El actor Will Oldham se convierte en Bonnie “Prince” Billy para cantar country: Leo Oyola lee esa transformación en una larga entrevista al artista publicada por el sello Contra.

LEONARDO OYOLA

Mi canción favorita de Bonnie “Prince” Billy es Ruidos de la noche. Descubrí tema e intérprete gracias a la tapa del disco Singer’s grave a sea of tongues (2014), que me llamó la atención porque tenía dibujado un tigre bastante infantil con un fondo entre amarillo y violeta, propio de las cortinas de hule que han perdido el color por el paso del tiempo.

Me adentré en la discografía del intérprete y descubrí una fuerte presencia de la noche, de la luna, de muchos lobos solitarios y de algunos lobos en manada, tanto en los títulos de los temas musicales como en el de los trabajos discográficos; ya sea en I see a Darkness (1998), Superwolf (2005) o Wolf of the Cosmos (2018), entre otros. Lo curioso del Ruidos de la noche con el que abre Singer’s grave… es que es una nueva versión del tema a capella con el que el cantante cerrara su opus del 2011: Wolfroy goes to town. No es la primera vez que un artista incorpora a su repertorio una nueva versión de un tema de su autoría. Lo particular en Bonnie “Prince” Billy es su coherente obsesión con la transformación, tanto en su música como en él mismo, que abrace esas dualidades del día y la noche, el bien y el mal, el hombre y la bestia.

Bonnie “Prince” Billy es el nombre que elige a la hora de ponerse a cantar –de hacer música– el también actor Will Oldham, cuyos personajes a la vez supieron descollar en películas de realizadores cinematográficos tan laureados y disímiles como John Sayles, Harmony Korine y Kelly Reichardt. Por eso cuando llegó a mis manos Bonnie “Prince” Billy por Will Oldham (con una portada en donde el rostro de una misma persona se encuentra dividido: de una mitad y en blanco y negro Oldham afeitado, en la otra el Billy de una larguísima y desprolija barba colorada) me aferré fuertemente a él: lo necesitaba.

Y en esta larga entrevista que le realiza Alan Licht, Will Oldham –el hombre– nos cuenta cómo es Bonnie “Prince” Billy –el artista–; algo así como si Lon Chaney Jr. hablara del Hombre Lobo: de las horas de maquillaje y de los efectos especiales de avanzada para la época; que todo eso está muy bien y que suma, pero que lo más importante es que cuando griten acción se deje salir a la fiera. No luchar contra la maldición. Transformarse. A Will Oldham en su Kentucky natal lo mordieron el country, el bluegrass y el folk. Por eso los primeros –y pálidos– acordes de una guitarra lo convierten en Bonnie “Prince” Billy.  Oldham recuerda –dentro de esta apasionante, extensa y exhaustiva entrevista– la temprana identificación con el televisivo Increíble Hulk de Bill Bixby y Lou Ferrigno, que después abandonaría al ver una noche, en el mismo aparato de TV, al Hombre Lobo contra Abbott y Costello. Le fascinó darse cuenta de que, más allá de las diferencias, esos tres tipos podían convivir en paz y ser amigos. Sentir eso mismo cada vez que sale a escena. Que él será un bicho raro, pero abajo del escenario lo están esperando con los brazos abiertos los que, aparentemente, no son como uno. No todos los seres humanos somos iguales. Tampoco los bosques y las noches se repiten. De ahí que su repertorio en vivo no pare de transformarse. Como él: con o sin luna llena. Sí, Ruidos de la noche es la canción que más me gusta de Bonnie “Prince” Billy.

Una apuesta sobre seguro: en un futuro trabajo discográfico nos encontraremos con una tercera versión del tema. Así lo testimonia en una de sus respuestas, y ¿quién sabe? Por ahí hasta haga una cuarta. Cuatro. Como las fases de la luna. Nada mal para el hombre lobo de Louisville.

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