Playlist: todo lo que me gusta
Un documental, un disco, una serie, un libro y los silencios inolvidables de una cantante legendaria
CAMILA FABBRI

Senna, de Asif Kapadia
Hasta el año 2016 pensaba que la Fórmula 1 era solamente una reunión de hombres con trajes anfiflama que ganaban o perdían dentro de sus autos, y lo único que me llamaba la atención del ritual era la botella de champagne volcada en la cabeza en caso de victoria. Pero, ese mismo año me recomendaron Senna, el documental que dirigió el británico indio Asif Kapadia y que estrenó en 2010. Senna no podría ser otra cosa que la vida del corredor tricampeón brasilero Ayrton Senna, un chico de ojos tristes y voz bajita que corría veloz como meteoro o como cualquier dibujo animado porque no parecía del mundo de los vivos. A partir de Kapadia y Senna empecé a interesarme por este deporte, la música aguda de los aceleradores, las maniobras, el estilo, los circuitos peligrosos y los pasajeros, pero tal vez eso sea lo de menos. Senna no fue solamente un tricampeón, fue también una leyenda brasilera que creía tanto en Dios que pensaba que una fuerza mayor lo recubriría de su tentación por extralimitarse. Pero no. El corredor estrella de cara bonita murió justamente ahí donde quería estar: en la primera línea de fuego de cualquier circuito del mundo o en el Gran Premio de San Marino, más precisamente, en la curva de Tamburello, con el cuello partido para siempre.

Everything that happens will happen today, de David Byrne y Brian Eno
¡Ah… este disco! Lo descubrí sola, no me lo recomendó nadie y eso lo vuelve parte de mis tesoros personales. Lo primero que me llamó la atención fue la tapa. Una casa diseñada con el Sims, el juego de realidad virtual en donde hombres, mujeres, bebés, perros y gatos viven en casas que uno diseña según sus posibilidades económicas acorde a sus oficios, ascensos y buenos o malos humores. Un juego en el que la vida es algo bajo control. En ese entonces estaba navegando las profundidades uniformes de Brian Eno y si bien me gustaban, necesitaba de las letras, y apareció Byrne como camarada. Y los dos juntos reunidos en un álbum de once canciones que, para mí, funcionó como una casa, en un momento en el que tenía que irme de ese departamento prestado en el que vivía sin desacomodar y me urgía buscar otro, y ninguna opción parecía algo viable. Y una mañana de esas en las que no sabía nada de nada, le dí play a “Todo lo que pasa va a pasar hoy” y la primera canción se llamaba “Casa” y ahí estaban mis dos nuevos amigos: Brian Eno experimentaba y David Byrne me cantaba: Que el ojo – es la medida de los hombres
puedes volar – desde lo que aún te rodea
estamos en casa – y la banda sigue en marcha
conectando – con cada ser viviente
compasión – por las cosas que nunca conoceré.

Six Feet Under, de Alan Ball
–¿Viste Six Feet Under?
–¿La de la familia que tiene una funeraria?
–Sí, esa misma.
–No la ví, pero sé cuál es.
Tuve esta conversación con, al menos, cuarenta personas en años. Sí: Six Feet Under es esa famosa serie estadounidense de la familia que vive envuelta en una empresa funeraria y prepara cuerpos en el sótano para velarlos por la tarde. Es esa famosa serie de cinco temporadas, que comienza con el relato de la muerte de una persona x que no será protagonista de la serie pero sí será satélite del capítulo de una hora que se narrará a continuación. Y todas esas muertes (la del hombre que sale a correr en la montaña y es deglutido por un jaguar, o la chica que se asoma al techo de una limusina y se arranca el cogote con un cartel de señalización vial) son el corazón de, arriesgaría, la mejor serie que se haya escrito para la televisión. No hay mayor peripecia que la vida cotidiana de una familia tipo atravesada por conflictos que conocemos todos y todas, pero teñida por gags oscuros en relación a la muerte, porque el fin siempre está ahí detrás de toda conversación e incluso de toda humorada. No hay forma de escaparle porque, bueno, realmente no la hay, y esos personajes que circulan por la funeraria Fisher and Sons –Brenda, Nate, David, Claire, Ruth– te lo recuerdan constantemente y está bien. No hay miedo, no existe tal cosa. Es lo justo. “Terror starts at home”, escribe Claire, la hija menor de la familia Fisher en la pared de su cuarto. Six Feet Under es eso.

El cielo de los animales, de D. James Poissant
No soy original, no descubrí nada en cuanto a este libro, tal vez uno de los más elogiados del 2016 en Estados Unidos y en tantos otros países en los que fue reeditado y traducido. El cielo de los animales es, hasta el momento, el primer y único libro de David James Poissant, a quien sigo en redes y entiendo que está pronto a publicar una novela que no termina de salir o ya salió y yo me perdí el hito en la ruta de información psicótica de Twitter y redes afines. El cielo de los animales tiene trece cuentos: algunos largos, otros brevísimos y todos tienen como eje en común la presencia de un animal silencioso como metáfora o punto de partida. Este libro es un álbum de personalidades rotas y sensibles, de tristeza extranjera y a la vez cercana, de paisajes que vimos en películas que nos gustaron y de diálogos breves y perfectos. Viralicé este libro: como regalo de cumpleaños o regalo sin motivo aparente durante dos años. En un momento lo dejé de hacer porque me dio pudor: ¿qué estaba tramando con todo eso? ¿por qué creo que lo que me conquistó a mí tiene que ser exaltación de todo el resto? Pero hago mucho eso.

Chavela Vargas en concierto, varios.
Nunca vi a Chavela Vargas en vivo, solo recopilé videos, videos y más videos. Me cuesta definir este punto porque no es un solo concierto, quizás sean todos, o tal vez sean momentos específicos de algunos. Lo que sí puedo precisar es que la cantante mexicana Chavela Vargas me gusta mucho, y más que escuchar su música me gusta verla cantar, y más que verla cantar me gusta verla cuando se queda en silencio entre estrofas, con su gesto siempre arrugado (¿alguna vez tuvo veinte años o nació superando la quinta década?) Precisaré más: sobre su concierto en Madrid, en la Sala Caracol en el año 1993. Chavela está quieta, porque siempre que veo videos suyos está así, dentro de un poncho colorado, blanco y negro. Detrás suyo hay dos guitarreros y ella se sostiene las manos en el pecho. La lírica siempre es sobre desamor y ella no miente. Eso es: Chavela Vargas nunca está mintiendo. Lo que hace esta mexicana que me presentó mi hermana en un CD cuando yo tenía diez años, no es cantar, es hacer confesiones en público. Llora, se desquita, cada tanto sonríe pícara o socarrona como diciendo: viste, tenía razón o qué tonta, te vas a arrepentir de haberme dejado ir o suerte, ¡hasta nunca más en la vida! Chavela llora y vuelve a cero constantemente, durante la hora y media que dure el show. Verla en vivo es un ejercicio espiritual y facial.

Camila Fabbri nació en 1989. Egresó de la carrera de Dramaturgia de la Escuela Municipal de Arte Dramático, dirigida por Mauricio Kartun, y estudió actuación durante cinco años con Julio Chávez. Escribió y dirigió las obras teatrales Brick, Mi primer Hiroshima y Condición de buenos nadadores. Su novela Trinidad resultó finalista del Concurso de Novela “Dakota Editorial”. Fue nominada a los Premios Cóndor de Plata como actriz revelación (2015) por su actuación en la película Dos disparos de Martín Rejtman. En diciembre de ese año publicó por Notänpuan Los accidentes, su primer libro de relatos, luego reeditado en coedición con Emecé. En 2016 fue convocada para formar parte de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.