El libro más caro de Córdoba

Vicente Luy editó, en el año 1999, el que tiene la fama de ser el libro más caro de la historia de la edición en la capital cordobesa

FLAVIO LO PRESTI

Recuerdo a Ricardo Piglia diciendo, en alguna entrevista de Crítica y ficción o en algún medio gráfico que la Argentina está en una “serie” distinta de la “serie” latinoamericana, y que reclamar narradores de novelas al estilo del Boom era no entenderlo: en la entrevista titulada Una trama de relatos, señala que lo que define la tradición de la literatura argentina es lo que llama Libro extraño, una cruza de ensayo, panfleto, teoría, relato de viajes, autobiografías. En Córdoba se escribió una “máquina polifacética” de este tipo, y es casi un secreto, pero a la vez la reedición del libro (al menos tal como lo concibió y lo editó su autor) es imposible.
Se trata de La vida en Córdoba, un título tan ambicioso como el libro mismo, y lo escribió un poeta de una extraña celebridad, Vicente Luy. Una porción del ecosistema literario empieza a conocer su obra gracias  a su circulación especial en la web como contraseña memética, porque sus frases tiene la potencia rockera de lo que se puede volver remera: “si va a morir gente votemos quienes”; “lo que está mal está mal/ pero lo que está bien, también está mal/ charlalo con tus padres”; “usa tu odio para el bien común”. Luy fue el Nieto de Juan Larrea, poeta español que fue también un secreto infiltrado en la generación del 27; sus padres murieron en un trágico accidente aéreo, y a los 18 años, después de la muerte de su abuelo, quedó solo en una casa inmensa y patricia de Córdoba. Su vida ha sido contada más de una vez y termina con su suicidio en Salta, en febrero de 2012.

Pero entre un punto y otro, Luy decidió ser un poeta “sin  biblioteca”, una paradoja considerando la gigantesca biblioteca de su abuelo Larrea: primero publicó un libro entre clásico y sárdonico, alambicado, extraño, el libro de un poeta juvenil, titulado Caricatura de un enfermo de amor (reeditado recientemente por Añosluz). En el medio conoció a los que serían los Verbonautas, un grupo de poetas porteños integrado por Osvaldo Vigna, Hernán, Pablo Folino, Palo Pandolfo, Karina Cohen y Eduardo Nocera, que actuaron la poesía en público con la concepción de un colectivo teatral o, quizás más exactamente, la de una banda de rock (muchos de ellos provenían de ahí: Pandolfo  Cohen, y de alguna forma también Folino). La experiencia con el grupo influyó en la concepción de la poesía de Luy, pero también su propia relación con la poesía urbana del rock nacional, y también la explosión del espíritu pleno de un tipo que consideraba un deber la agresión al sentido común: nudista desde edad temprana, Luy había empapelado Córdoba con fotos de su cuerpo y varios de sus amigos desnudos bajo la leyenda “Lo esencial es invisible a los ojos”, lo que le valió un escándalo y algún problema legal. Era, en el fondo, un reformista, un tipo profundamente inconforme nacido en una ciudad aplastada por el conformismo y la resignación, ahogada en su conservadurismo, y La vida en Córdoba es un registro de esa vibración en muchos niveles.

Portada de La vida en Córdoba


Autobiografía, delirio, exploración sexual, pensamiento sobre Córdoba, ráfagas de panfleto incendiario, anécdotas imaginadas, la risa de un Villon cordobés estalla en doscientas páginas que parecen mil, y esto es quizás lo más notable de La vida en Córdoba: la tapa mide 31 centímetros por 20, está hecha en cartoné, las páginas son de un carísimo papel ilustración, y pesa un kilo setecientos cincuenta gramos.
Luy vivía a esta altura en una casa que había comprado en Villa los Altos, en Río Ceballos, en una zona de las Sierras Chicas no muy alejada de Córdoba. Había entrado en una relación de trabajo de su propia poesía con el poeta y diseñador Hernán, de Verbonautas, y Hernán viajaba a esa casa para sostener sesiones de revisión de los poemas, de ajuste de la relación entre esas composiciones y también de la relación entre los poemas y el material gráfico: Luy producía sus libros como si montara películas, con una atención a los detalles gráficos que parecía eco de la del viejo Larrea, que armaba collages perturbadores para las revistas que había fundado en México. Cuando el material quedó conformado, Luy decidió que el libro podía editarse de una sola forma.
Cuando era un bebé, Luy fue criado en la casa de su abuelo por Magalí Varela, una mujer de una extraña trayectoria académica (vivió en todo el mundo) a la que es difícil entenderle este destino como cruza entre secretaria de Juan Larrea y niñera de Luy. Después de dejar Córdoba, Magalí vivió en un departamento frente a La Biela, en Recoleta, y Luy solía visitarla solo o con amigos. En una de esas visitas, Luy vio en la mesa del living un libro de Leni Refenstahl titulado People of Kau, cuyo tamaño, tapa y papel le parecía perfectamente adecuado para su vida en Córdoba. El libro era inmenso, y estaba cortado en un tamaño que lo hacía absolutamente impracticable: el centimetraje no encajaba, por muy poco, en los pliegos convencionales, pero Luy lo quería exactamente de ese tamaño. En ese tiempo, Luy gastaba parte de su herencia en extravagancias funcionales, como pagar un remís que lo llevara a Córdoba y lo esperara mientras jugaba al tenis para volverlo a llevar a Sierras Chicas. Pilar Sordo diría que tenía un problema con los límites, pero lo cierto es que no parecía aceptar los consejos conservadores, por más bienintencionados que fueran, y mandó a imprimir dos mil ejemplares de este libro literalmente extraordinario, con ilustraciones de su pareja Angélica Vaca Narvaja en el interior, tapa y sobrecubierta, con fotos de amigos muertos, collages, imágenes de la Catedral cordobesa custodiada por la policía.

Angélica se fue, y el libro incómodo empezó su incómodo derrotero: Luy quiso enviarle un ejemplar a Charly García, quien (según algún testimonio) prendió fuego a algunas hojas de La vida; el libro viajó a casas de amigos, estuvo en depósitos, Héctor Emaides (gran amigo de Luy, fundador de Cosquín Rock y agitador cultural de la ciudad) rescató ejemplares del depósito de la imprenta, Emanuel Rodríguez (también gran amigo de Luy, hoy standapero bajo el nombre de Peroncho) tuvo durante un tiempo un lote que se dañó irremediablemente con el agua de una tormenta.
Cada quien tiene una cifra diferente de lo que costó el libro y el origen del dinero con el que Luy afrontó la edición. Es la leyenda del libro más caro de la historia de Córdoba, aunque basta con ir a la imprenta y preguntar, La vida en Córdoba en mano, cuánto cuesta hoy editar un libro de esas dimensiones (los números originales se perdieron con el cambio de sistema que la empresa hizo en el año 2000). La imprenta está enfrente de la Manzana Jesuítica, en una ciudad que tiene una iglesia por cuadra. Una amable señorita que maneja las cuentas de la imprenta va a hacer el cálculo, y va a enviar un presupuesto actualizado.
Yo lo hice, pero esa también es otra historia.

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