Los diez libros de la década

Los libros imprescindibles de la literatura argentina de los últimos diez años.

DIEGO ERLAN Y MAXIMILIANO CRESPI

¿Los diez mejores libros de la década? Toda lista es caprichosa. Toda lista es polémica. Y hasta podríamos aventurar esta idea: las listas son plataformas para disparar discusiones. El cierre de década es un momento propicio, no para revisar los libros publicados estos años, sino para ejercitar la memoria y, como en una mesa de bar, empezar a escribir en un papelito cualquiera los nombres de los libros que, escritos por autores y autoras de diversas generaciones, la marcaron y nos marcaron como lectores. Cabe imponerse ciertas reglas mínimas: considerar sólo textos de literatura argentina, no establecer un orden jerárquico entre los 10 elegidos, no caer en la tentación de elegir volúmenes antológicos: evitar las obras reunidas y las recopilaciones completas, contra las que toda competencia se vuelve desigual. El resultado de la elección habla de un estado de la literatura argentina o, al menos, un estado de nuestro interés por cierta literatura. Sonreímos al notar que se imponen trabajos de género híbrido, de “tercera forma“: libros que inventan su forma y reinventan el género, libros que —con prepotencia literaria— se abren camino en nosotros y toman el lugar que les corresponde. Sin más preámbulos, los dejamos con los diez mejores libros de la década.


Los diarios de Emilio Renzi,
Ricardo Piglia

Luis Chitarroni suele decir que Piglia no sólo era un gran escritor sino también “un formidable editor de su propia obra”. Con el tiempo, luego de haber releído Respiración artificial o Plata Quemada, ya no quedan dudas de que Los diarios de Emilio Renzi son el punto máximo dentro de su literatura. No sólo por el valor del texto en sí sino por lo que representa en el contexto de la historia de la literatura argentina: una de las operaciones literarias más lúcidas e inteligentes de la década. Tras la publicación de esos tres volúmenes no puede leerse la obra de Piglia del mismo modo pero tampoco puede leerse igual un diario de escritor. Una operación sobre el narrador, sobre el género, sobre la memoria, sobre el pasado, sobre el canon de la literatura nacional.


Black out,
María Moreno

Black out no sólo terminó de consolidar la canonización de María Moreno. Dispuso además una manera nueva de interpelar el “propio” pasado. En este libro cuyo nombre alude a aquello que falta (lo que se ha perdido en la noche negra del alcohol), la narradora crea una distancia imaginaria —a veces un límite y a veces un umbral— para la novela de formación autoral: una distancia que le permite desplegar una lectura lúcida y despiadada de los otros y de sí misma frente a los otros. Por fuera de todo moralismo naturalizado y todo subterfugio de conmiseración oportunista, Moreno construye, en este texto “fuera de género”, una retrospectiva aguda e implacable que hace foco en una vida y una generación perdida en una época fascinada con la imagen de su propia destrucción.


Mezcolanza,
Leónidas Lamborghini

Grabadas entre 2007 y 2008, las memorias de Leónidas Lamborghini, editadas y compiladas por Santiago Llach bajo el título Mezcolanza, son el legado teórico-poético de uno de los mayores poetas argentinos. Es un manifiesto y una declaración de principios. “¿Y si toda nuestra literatura fuera una mezcolanza?”, se pregunta el vate a partir de Roberto Arlt que se consideraba el Dostoyevski argentino y de esta manera prefigura esa teoría estética articulada por Luis Gusmán en La valija de Frankenstein que lee la literatura argentina desde esa singular perspectiva que no deja de rastrear en sus cimientos el universo borgeano. Lamborghini destila un manual de supervivencia para escritores y contra aquellos disciplinados por la sociedad propone un espíritu vagabundo.


El vicio impune,
Edgardo Cozarinsky

Alan Pauls describe el “vicio impune” como extraña adicción a la lectura: “una pasión silenciosa y más bien célibe que se abre y se cierra cada vez que sucede pero (que) no se extingue nunca”. Esto es: como otra forma de lo impasible que reenvía a lo Neutro. Como antes en El museo de chisme, en Palacios plebeyos, en El pase del testigo o en Blues, en El vicio impune de Edgardo Cozarinsky, lo que define esa adicción es una experiencia que atraviesa los géneros siempre atada al registro de lo sensual. No se trata de una suspensión de la demanda implícita en la lectura sino de alimentar siempre el deseo de lo diverso. Leer es para él presentir el propio deseo ahí donde el otro (que lee o que escribe) lo pasa por alto: es desear lo negado al deseo de los otros. El lector es siempre único y último lector. Su distinción, una profesión de fe y un arma de seducción.


Una historia sencilla,
Leila Guerriero

“Ésta es la historia de un hombre que participó en una competencia de baile”. A partir de esa frase inicial, Leila Guerriero construye una poética: la del detalle al parecer intrascendente, la historia común y corriente que esconde, en realidad, una épica extraordinaria. Ella siempre consigue revelar esa épica oculta. En cada texto, en cada uno de sus perfiles (en ese largo artículo sobre Arlt, por ejemplo, en Plano americano; en esa delicada reconstrucción que hace del trabajo minucioso y fundamental del Equipo Argentino de Antropología Forense) Guerriero pareciera jugarse la vida: su entrega es absoluta, su percepción es superior. Quizás sea su nivel de concentración en el objeto lo que hace la diferencia. En esta década, la escritura de Leila Guerriero explotó y se volvió una voz fundamental en el ámbito literario. Este libro es la síntesis de toda una propuesta estética.


Continuación de ideas diversas,
César Aira

Continuación de ideas diversas es el libro extraordinario de un ensayista extraordinario que se gana la vida haciendo novelas. En cada uno de los fragmentos que lo componen se puede leer una erótica de la ocurrencia, del detalle encantador, de la iluminación fulgurante, de las ideas que “no son del todo ideas” o que no son todavía ideas. Pero en el conjunto, como en un espejo ustorio, se refleja también el rostro o, mejor aún, el retrato monstruoso y genial de esa poética de la dispersión y la digresión incesante que lleva el nombre de César Aira. La voz sobre la que está compuesto no es la voz de un Autor (como autoridad) sino la de una sensibilidad literaria cuya apuesta más radical y más admirable ha sido la de haber soñado convertirse en pura escritura.


Sobre Sánchez,
Osvaldo Baigorria.

Definido por el autor como una “biografía fallida”, este libro, en su imposibilidad, encuentra su sentido. Néstor Sánchez hablaba siempre de la escritura como una actitud que atraviesa la vida. Baigorria, aquí, es atravesado por Sánchez, por la deriva que lo lleva de un lado a otro hasta su desaparición. En esos agujeros negros en la vida de otro, Baigorria encuentra su reflejo y en esa introspección conjuga una serie de imposibilidades: la de escribir, la de entender, la de saber quién uno es. Baigorria rompe y, al mismo tiempo, en ese gesto construye un libro capital.


Acá había un río,
Francisco Bitar

Piglia solía decir que, para Borges, el escritor que había inventado el soneto era más importante que Dante. Sin creer en esa candorosa boutade, cabe reconocer que la invención o la sistematización de una forma acreditan un mérito. Pero valorar Acá había un río sólo por el rasgo que singulariza su economía narrativa (y lo posiciona políticamente frente a Saer) sería desestimar su capacidad poética para captar lo ínfimo en su más pura contingencia, su manera de mostrar que aun la cotidianeidad más diáfana se resiste a la insignificancia. La de Bitar es una literatura del incidente, una épica sutil en la que, en gestos de silenciosa impotencia, de mezquindad calculada o de grandeza secreta, se cifran el anhelo y la fatalidad, el deseo y la resignación de un época.


Distancia de rescate,
Samanta Schweblin

El valor de Distancia de rescate trasciende cualquier premiación. Como Sergio Bizzio con Rabia en la década previa, Samanta Schweblin encontró con esta nouvelle una forma perfecta, la articulación de una fábula y una ficción capaz de dar cuenta del estado de la imaginación de una época sin caer en la puerilidad de describirla. El sutil juego de pasajes construido en la narración pone en suspenso la efectividad de la distancia presumida como ideal para el rescate. El cruce de voces y perspectivas es también un cruce en los modos de percepción. Un relato perturbador sobre la distancia variable pero siempre insalvable entre lo que cotidianamente habitamos como realidad y lo que secretamente intuimos como real.


Historia natural y mítica de los elefantes,
José Emilio Burucúa y Nicolás Kwiatkowski

Luego de haber recorrido la representación de las masacres en la historia (Cómo sucedieron estas cosas, Katz) y haber seleccionado y traducido los cuadernos de arte, literatura y ciencia de Leonardo Da Vinci (Colihue), Burucúa y Kwiatkowski se propusieron rastrear las imágenes del elefante en obras de arte, textos sagrados y bestiarios de diversas culturas. Esta Historia natural y mítica de los elefantes es un trabajo de una erudición sin precedentes a la vez riguroso y ameno, conjunción que lo vuelve imprescindible.