El profeta agorero
En A otra cosa, el ensayista y crítico literario americano Sven Birkerts, editor de la revista AGNI (de la Universidad de Boston), enciende las alarmas sobre el futuro de la literatura y el arte en la era de las TICs.
Maximiliano Crespi

Director de los Seminarios de Escritura de Bennington
La publicación de The Gutenberg Elegies (1994), su polémico ensayo sobre la decadencia de la lectura en la cultura electrónica, dio a Sven Birkerts una módica fama de profeta agorero. No sólo por el militante rechazo de las promesas e ilusiones con que se publicita el “progreso tecnológico” que proponía en sus escritos; sino también por su sombrío pronóstico sobre el destino del arte en la era de la dispersión digital.

En Changing the Subject: Art and Attention in the Internet Age, Birkerts retoma y profundiza sus planteos. La traducción recién lanzada por Granica reafirma el escéptico dictamen del ensayista americano, al tiempo que desacredita sin pudor la capacidad crítica de sus eventuales lectores. El título A otra cosa: el arte como modo de superar la dispersión en la era de internet no sólo opta por objetivar al sujeto de la transformación anunciada en el título, sino también la de imprimir, desde el cuerpo mismo del subtítulo, una interpretación que la versión americana se ahorra.
La apuesta es osada pero no contradice el espíritu del libro. El propio Birkerts alimenta esa forma de desprecio con una serie de ensayos que, apoyados en diversos aspectos del presente, llegan a resultados redundantes. Los juicios son siempre negativos: el colapso de los contextos “nos desintegra y nos convierte en grupos de interés o afinidad anestesiados”; las obras de arte, definidas por Birkerts como “proezas de la concentración”, se pierden bajo “el poderoso impulso a la fragmentación” (“el ethos del bazar”); “al hacernos permeables a la comunicación” también “estamos despojándonos del aura, de la singularidad o, mejor aún, del misterio”; los efectos de la tecnología se evalúan, más que en la “confirmada neuroplasticidad”, por “la manera en que se modifican nuestras estructuras psicológicas” cuando “renunciamos a una pequeña porción de nuestra potestad”; las aplicaciones predictivas “socavan la visión del mundo de la que forman parte”, coartan la serendipia y hacen que perdamos el “misterio” que vuelve “más genuinas” las experiencias.
Lo contradictorio que el arte y la literatura son empleados utilitariamente contra el impulso de una era que “claramente se inclina hacia el dominio instrumental”: la espiritualidad de Rainer Maria Rilke contra la tendencia a “la virtualidad que nos distancia al construir un nuevo mundo”; León Tolstoi y Chejov contra un presente reticente a la contemplación y rendido a “la superficialidad y al reino de lo trivial”; un exhabrupto tecnofóbico de Steve Almond da pie a la denuncia de una “nueva tecnología” que “entretiene, seduce, crea círculos hipnóticos con tanta facilidad que se resiste a la aprehensión”; la fotografía de André Kertész habilita el ataque al Kindle; una escena de Wim Wenders o una novela de Roberto Bolaño derivan en una crítica de los archivos y las formas de la lectura en la era digital; la vuelta a una ficción de Hans Lenz deja ver que, como el de la imaginación, el tiempo de la comprensión supone una suspensión concentrada; el “ocio creativo” adquiere valor “ahora que nuestras tecnologías tejen un puente que zanja la antigua división entre la laboriosidad y la relajación”; la poesía de Seamus Heaney o una afirmación de Ralph Waldo Emerson concluyen en la idea de que “la crisis del arte surge de una pérdida de atención, de un desmoronamiento de lo que crea atención”; en fin, una cadena de diagnósticos mustios que anuda su última esperanza en una imagen de experiencia estética anacrónica.
Más allá de la carencia de sustento filosófico y de las recurrentes mistificaciones en las que encalla, el libro constituye de por sí un síntoma: Da buena cuenta de una reacción defensiva ante una transformación concreta en los modos de leer y de concebir el acto de la lectura. Lo cabe recordar es que esos modos están, estuvieron y estarán siempre expuestos al cambio en entornos técnicos cambiantes.