente geniales. Otra óptica es la que tuvo el director Tim Burton al momento de filmar su Biopic Ed Wood (1994), con Jonnhy Depp como el director. Burton recalcó una y otra vez en distintos reportajes su sincero interés en la obra de Wood, a quien considera un cineasta que aun teniendo todo en contra hizo lo que pudo por luchar contra el sistema y expresar su personalidad (…). Y por supuesto no falta quien condene el fenómeno Wood y a sus seguidores. Dentro de esta última categoría generalmente se opina sin haber visto las películas de Wood, como pasa casi siempre con las voces reaccionarias y conservadoras. (…). La discusión sobre si las películas de Ed Wood son buenas de tan malas que son, o si son malas a secas, o ciento por ciento buenas, es completamente inútil. (…) Es indiscutible que su filmografía tiene una concepción estética que la vuelve sumamente atractiva. Si esto es producto de la casualidad, del talento de Wood, de su falta de talento o la suma de todos estos y otros elementos, nunca se sabrá. Y finalmente esto no es importante”.
La larga cita está en función de mostrar la dirección que sigue este recorrido extraordinario por el cine bizarro, al que no se puede invitar más enfáticamente: no estrictamente acrítica, pero tampoco empantanada en un carácter analítico irrelevante para sus fines, aunque sea inevitable pensar una política detrás del relevo del artesanado de un cine poblado de formas de la imaginación, el ingenio y la libertad cuyo futuro es una incógnita.

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