Dora Barrancos
En esta entrevista exclusiva, la socióloga e historiadora del feminismo retoma las investigaciones reunidas en Devenir feminista para pensar un futuro diverso.

Paula Puebla
A pocas cuadras de Rivadavia, en un barrio de casas bajas a una altura que honra la fama de la avenida más larga del mundo, Dora Barrancos trabaja como si no fuera 23 de diciembre y no fueran las 9:30 de la mañana. Luego de un año de campaña electoral que la tuvo de candidata a Senadora Nacional por la Ciudad de Buenos Aires en la lista del Frente de Todos, y hoy en funciones como parte del flamante Consejo de Asesores del presidente Alberto Fernández, la socióloga, historiadora, investigadora y militante feminista recibe a Cuaderno Waldhuter y contesta a las preguntas con interés y énfasis docente. Ríe y se sonríe con complicidad, reflexiona en voz alta, dialoga consigo misma, con la historia y con la actualidad, con les jóvenes y su entrevistadora.
Barrancos cuenta que Devenir feminista, su última publicación, estuvo fundamente a cargo de un grupo de ex discípulas en un trabajo titánico de selección propuesto por CLACSO y que trabaja en el cierre de un nuevo libro sobre la historia de los feminismos en América Latina. Si se le pregunta cómo y en qué momento escribe, dice que lo hace los domingos, que la escritura debería poder ejecutarse como un trabajo de fábrica e insta a las mujeres a “exonerar la vida doméstica” en pos de la escritura.

Al comienzo del libro, en la hoja de ruta que hacen sobre tu trayectoria, Ana Laura Martín y Adriana Valobra cuentan que, como a muchas mujeres comprometidas con la lucha política de los ’60 y ’70, vos habías sido “esquiva a las reivindicaciones de género” y que era la diferencia de clase la que constituía tu principal preocupación. ¿Ves acaso que se ha invertido el orden de los factores de entrada al pensamiento político?
Sí, definitivamente. Las nuevas generaciones están invirtiendo notablemente los términos. No los términos en sí mismos sino su posición respecto de jerarquizar las luchas. Sobre todo en los últimos cinco años, lo que está presente en esta eclosión es la derrocada del patriarcado. Me parece que hay mucho más entusiasmo y mucha más certeza hoy de que al patriarcado se lo puede extinguir si hay un compromiso extendido. Tal vez pueda ponerlo antes que, o junto a, la derrocada del capitalismo por la relación de nutrición mutua que existe entre patriarcado y capitalismo. Sí se han invertido los términos en tanto lo que está más a la mano y lo que está primero. En el sentido también de que es un primero que inicia con la propia subjetividad, pero no debemos desalentar las luchas fundamentales para distinguir la opresión social de clase.
¿Pensás que esto tiene que ver con un rechazo de las nuevas generaciones a las estructuras partidarias tradicionales, a la rosca, a la política en su sentido estricto?
Sí y no, depende de la localización de las juventudes. ¿Por que te digo no? Porque hay mucha juventud que ha emergido, ha renacido a la lucha política de manera notable con el kirchnerismo. Entonces una no podría decir que les jóvenes son negligentes a la política. Hay un despertar, hay un reverbero fuertísimo de cauces políticos. Pero al mismo tiempo hay unciones feministas que hoy caminan de una manera paralela a la articulación de sentidos que tiene la política en su sentido corto. Uno podría decir que todos los movimientos son lo político. Ahora, la política, en sentido corto, evidentemente entusiasma a muches jóvenes y a otres no.
El texto “El partido Socialista y el sufragio femenino” busca matizar la pica existente ―y la que la historia se ha encargado de profundizar― entre el socialismo y el peronismo en relación al voto femenino.
Ahí había un fuerte mito. Recuerdo que cuando hice esa elaboración alguien me preguntó por qué contestaba al mito si el mito no tenía tanta robustez. Y yo sostenía que el mito tenía muchísimo vigor, yo lo recuerdo, soy una persona grande. Recuerdo las versiones oídas, cercanas a mi vida personal, con la idea de que el socialismo se había ofuscado, y que no solamente había interpelado, como solemos decir hoy, sino que había obstruido mediante propaganda para que las mujeres no votaran. Y no fue así. Lo que hubo fue, obviamente, diatribas, hasta conflictos, pero no obstrucción. Es cierto que el partido socialista se encargó inclusive de crear una comisión ad hoc que visitaba lugares previniendo que no se votara al peronismo, pero no para que no se votara.
Todos los textos de Devenir feminista dialogan mucho con la actualidad pero en este, en particular, mencionas la “funcionalidad vicaria” como el doble sentido o la doble intención sujeta a los derechos. No pude dejar de asociarlo y pensar en el proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) que, si bien se ha constituido en los últimos años como una lucha transversal, las izquierdas se jactan ―y lo han hecho especialmente durante la pasada campaña presidencial― de haber sido el único partido que contempló esta demanda en su programa político.
Más o menos. Es una actualización, tal vez, de los últimos veinte años aproximadamente. Las izquierdas tampoco sostenían el aborto ni en la década del ‘80. Las mujeres de izquierda desde ya, pero programáticamente las izquierdas lo incorporaron recientemente.
Podrías contestarme que no es importante, pero ¿pensás que detrás de todo derecho hay una funcionalidad vicaria? ¿Cómo se metaboliza eso en el movimiento feminista?
Puede haberla, claro, sobre todo en las oportunidades. Hay una cierta treta feminista respecto del empleo lúcido de los momentos que pueden ser clave. Yo nunca me voy a olvidar de que conseguimos el Protocolo Facultativo [de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer] nada menos que para la CEDAW. Nosotros teníamos la Convención pero tenía una cierta inercia que no podía ser interpelada porque no teníamos Protocolo Facultativo. Cuando finalmente se sancionó en el Congreso, fue en una buena arremetida aprovechando el hiato moral que se creaba a propósito del pedófilo Obispo Storni. Yo creo que eso forma parte de las tretas que hacen siempre los poderosos entonces, con más razón, las configuraciones débiles tenemos que auscultar los momentos de ruptura, de esos frentes tan arquitectados, tan poderosos, para usarlos. Del mismo modo que usamos recientemente la treta creada por el propio Poder Ejecutivo de la Nación con el gobierno de Macri, que detectó que proponiendo el debate del aborto habría un resazonamiento de cuestiones que evitarían ciertas cosas. Ya se sabe cuál era la nada de convicción que se tenía, pero usamos la treta. No íbamos a decir que no porque provenía de una fuerza que nos iba a engañar. Fuimos lejos, ¿no? Muy lejos. Seguiremos empleando las buenas tretas.

Si nos diéramos el lujo de imaginar una Argentina con una Ley IVE sancionada y en marcha, ¿cuál pensás que sería la próxima gran puja feminista? ¿Hacia dónde pensás que va a virar toda esa tracción?
Bueno, hay muchas pujas. Primero vamos a retomar el contundente optimismo: yo puedo asegurar que tenemos ley en el 2020. Hay ahí una expresión constituida en derecho. Es muy importante lo que preguntas porque ha ocurrido en la historia del feminismo que frente a la conquista de un derecho luego hay un reflujo. Vamos a tratar de que no haya reflujo, les jóvenes se van a encargar de eso. Luego vienen asignaciones tras asignaciones pendientes para la justicia de género. Por ejemplo, igualdad de oportunidades en mercado laboral. El Estado tiene que comprometerse a tener injerencia allí, tiene que desmontar la idea de la famosa mano invisible del mercado porque el mercado tiene una mano visible, misógina, patriarcal, que tiene fobias, homofobias, lesbofobias, y transfobias ni se diga. El Estado tiene que entrar ahí y hay que hacer una gran presión para conquistar medidas, normas, leyes que hagan más justa la participación de las mujeres en el mercado laboral.
La otra gran conquista fundamental, y creo que también viene con mucha fuerza, es la de las mujeres que tenemos que allegarnos a la publicización de los cuidados, que tienen que ser una tarea de orden público. Vaya si hay cuerpos femeninos para dar cuenta de lo que está ocurriendo, con un 85% o 90% del área de lo que tiene que ver con cuidados, asistencia, protección: toda esa teluria implica cuerpos femeninos abnegados. El Estado tiene que ingresar fuertemente para resolver y hacerse cargo de buena parte de la gestión de cuidados, será el modo también en el que las mujeres queden en libertad para incorporarse al mercado laboral.

En el texto que le dedicas al “III Congreso Femenino” contás que hacia 1910 el movimiento estaba ideológicamente dividido entre reformistas y tradicionalistas. ¿Pensás que existe un conflicto intragenérico semejante en la actualidad? ¿Cuáles son los rasgos que agrietan al feminismo?
Sí, vamos a decirlo con mucha prudencia, pero todavía hay muchas mujeres no conmovidas por la instalación feminista. Por lo tanto, una puede pensar que en esa enorme cantidad de congéneres, que todavía no sienten el grito de sí mismas, hay depósitos relativos a la consecución de costumbres patriarcales, en el sentido que es una norma patriarcal ocuparse de la casa, la reproducción, la casa, los cuidados, etc. No quiero decir con esto que todas las mujeres que no son feministas son odres conservadores, sería un disparate de mi parte, pero pueden serlo. Lo que digo es que el feminismo es un punto de vista, es una lanza impuesta a la posibilidad de condición de repetir lo conservador.
El lado de las feministas se ha multiplicado de manera gigante y hay feminismos de todas las clases, de todos los colores y, sí, desde luego es impactante el ruido, la movilización, la hermosa queja de las más jóvenes. Ahí está toda la promesa de ruptura, los nuevos contenidos, las nuevas urgencias. Va a haber que leerlas bien porque es probable que las señoras como una, quién sabe si se hayan tornado conservadora en su feminismo, ¿no? Es poco probable pero puede suceder. Y esto no escapa, en general, a que haya algunas cuencas feministas conservadoras. No se da tanto en Argentina pero si analizas lo que pasa en Estados Unidos y otros lugares, hay algunas cuencas conservadoras del establishment, de los poderes imperiales de su país, etc. En América Latina es mucho más difícil encontrar hoy corrientes feministas conservadoras.

Hace unas semanas asistí a una entrevista pública realizada a María Pía López, autora de Apuntes para las militancias, en la Universidad de Filosofía y Letras, coordinada por la investigadora Florencia Angilletta. En relación a los cuerpos políticos, López sostuvo que “el cuerpo es ese nudo donde toda la política está en juego” y dijo que en la génesis de Ni Una Menos hay varias características afines a los DDHH. Entre ellas resaltó el antipunitivismo. Pienso, por pensar en un solo ítem y para seguir con la terminología de los derechos humanos, en el escrache que ha sido retomado por el feminismo, con muchas diferencias, a partir de aquellos realizados por HIJOS a partir de 1996 a represores. ¿Cómo convive esta práctica, que se la tilda de fascista, con la génesis antipunitivista?
Excelente la pregunta y está muy bien formulada. Efectivamente, los feminismos en sus cuencas nutrientes básicas no se compadecen con el punitivismo. El punitivismo tiene una arcadia patriarcal. El patriarcado ha sido implacable, impuso la punición de las mujeres, es punitivista a ultranza de lo que serían los delitos de autoría y ha creado inclusive la pena de muerte. Nada más lejos de lo que sería el cóncavo de donde emanaron los afluentes feministas. Esta es una de las cuestiones. La otra tiene que ver con la reverberación con tanta fuerza todos los derechos relativos al cuerpo. María Pía tiene razón. Yo siempre digo, como una economía recursiva, ¿qué es lo que distingue la primera ola de la segunda ola feminista? Bueno, la segunda ola feminista encuentra a las mujeres descubriendo su cuerpo, toda la dimensión política del cuerpo. No la anatomía, sino el deseo, la clausura, el dolor, la humillación, el ultraje, el abuso. El cuerpo se redimensiona de manera absoluta con un significado totalmente diferente para las mujeres. De ahí en más, toda la epistemología que se quiera.
Al mismo tiempo, toda esa politización completa de vísceras, órganos, pero sobre todo deseos, sensaciones, sensibilidades y sentimientos, implica el reconocimiento de la impunidad de las humillaciones y del hostigamiento físico que hemos recibido. En el tren de la política, no se puede permanecer en la justicia si hay completa impunidad, ¿está claro? El campo de la punición vuelve a tener una referencia sobre ciertas responsabilidades para las propias feministas en no confundir y no confundirnos y en hacerla proporcional en cada circunstancia. Y, sobre todo, pensar qué géneros de punición podríamos usar. Un género que debemos usar es el de la denuncia pública, cómo no, que no es lo mismo que el escrache. Yo comprendo, entre todo sobre les más jóvenes haya una pulsión por el escrache. Yo llamo escrache a la cuestión más anónima, la cuestión que va por redes y no tiene demasiada autorización reflexiva. Ahí podemos ver que rápidamente hay un asomo de gestos o conductas, por parte de un individuo determinado y no ha habido la menor oportunidad de enfrentarlo de otra manera y se hace esto rápidamente por las redes. En general, yo podría decir que escrache es lo que se hace sobre todo de manera rápida, menos fundada, extensa, urbi et orbi a través de redes sociales. Ahora, hay otras manifestaciones que no deben llamarse escrache y son las denuncias públicas. Y, sobre todo, la denuncia que confronta al agresor en el contexto mismo en el que este se sitúa. Por ejemplo, esas jóvenes que en la facultad de medicina interrumpieron al profesor y le dijeron esto y lo otro. Yo diría que eso está lejos del escrache. Es una angustiada voz que reclama al agresor que se haga cargo pero además en el contexto de actuación.

Ahí hay una posibilidad, una interpelación, ¿no?
Es una interpelación, sí. Yo no le llamaría escrache a eso, de la misma manera que no puedo llamar escrache a la denuncia colectiva pública con nombre y apellido, por ejemplo, la que hizo la actriz Thelma Fardín. Ella acomodó toda la circunstancia de la denuncia, que además transita por los tribunales, frente a la clara posibilidad de que el agresor siguiera meneándose con absoluta impunidad. Por eso digo, hay géneros de denuncia y uno de ellos puede ser el escrache pero que se realiza con una fórmula fuera de contexto, con rapidez de actuación y sin posibilidades de enfrentar al individuo agresor.
La otra cuestión, última, es que no hay que salir a escrachar a las escrachantes. No creo que deba hacerse sino, en tal caso, componer un tipo de diálogo estratégico acerca de qué es lo que sugiere fuertemente el estatuto punitivo que puede tener el feminismo, cuál es el estatuto. Y, en muchos casos, tener en cuenta que no hay más que entenderse con la punición de la justicia.
¿Tenderías una relación entre esto y el “sálvese quién pueda” tan propio del neoliberalismo en donde, ante la ausencia de justicia, se la emula a través de vías donde no hay regulación posible?
Exacto, es volver a la era anterior al contrato. Bueno, son los liberales los que impusieron el contrato, entonces es notable que los neoliberales no vuelvan sobre él. Los liberales consintieron fuertemente y con razón que el Estado hegemonizara la fuerza para evitar que la gente haga justicia por mano propia. Los neoliberales estos que andan por acá no tienen nada de liberales, hay que encontrar otra forma de designarlos porque tienen tanta modorra para pensarse liberalmente. Pienso que si fueran liberales, tendríamos Ley de Aborto.
Son conservadores.
Sí, son conservadores. En cuestiones de mercado, por otra parte, son tan concentradores de mercado que tampoco respetan la norma de libre concurrencia. Es complejo llamar neoliberal a esto.

La ola de derechos cívicos obtenidos por las mujeres al término de la guerra ―en países anglosajones, nórdicos, Europa central y oriental tras la Revolución Rusa― generó lo que describís como un efecto contagio en el mapa mundial. Contagio que llegó a nuestro país y que buscó, entre otras cosas, “renovar los parámetros relacionales entre hombres y mujeres”. Sobre este punto mencionás dos posiciones. Por un lado, la “advertencia sobre la necesidad de que el movimiento a favor de los derechos de las mujeres se apoya en ambos sexos”. Por el otro, dejás en claro la postura del Partido Feminista Nacional que determinaba que “las reivindicaciones de la mujer deben ser obra de la mujer misma”. Respecto a las movilizaciones feministas de los últimos años, la asistencia y la participación masculina es y ha sido cuestionada cuando no prohibida. ¿Qué razones puede haber para que, un siglo después de aquellos primeros debates, la participación masculina se presente como un tema de ruptura? ¿Cuál es tu postura al respecto?
Yo creo que siempre hubo feministos y que esos feministos fueron muy buenos aliados, sobre todo en el siglo XIX. En realidad, en el orden de los acontecimientos inaugurales, las feministas primero estuvieron muy respaldadas por sus propios compañeros. Había parejas feministas. Podría decirte que Seneca Falls, la primera asamblea, un poco mitológica, en 1848 contó con alrededor de 30% de participación masculina. Desde luego, siempre en los congresos de mujeres se ha visto presencia de varones, sobre todo los franceses aunque no solo ellos.
Es cierto que con las rupturas notables de los ‘60 para acá hubo fuertes incentivos, auto auscultamiento y una procura de la asamblea propia. ¿Por qué? Porque los varones preferían alto su voz, porque podían tener intereses jugando en la escena, porque podían esos intereses ser procaces, etc. Por lo tanto, se instaló también una costumbre de la asamblea propia con, obviamente, la necesidad de que hubiera ámbitos en el movimiento de mujeres para la confesión mutua, la experiencia mutua, en la que era rigurosamente inconveniente la presencia de varones.
Sigo pensando que puede haber un sistema de locuciones solo de mujeres pero insisto que el ágora, la plaza pública, convierten de una manera muy eficaz nuestra demanda si la integran les otres. Y en estas circunstancias actuales en que hay cambio de identidad, felizmente, con la enorme facultad de las personas de arbitrar sobre sí mismas, sería absurdo ir señalando cuál es la identidad femenina correcta. ¿Qué decimos de las compañeras trans que atraviesan su identidad masc? Conocemos muchas, cada vez más hay personas que transitan eso. ¿Les decimos que no parecen lo suficientemente mujeres, que son varones convertidos? Sensatez, por favor. Cuando decimos que hay mujeres cis, la pregunta que siempre hago, de manera ilocutiva y solamente para forzar cierto tembladeral, es ¿qué quiere decir mujer cis? ¿Qué quiere decir varón cis? ¿Qué está para toda la vida así? Eso es jugar con la idea de identidad fija y energúmena, y esa segregación no es más que una manifestación conservativa que representa casi un oxímoron para la desestabilidad profunda de las esencias naturales que ha propuesto el feminismo.

En el texto titulado “Entre la celebración y el escarnio” narrás con mucha dulzura las primeras experiencias de organización obrera femenina en mano de las lavanderas y costureras de Buenos Aires. Es sencillo detectar los rasgos compartidos entre aquellas primeras expresiones y las actuales. Ahora bien ¿se han renovado los desafíos y obstáculos de la organización obrera feminista?
Te diría que han habido modificaciones. Hay una modificación ex ante que es la de los cuadros obreros en la Argentina. Hay una reducción importante de la demografía proletaria industrial en nuestro país, al punto que lo que antes llamábamos el proletariado industrial hoy asoma con una muy escueta significación demográfica.
En general, las mujeres siguen siendo trabajadoras en servicios. Por eso tendríamos que hablar más del panorama más abigarrado que son las trabajadoras tanto de la industria como en los servicios y podríamos señalar que todavía hay dificultades para encontrar, sobre todo, reconocimiento en la vida cívica y reconocimiento en la vida sindical, que sería lo último, ¿no? En cualquier lugar hay una secretaría de las mujeres o de relaciones de género, eso cambió notablemente. Ahora lo que no cambió es la posibilidad de franquear la presencia de mujeres para esos lugares pero hay pujas importantes.
Yo creo que ha habido mejoras, aunque no todos los que queremos. Ha habido alguna posibilidad de acceder a puestos mejores, pequeña, porque eso también lo tiene que ir resolviendo el Estado. El Estado tiene que ver cómo le va a las mujeres en el sector privado, es parte de la economía. En el campo propio, en el sector estatal, también tiene que ver qué es lo que pasa. No se ve que haya, en todo caso, cambios de relativa estatura. Porque todavía la masa salarial femenina tiene un déficit de entre 15% y 30% con relación a la de los varones. Eso ocurre en cualquier segmento laboral. En las universidades, si se atiende cuál es la masa salarial masculina y femenina, se verá el gap. Las mujeres ganan el 75% u 80% de lo que ganan los varones y no porque no se cumpla con la Constitución Nacional, que constata que a igual tarea, igual salario. El problema son los ascensos, los accesos a mejores lugares. Aunque esté feminizadísima, en la Facultad de Medicina los cargos de absoluta exclusividad los tienen los varones. Las mujeres permanecen en las escalas más bajas. Por lo tanto, si en la universidad existe el gap hay que imaginarse los demás sectores. Cuando las calificaciones son más bajas, el diferencial es menor; cuando son más altas, el diferencial es mayor. Yo a veces decía que hay que ser muy bien educada para ganar menos que un varón.
¿Sigue teniendo que ver con el asunto de la maternidad, la domesticidad?
Sí, porque la gerencia doméstica la siguen teniendo las mujeres y están muy acorraladas por la doble función. Todas esas cuestiones se tienen que ganar con más derechos para los varones, mirá qué paradójico. Los varones tienen que tener derecho para cuidar en la misma o mayor proporción que las mujeres. ¿Cómo gravita en una mujer sus espacialidades para la atención de hijos y cuidados? Se ve claramente. La foja de servicio de un varón tiene todas las posibilidades para el ascenso, la de una mujer dice que se toma mucha licencia para cuidar a los niños. Tenemos que hacer un esfuerzo importante para generizar eso. Tiene que haber un algoritmo nuevo para resolver el problema de la modificación estatutaria para que las mujeres puedan moverse hacia arriba.
En varios momentos del libro, y a cuento de diferentes hechos históricos del feminismo, resaltás la “movilización de conciencia” por sobre las consecuencias concretas de las acciones. Es el caso de los ensayos sufragistas ― realizados en nuestro territorio mucho antes de la sanción de la ley de voto femenino― que describís como “ficciones eleccionarias”, como “teatralizaciones”, como parte de una “política de la persistencia”. No pude sino relacionar estas características a los llamados paros internacionales de mujeres. En un contexto de desempleo de dos dígitos, autoexplotación y pauperización laboral, ¿cuánto tiene de agitación y teatralización una manifestación que es de alcance masivo pero que, sin embargo, no está respaldada por las centrales de trabajadores y trabajadoras, los gremios, los sindicatos y la estructura productiva tradicional? En el caso de estas acciones, quedan muy a la luz las dificultades entre lo masivo y lo colectivo.
Es una teatralización, sí. Primero porque uno no podría olvidar que hay teorías de lo actoral socialmente, el uso de máscaras sociales y demás. No dejo de pensar que en este escenario de confrontación con los poderes patriarcales, con un Estado vertebrado patriarcalmente, con injurias agregadas por la gobernanza, el recurso teatral es absolutamente necesario. De todas maneras, no es paródico, no estamos haciendo aquellas primeras manifestaciones de teatralidad ficcionando el voto. Esto tiene la consagración de la singularidad que obra con un efecto teatral. Al mismo tiempo, es una teatralidad en un grupo muy extenso que fue percibido como queríamos que fuera percibido por algunos agentes que tienen notoria gravitación. Cualquier agente del Estado con capacidad de poder es gravitante: un legislador, una legisladora. Me parece que fue por ahí. Y en lo que vos decís, se produce tal vez sí un hiato de imposible realización. No es todo el colectivo de la sociedad el que se para, inclusive para reverenciar la propia huelga. Fue un buen ensayo teatral que interpeló a más mujeres. Cuando me preguntaban cuál era el efecto del Ni Una Menos, yo decía que no solamente interpelar a los poderes del Estado sino a las propias mujeres. Muchísimas mujeres comenzaron a sentirse violentadas, quebrando la naturalización de sus mordazas. Entonces, lo que decís es verdad: hubo masividad pero evidentemente el colectivo completo no es alcanzado. Sin embargo, es nuestra utopía. Cada vez que encontramos masividad en nuestras acciones de significado teatral y nuestras manifestaciones no deja de ser un gran esperanzoso montaje para que los otros actores nos vean. De todos modos, las movilizaciones fueron tan contundentes que terminaron animando a muchísimas mujeres a compadecerse con alguna manifestación interna de feminismo.

Y, por último, ¿cuáles son los desafíos del albertismo en materia de género? Y, principalmente, ¿cuáles son los desafíos de los feminismos en el albertismo en tanto se le ha otorgado explícitamente un estatus de suma importancia? Es decir, ¿cómo ves al feminismo en el poder?
Yo estoy muy impactada por la figura de Alberto. Él mismo lo dice que es una persona que está en un aprendizaje cada vez más profundo. Los otros días él confesaba que había cambiado muchísimo y que su cátedra, que produjo tantos sentidos importantes respecto de la necesidad de despenalizar el aborto, quedaba ahí. Hasta que se dio cuenta de que eso no bastaba, que la despenalización no era suficiente. Su consternador punto de vista respecto de estas cuestiones, tan fundamentales para nuestras vidas, desde luego está signada por su preocupación como estadista por la salúd pública. Es un paso gigante, y es la primera vez en nuestra historia, que un mandatario desde el Poder Ejecutivo dice que va a mandar un proyecto de IVE a sabiendas de todo lo que lo supone como trámite crispado. Yo creo que esto tiene que ver también con lo que él percibió claramente que fue el apoyo enorme de las feministas que estaban en el Frente de Todes. Eso fue notable. Nuestros compañeros lo dicen rápido: “porque no ha habido una manifestación más grande que la movilización de mujeres”, pero es una nota que no puede dejar de tocarse. Creo que el presidente es muy consecuente con esto y tenemos además ventajas extraordinarias, que es su sensibilidad frente, por ejemplo, al desafío Estanislao. Nosotros agradecemos tantísimo que además haya la posibilidad, tan cercana a él, de proferir un magisterio que tanto abrazamos, que es un derecho humano fundamental, de que las personas decidan como quieren sobre sus vidas, ¿no? Las más afectadas en la potencialidad del derecho humano han sido desde luego las mujeres y las diversidades.
Yo creo que sí, que va a haber motivos muy entrañables para que las feministas de muchísimas variaciones festejen esta cima. La creación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, no es un ministerio bobo. Va a tener mucha pujanza, está en excelentes manos, y dentro de cuatro años, va a significar que se movió mucho la aguja relativa a la justicia social. Estoy segura. Desde luego va a haber que estructurar un set de normas legales, especialmente respecto a la prevención de la violencia. No la prevención secundaria de cuando te dan el botón de pánico, sino la prevención prevención prevención. Hay que decirlo tres veces para que imaginemos cuál es la enorme tarea cultural, educativa y social que tenemos para erradicar el flagelo.
¿Coincidís conmigo en que el feminismo por primera vez ocupa un espacio de poder?
Completamente. Hasta ahora teníamos ciertas concesiones, ¿no? Había algunas con el Estado, y eso que tuvimos un Estado como el kirchnerista, que fue tan apegado a los derechos humanos y demás. Eso había llegado hasta un punto. Dio el enorme paso, legislativo con la Ley 26.485 de Protección Integral a las Mujeres, la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Identidad de Género, fuertemente acompañados por el Poder Ejecutivo. Ese fue un ciclo, ahora viene otro de maximización de derechos.