Mishima en Brasil

Matías Chiappe sigue la huella de Yukio Mishima en Brasil y encuentra el momento en que el escritor japonés elige la máscara de Apolo en la región más dionisíaca del mundo.

MATÍAS CHIAPPE

Desde la cubierta, Kimitake Hiaoka contempló el mar y pensó una frase que supo se convertiría en el epicentro de su carrera literaria: “Hubo un tiempo de mi niñez en que no quería aceptar que la única razón para que exista el sol es el atardecer”[i]. Abrió su diario de viajes, lo apoyó sobre la baranda del barco, dibujó una flecha hacia el margen y escribió cada palabra. Fue ese momento en que confirmó que un viaje transforma para siempre a un escritor: narrar o describir, ficción o realidad, literatura o experiencia. Siempre se había abocado a lo primero, al artificio. Pero aquella travesía le había hecho dudar de su elección. Y la fuente de esa duda había sido Río de Janeiro.

La copa de Apolo (1952)

El viaje fue el primero que el ya famoso escritor japonés hizo fuera de su país, pudiendo obtener  para él un pasaporte del Ejército de Ocupación estadounidense con la excusa de servir como corresponsal del Asahi Shimbun y terminar así su novela serializada Natsuko Bōken (La aventura de Natsuko). El itinerario se extendió de fines de 1951 hasta principios de 1952, atravesando Honolulu, San Francisco, Los Ángeles, Nueva York, Miami, San Pablo, Río de Janeiro, otra vez San Pablo, Lins, Ginebra, Paris y Grecia. El diario habría de publicarse primero en la forma de crónicas individuales, enviadas desde algunos de esos destinos; sólo después, el 10 de mayo del 1952, se transformó en un libro con el título Aporo no sakazuki (La copa de Apolo). Kimitake, que para entonces era reconocido a lo largo de todo el archipiélago japonés por su novela Confesiones de una máscara(1949), tenía la intención de soltar su ser-nacional y de transformarse en un escritor global, en un viajero incansable. Ya usaba siempre su pseudónimo al momento de publicar, Yukio Mishima, pero su nombre en el pasaporte seguía siendo el de su nacimiento.

Unos días antes nomás de haber pensado aquella frase, Kimitake le había escrito a Yasunari, su amigo y mentor: «Estimado Kawabata, he aquí un reporte de mi bello Brasil». Le dedicó páginas enteras al reflejo del sol sobre los cuerpos en la playa, al aroma del sudor como la espuma del mar entre quienes caminaban por las calles de Río, al instante en que se quitó su camisa para bailar al son de la comparsa en el carnaval. Un momento de liberación, único en su vida, “cuando entendí que no existen palabras capaces de abarcar la experiencia” (sic). Escribió en forma obscena y pornográfica, inapropiada para su sensei. Pero no le importó. Incluso le habría alegrado saber que la carta terminó siendo confiscada por el Ejército de Ocupación. Río, la ciudad a la cual lo había invitado Mogi Masa, otro corresponsal del Asahi. Río, el lugar que le había hecho olvidarse del entristecedor paisaje rural de Brasil, “sin rutas, electricidad o el más mínimo sentido de la complejidad estética”, en donde lo había hospedado Tarama Toshihiko y había tenido que escuchar cientos de historias derrotistas y melancólicas de inmigrantes que habían dejado Japón a principios de siglo.

Kimitake terminó escribiendo, sin embargo, un cuento con esta última temática, “Fuman na onnatachi” (Mujeres insatisfechas, 1953), y después una obra de teatro, Shiroari no su (El nido de termitas, 1955). Sobre el carnaval, escribió la ópera Bom Dia Señora que presentó en Kioto en 1954. Afirma sobre el carnaval en Apolo no sakazuki: “Sólo una vida sin propósito extrae de nuestra existencia la plenitud y un orden perfecto. Y en tan sólo unos días… Ésa es la lección del carnaval”[ii]. Críticos y biógrafos destacarían la absoluta importancia que tuvo este momento para el entonces joven Kimitake. Algunos sugieren que fue determinante para su desarrollo sexual y para las nociones del cuerpo que elaboraría. Saeki Shōichi comparó el Brasil de Kimitake con la Algeria de Gide, lugares en donde ambos habrían tenido sus primeras experiencias homosexuales[iii]. Por mera adicción a la polémica, él los desmentiría: “¡pero si el ambiente gay de Brasil es aburridísimo!”, habría de declarar[iv]. Sugiyama Kinya, por su parte, destaca una conexión soslayada por las historias de la literatura japonesa; dice el crítico que San Sebastián, una figura que Kimitake imitó en fotograías y películas y que es central en su obra, habría sido descubierta por primera vez por él en Río, ciudad de la cual San Sebastián es santo patrono[v].

En un debate en el cual participó junto al escritor Ishikawa Tatsuzō y al historiador Inoue Kiyoshi, Kimitake criticó severamente a sus colegas por no comprender los impulsos autodestructivos de los jóvenes de posguerra. Era el año 1970 y meses más tarde Kimitake habría de sucidarse en el ancestral ritual seppuku en un intento por tomar el cuartel de las Fuerzas de Autodefensa para restaurar el poder a la figura del Emperador. Este último momento de su vida fue el que se quedó grabado en la memoria de lectores y fanáticos, sintetizando una obra prolífica y una vida contradictoria en un fugaz impulso de compromiso político. Así, pocos saben hoy que del sinfín de máscaras que podríamos adscribirle a Kimitake (escritor, dramaturgo, actor, modelo fotográfico, fisicoculturista, impulsor de la amoralidad, líder de una guerrilla de ultraderecha, performer), quizás el más influyente haya sido el de bailarín de carnaval.

Suponemos que la tarde aquella en que pensó la frase que definiría su obra, Kimitake levantó la cabeza y miró otra vez el horizonte, pensando que estaban sacándole una foto para una revista de moda. Ése iba a ser su último atardecer en Brasil antes de viajar a Paris y había escrito cada detalle en su diario, sin dejar que un estímulo se escapase al instante en que estaba experimentándolo, al registro, a la crónica. Pero, ¿cómo dejar semejante experiencia a manos de la interpretación momentánea? ¿Por qué limitarse a la mímesis, a la transcripción, a la copia? Se rió de lo que había pensado desde el carnaval y se dijo que no, que la literatura y el arte y la belleza son lo más importante, que los flechazos de la realidad no son nada sin palabras que los hagan inmortales. Recordando aquel célebre ensayo de Wilde, arrojó el diario al mar y se propuso escribirlo de cero. Fue ese momento en que Yukio Mishima eligió la máscara de Apolo para su dionisíaco y bello Brasil.






[i]Mishima, Yukio (1952). Aporo no sakazuki. Tokio: Shinchosha, p.14 (1982). 私もまた日没以外に太陽の存在理由を認めようとしなかった少年時代を持っている。(三島由紀夫1952年『アポロの杯』東京:新潮社, 1982年, 14頁)

[ii]A continuación, la cita completa: “Hay en el carnaval de Río muchas lecciones a las que debemos prestar atención. En tanto fuerza que une a decenas de miles de personas y que las une en una pasión compartida, no es una costumbre que se transmite y nada más. La vida moderna ha estado consumida por la conciencia de un propósito dentro del cual no nos queda más que el error de convertirnos en esclavos de la política. Pero es ridículo que nuestras ansiedades existenciales nos conviertan en esclavos de la política o que nos hagan temerosos de ella. Sólo una vida sin tal propósito extrae de nuestra existencia la plenitud y un orden perfecto. Y en tan sólo unos días… Ésa es la lección del carnaval” (Mishima, Ibídem, 78). リオの謝肉祭は傾聴すべき多くの教訓を含んでいる。数万の人心を団結せしめ、それらをかくも共有の情熱の中へ投げ込む力として、伝習、あるいは単に習慣というものが決して無意味なものでないこと。近代生活は目的意識に蝕まれ、われわれが政治の奴隷となるのはこの弱点からに他ならないが、生の恐怖から政治の虜になり、さらに政治を怖れねばならないのは愚かであること。無目的な生は、短い数日の間でこそあれ、かくも完全な生の秩序と充実とを現出させるものであること。……それが謝肉祭の教訓である。(三島:上記, 78頁)

[iii]Saeki Shōichi (1988).Hyōden: Mishima Yukio [Mishima Yukio, una biografía crítica]. Chūōkōron-sha, p.183.

[iv]Naoki Inose; Hiroaki Sato (2012). Persona: A Biography of Yukio Mishima. Berkeley: Stone Bridge Press, p.231.

[v]Sugiyama Kinya (2017). “Mishima no burajiru no taiken”[La experiencia de Mishima en Brasil]. Conferencia dictada en la Universidad de Kanazawa, 16 de febrero de 2017.

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